OPINIóN
Tecnología y distanciamiento

Lo sagrado y lo profano

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Devoción. Para algunas personas el fútbol podría ser considerada una religión. | cedoc

En el año 1400 antes de Cristo, los pueblos originarios mexicanos jugaban el juego de pelota. Sus reglas eran bastante simples: dos contendientes se enfrentaban con otros dos en una cancha estrecha y alargada. A los costados de la cancha se alzaban paredes con sendos aros de piedra, uno de cada lado. El objetivo era introducir el balón en el aro, pegándole con la cadera. El equipo ganador obtenía el premio mayor: ser sacrificados a los dioses.

En el juego de pelota mesoamericano, la pelota de hule representaba la trayectoria de los astros sagrados: el Sol, la Luna, Venus. La actividad lúdica servía como ofrenda religiosa pero también permitía resolver conflictos comerciales, políticos y tributarios. El juego era parte de la vida y de la muerte, con una fuerte carga de simbología social.

Más de 3 mil años después, las cosas parecían no haber cambiado mucho en nuestro mundo. Una final del campeonato mundial de fútbol o de la Champions League podía alterar el orden social con facilidad. Para muchos seres humanos, la devoción hacia el club de sus amores podía ser reconocida con todas las cualidades de una verdadera religión. El domingo sagrado  para celebrar el vínculo hacia lo profano del juego. Dos millones de personas mirando en la pantalla la reunión de 20 o 30 mil fieles, en una catarsis colectiva que permitía sublimar los horrores colectivos a través de la hazaña deportiva.

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Hasta que llegó la pandemia.

Todavía no lo entendemos muy bien, pero es innegable que el covid-19 nos introdujo en un nuevo orden social. La sospecha y el distanciamiento social como práctica cotidiana empiezan a reconfigurar el paisaje del ciudadano posmoderno. El culto a la precaución significa por un lado esconder el rostro, profundizar la higiene y cultivar el retiro de lo público hacia lo privado, bajo el abrigo de la pantalla.

La tecnología nos ofrece hoy el recurso: múltiples superficies pulidas y brillantes, que permiten catalizar el vínculo social a través de zoom o meet. Trabajo, amores, sexualidad, amistad. Diversos planos de nuestra existencia cómodamente organizados en una sesión de videoconferencia digital. Hasta aquí todo parece muy eficiente y lógico. Pero en el fondo de la conciencia también empiezan a resonar algunas preguntas que quedan todavía sin respuesta. ¿Será esta la única forma de celebrar la vida? ¿Cómo hará la sociedad para canalizar sus tensiones?

Porque es mentira que en el juego se busca solo el resultado. En el espectáculo deportivo podemos reconocernos como parte de un todo. Podemos volver a recoger los fragmentos de la sociedad rota, e intentar juntarlos nuevamente a través de algo que podemos reconocer como una idea que nos iguala.

El verdadero desafío del distanciamiento no sería “cómo soportar tantas horas frente a una pantalla”. No es un problema de ergonomía. La verdadera cuestión es descubrir si la pantalla puede reemplazar los rituales que la sociedad necesita para sostenerse como tal. Con esto, la frase de autoayuda y el meme de Tik-Tok parecen insuficientes. Será cuestión, entonces, de descubrir los nuevos juegos dentro de las nuevas reglas de juego.

*Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación y Comunicación Social, USAL.

Producción: Silvina Márquez.