OPINIóN
INMIGRANTES

Los argentinos se multiplican en Madrid, la nueva Tierra Prometida

Los hijos son el motivador fundamental y a la vez el problema de toda esta flamante inmigración de mediana edad, que, en general, tenía un relativo buen pasar en la Argentina.  Los más chicos se adaptan rápido, aunque la integración social no resulta tan simple.

Madrid España
Madrid (España) | bloomberg

¿Vos también te viniste?

La pregunta se repite en las calles de Madrid y, seguramente, en las de otras ciudades españolas.

Los argentinos se multiplican y muchos se "encuentran" circunstancialmente.  "Vendí todo y me vine, ya no aguantaba mas" dice Jorge, un odontólogo de 51 años que declara tener ahorros "por un tiempo". "Después, se verá...", agrega. Su mujer, según cuenta, posee ingresos gracias a un teletrabajo, "aunque no es fácil contar con ese dinero que ingresa en Buenos Aires".

Alejandro (53) dedicó toda su vida adulta a la venta de autos. "Yo no estaba mal, pero la inseguridad me volvió loco", afirma, mientras cuenta que llegó a España con su esposa y dos hijos adolescentes.  

Los hijos son el motivador fundamental y a la vez el problema de toda esta flamante inmigración de mediana edad, que, en general, tenía un relativo buen pasar en la Argentina.  Los más chicos se adaptan rápido, aunque la integración social no resulta tan simple: los españoles, explican los recién llegados, "se toman mucho tiempo hasta que los invitan a sus casas o a una fiesta". 

"Estoy contenta porque mi hija hizo una juntada en casa y vinieron siete pibes y pibas de su clase" relata Stella, quien añade que "por suerte" también se encontró con varios de sus ex compañeros del colegio de Vicente López, también llegados con la última ola migratoria. 

En tiempos de WhatsApp todo es distinto y parece relativamente más sencillo. Los grupos de argentinos se multiplican y cada día reciben a nuevos integrantes. Encuentros para tomar mate, ofrecimientos de servicios, datos para comprar más barato o dónde conseguir las mejores ofertas de alquiler, todo pasa por la red social. Cada día hay más grupos. La distancia, por tanto, "se nota menos..." También siguen los diarios online, escuchan radio y ven tele como en Argentina. Al principio, la conexión es muy intensa, luego afloja,  pero la relación con el país de origen se mantiene. Ventaja (o contra) de la era digital.

A diferencia de la crisis del 2001, cuando se iban los desocupados o los que habían perdido todo, hoy, muchos de los que dejan el país lo hacen con ahorros acumulados y hasta habiendo tenido una buena posición económica. Ahora escapan de la inseguridad, de los juicios laborales u otras complicaciones para continuar con sus emprendimientos. 

Jorge (58) tenía cuatro minimercados en el sur del Gran Buenos Aires. Cerró todo y se radicó en la capital española. "No me iba mal, pero ya no aguantaba la inseguridad, las discusiones con los empleados y las peleas con los proveedores". La historia de Jorge representa a varios (¿miles?) que también cerraron sus negocios o renunciaron a una carrera profesional. Se fueron del país "asqueados", "saturados" -así lo expresan- del día a día.  

Horacio tenía un trabajo que le permitía vivir al día; su esposa -diseñadora gráfica- hace trabajos para Estados Unidos y cobra en dólares. Dejaron todo y también se radicaron en Madrid. "Tengo allá mi departamento en venta, pero no es fácil porque no hay demanda. Además, en dólares es poco comparado con lo que se necesita acá, y tampoco sé si, finalmente, lo podré colocar", cuenta, aunque no muestra dudas acerca de su determinación de probar suerte en otro sitio.  

"Me como un depto"

El nuevo mundo "argento" en España, es un grupo etario que hasta hace poco no era común encontrar. Gente, incluso, de 60 o más años, que se vino con hijos y hasta con nietos. "Durante toda mi vida ahorré para comprarme dos departamentos chicos pensando en el momento de mi jubilación", dice Adrián, corredor de seguros, quien cerró su casa en San Isidro y se vino por un año.

"Vendí una de las propiedades y con esa plata pienso vivir", asegura mientras termina un café junto a su esposa Susana, quien confía que "algo podremos hacer acá" para lograr un ingreso que les permita quedarse por más tiempo. "Después veremos", agrega. 

A los argentinos "con espaldas" que llegaron en las últimas oleadas, se le suma la presencia de jóvenes de entre 20 y 35 años que se hacen notar.  En las calles, con sus mates y termos; en los bares y restaurantes trabajando como mozos o haciendo otro tipo de "changas" sobresalen por un "che" o un "boludo" siempre tan distintivo. 

Muchos arribaron con la idea de hacer "una experiencia de vida", impulsados muchas veces por algún amigo que se adelantó gracias a la doble ciudadanía (italiana o española), o simplemente cansados de escuchar en sus hogares que la Argentina "ya no da para más". 

Con ahorros o sin ellos, jóvenes o adultos, finalmente todos forman parte de esta nueva ola de argentinos que parte buscando un horizonte. Como señala Santiago Kovadloff: "Las de la Argentina son dificultades trágicamente constantes, reiteradas, nacidas de una ineptitud que no cesa"