OPINIóN
Vicente Scaramuzza

Maestro de maestros

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Scaramuzza. Formó a pianistas como Argerich o Gelber. | cedoc

Hay maestros de maestros que gozan siempre de una admiración y un reconocimiento silencioso y eterno. Tal es el caso de gran pianista, pedagogo y compositor Vicente Sacaramuzza, quien el 19 de junio habría cumplido 135 años. Formó a grandes pianistas como Enrique Barenboim (padre de Daniel Barenboim), Bruno Gelber, Martha Argerich, Carmen Scalcione, Luis La Vía, Antonio de Raco, Francisco Amicarelli y Sylvia Kersenbaum, entre otros. Su vida la dedicó a la enseñanza creando una escuela pianística en base a lo aprendido de sus maestros napolitanos y adaptándola a través del tiempo y en función de cada alumno.

Nació en Crotone, Italia, y estudió en Nápoles, en el Conservatorio San Pietro a Maiella, destacándose de muy joven como pianista de gran talento para después despertar su vocación de maestro. Invitado por el Conservatorio Santa Cecilia de Buenos Aires, en 1907 vino a la Argentina y se quedó para siempre.

El destino me puso como una de sus alumnas en sus últimos años de vida. El día que lo conocí fui acompañada por mi padre, era niña. Desde una gran ventanal entraba una gran luz increíble que iluminaba todo el ambiente. Al costado del piano de cola estaba su sillón. Pinturas y fotografías familiares, la biblioteca intocable. Pero, sobre todo, se sentía en el lugar un perfume muy particular, una fragancia que nunca volví a oler y que no olvidaré jamás. Allí me estaba esperando con su figura menuda, serio, muy parecido al gran Arturo Toscanini. El momento no era sencillo, todavía debía tocar yo en el piano para que me escuchase y supiese si, finalmente, me aceptaría como alumna. Por suerte me fue bien y al terminar mi interpretación, y sin interrupción, comenzó a darme mi primera clase. Si bien al principio el acuerdo era por una clase semanal, terminé yendo todos los días, incluyendo muchas tardes enteras de domingos.

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La entrega de Scaramuzza con sus alumnos era absoluta. Su enseñanza transitaba por conocimientos anatómicos de los brazos, gravitación, relajación, músculos y recursos técnicos necesarios para poder llegar por ese camino a interpretar las obras de los grandes compositores de una manera sensible y sabia. Para nosotros no era necesario tener nociones de anatomía porque sencillamente él nos las transmitía.

Además de enseñarnos cómo obtener el sonido hacía valer, por ejemplo, la igualdad de los dedos y las técnicas relacionadas. Nos hizo comprender que la interpretación musical no es solo un hecho físico, no se trata de interpretar la pieza con los movimientos correctos del cuerpo sino que era y es necesario saber cómo “hacer música” con la búsqueda de la perfección en cada nota, en cada movimiento del cuerpo, y llegar a comprender qué quiere transmitir el compositor en cada obra.

Era muy exigente pero genial. Hay muchas anécdotas de su carácter duro con los alumnos pero a mí jamás me retó. Creo que tenía una sensibilidad especial para conocer a cada alumno y saber cuánto iba a rendir. Se sabía que lo que él decía iba a dar excelentes resultados técnicos y musicales. Bastaba con hacerle caso, para él todo estaba al servicio de la música. Era evidente su carácter italiano pero amaba mucho a la Argentina. Tenía un temperamento muy fuerte, típico de los italianos del sur, como mi abuelo, el tenor.

Vicente Scaramuzza también se dedicó a la composición, que lo fascinó por igual. Le encantaba componer para piano, cámara y orquesta. Es reconocido hoy como uno de los profesores más importante del siglo XX. Este año, por iniciativa de la Asociación Italiana Nostra, lleva su nombre un parque en Crotone, Calabria. Sus últimos años los dedicó a su ópera inconclusa Hamlet y compuso hermosas mazurkas. Fue realmente un maestro genial, irrepetible en el mundo, que siempre estará presente en mí, especialmente cuando me siento al piano y recuerdo aquella primera clase que marcó mi vida para siempre.

 

*Pianista argentina, alumna de Vicente Scaramuzza. Integra el Trío Clásico de Buenos Aires.