OPINIóN
Pandemia de Coronavirus

Legitimidad en tiempos del Covid-19

El papel de los gobiernos para demostrar que las decisiones que se toman buscan el bien común.

 Pacientes infectados con el coronavirus descansan en un hospital improvisado convertido de un centro de exposiciones en Wuhan.
Pacientes infectados con el coronavirus descansan en un hospital improvisado convertido de un centro de exposiciones en Wuhan. | Xinhua

Están tumbados sobre las camas. Los cuerpos se distinguen por los tubos que salen de sus bocas y las vías de suero que van a sus brazos. Asistidos por los respiradores miran hacia abajo.Cuando nuestros ancestros marchaban en cuatro patas respiraban mejor. El arco macizo de la columna arriba y los pulmones cerca del piso daban una capacidad infinitamente mayor. Por eso invocamos esa fuerza animal para resistir el embate de este mal. 

En ciertos países desarrollados poder ingresar a cuidados intensivos es un privilegio. Ante la avalancha de enfermos se fijan criterios sobre quiénes entran y quiénes no. Para los médicos, hacer ese triaje es un dilema espantoso. Las razones para segmentar esa utilización (sea por edad, por patologías concomitantes o por cobertura) nos enfrenta indefectiblemente a los valores e intereses con los que regimos nuestra convivencia. La epidemia expone como organizamos los recursos sanitarios, pero indefectiblemente, se extiende a como distribuiremos todos los bienes y servicios en una era de mucha escasez. En la prehistoria del mundo, hace unos meses, debatíamos sobre la edad jubilatoria. Un lujo de aquellos tiempos dorados. Hoy discutimos la forma en que fijamos una edad para acceder a un respirador. Lo hacemos con el objetivo de salvar mejor a una mayoría.

Los liderazgos políticos, fundamentalmente en los países democráticos, se ven confrontados a validar su legitimidad. Y vaya que estaban en problemas antes de esta calamidad. Es incierto, por la virulencia y lo vertiginoso de la amenaza que plantea esta enfermedad, determinar cuál es el mejor camino para defender la mayor cantidad de vidas. Sabemos que cualquier opción es dolorosa.

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La confianza depositada en quienes lideran y ejecutan las acciones es fundamental. La justicia con la que obren esos actores es una de las pocas columnas que pueden sostener una cohesión social imprescindible en un momento tan dramático.

De la misma manera en que los médicos deben dar cuenta de las razones por las cuales determinan quienes accederán a ciertos cuidados y quienes no, los líderes políticos deberán hacerlo con otras decisiones que tendrán consecuencias en la magnitud de la mortalidad.

El sistema político argentino tomó un camino con un amplio consenso: ralentizar la brutal demanda ante la escasez del sistema sanitario mientras se amplían lo más posible los recursos. Tenemos el deber de hacer el máximo esfuerzo para ligar las fuerzas a un proyecto. Investir un futuro que preserve al máximo la vida.

Todos anhelamos que en un breve tiempo podamos contar con alguna herramienta terapéutica que detenga esta amenaza. Mientras tanto solo contamos con medidas de aislamiento y de soporte frente al Covid-19.

Aun si lográramos tener remedios efectivos o una vacuna en poco tiempo, el impacto de esta plaga ya es feroz: Pérdida de vidas por la enfermedad, aumento de la pobreza extrema con pactos sociales rotos y la posibilidad de una catatonía económica mundial nunca vista en el pasado.

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Los sujetos vivimos mucho peor las injurias que nos provocan los semejantes que los traumas generados por los desastres naturales. Nos mortifica percibir que los daños que sufrimos se deben a la acción de otro ser humano. Los liderazgos políticos deberían poder demostrar que las decisiones que se toman buscan el bien común. Sin grandes relatos religiosos e ideológicos y restringido el bálsamo del consumo masivo, parece imprescindible encontrar un nuevo orden que de sentido a las existencias.

Hoy los liderazgos carismáticos del occidente democrático pueden ser considerados armas de destrucción masiva. Trump y Bolsonaro son ejemplo de ello.

Construir una conducción que ejerza la autoridad con legalidad y racionalidad es un lujo que será muy difícil de conservar. Frente a las exigencias que enfrentaremos jamás deben subestimarse los riesgos que implican las salidas delirantes frente a la adversidad extrema. Evitar el caos social y psíquico se impondrá como una tarea primordial de los sistemas políticos alrededor del mundo.

Los poderes republicanos revalidarán su legitimidad día a día durante un largo periodo. La evidencia de su eficacia se medirá en un futuro no muy lejano. Parte de ese éxito demostrará si la idea reguladora y compartida se impone a los intereses particulares. Las imágenes de los jubilados en la calle muestran un funcionamiento opuesto a ese camino.

Ante el evidente agobio que implica entrar en esta penuria luego de décadas de fracasos económicos corresponde valorar los instrumentos que nos mantengan a flote. Es muy posible que el mundo y la economía no sean igual a lo que conocimos antes de este desastre.

El presidente tendrá que explicar las próximas medidas con mucha claridad. Hay diversas estrategias y limitada evidencia de cuál es la mejor. Confiar que los tremendos sufrimientos que viviremos tendrán algún sentido será determinante.

Las circunstancias obligan a reconocer lo valioso que es contar con un sistema de salud confiable. En nuestros subsistemas (público, privado, obras sociales) hay personas que dedicaron años de esfuerzo y estudio. Muchos de esos profesionales pertenecen a una clase media que bregó por ideales de igualdad y excelencia. Lo hicieron a pesar de incentivos adversos:  desde sus ingresos, el debilitamiento de instituciones académicas o la marginación de cierto reconocimiento social. Por estos días nos hemos dado cuenta de que hay otras cosas valiosas además de adelgazar y enriquecerse.

Si este sismo reubica o no las prioridades más allá del temblor se verá. La política puede validar su legitimidad mientras los médicos observan las caras de los internados en Terapia Intensiva. Son semblantes que están impregnados de sedación y dependencia. Seres en una simbiosis mecánica esperando un renacer liberados de las secreciones y asfixias.

*Miembro de Club Político Argentino. Soy médico y Máster en Ciencias Política (UNSAM / The New School for Social Research.