Mucho y nada nuevo bajo el sol. Discusiones de antaño ancladas en visiones antagónicas que tuvieron un tiempo de paz que ya se empieza a resquebrajar. Es que la política en su naturaleza es tensión, conflicto, construcción de poder; ya lo dijo Aristóteles, el hombre es un animal político. Estas pequeñas y medianas hendiduras han activado a la opinión pública, quien a través de su aprobación o desaprobación, termina finalmente legitimando (o no) determinadas políticas públicas.
A modo de repaso, los debates sobre el aislamiento preventivo social y obligatorio (ASPO) versan entre quienes están a favor, quienes en contra, y quienes discuten hasta las fases del mismo.
El debate cuarentena Fase 1 o flexibilidad, debió ser un debate sanitario epidemiológico, pero sin embargo, se abrió allí una mesa política que empezó a mostrar contrastes, que sin duda cuentan con la aprobación de un sector social, discutible en número. Tampoco es azaroso dónde tiene lugar esta puja, y los índices socioeconómicos del mismo.
Luego Vicentin. Las causas de espionaje ¿Que hay detrás? Constricción, terreno y disputa. Eso sí, en un marco sanitario de emergencia nunca visto en nuestro país.
Así como la situación de pandemia no es un fenómeno exclusivo de nuestro territorio, tampoco lo es el rebrote ideológico enmascarado en discursos contrastantes. Por eso es una tarea difícil pedir el consenso, porque la naturaleza política obliga a marcar diferencias, de hecho Larreta decidió unilateralmente flexibilizar a CABA, aunque haya tenido que dar marcha atrás.
La semana estuvo marcada por la escalada que está produciendo el confinamiento, el debate salud/economía, aunque un poco gastado, tiene raíces más profundas, aquellas que desde el discurso anuncian posturas, creencias, en definitiva, ideología. Y la sociedad se expresa, la opinión pública es un tester dinámico que puede ser amigo o verdugo, pero esto no es nuevo, solo se enmascara con la emergencia sanitaria, social y económica. Las nuevas tecnologías, las redes sociales, han venido a ser canales para juzgar, apoyar, desaprobar y elevar el termómetro.
La provocación es un elemento constante. Lo hace Berni y se jacta de ello, los ribetes políticos que desorientan a más de uno. También provocan quienes arengan un banderazo en plena pandemia, aún desconociendo qué se discute.
Pero escenificando las tensiones societales. Lakoff hablaba de los padres progresistas (demócratas) y los padres autoritarios (republicanos); así mostraba las visiones, y cuál debería ser el rol del Estado, todo un símbolo político “el nuevo viejo Estado”. En definitiva, hay una resignificación de palabras, sentidos y términos que alojan una identificación y un corpus de sentidos.
Hay muchos nombres (derecha e izquierda que están vigentes, más que nunca, pero a veces producen crispación porque pareciera haber una negación y falta de identificación), quizá sea mejor hablar de progresismo versus conservadurismo. No hay nada más gráfico que las palabras (bueno eso ya lo patentó Lacan). Por eso traer algunos recortes discursivos puede servir para ilustrar al lector. Vamos por partes, un banderazo desafiante en plena pandemia, con las consignas de la defensa de la libertad, la república, las instituciones, pidiendo la no expropiación de Vicentin, instituyen o reflejan el individualismo, el orden y la autoridad, pero básicamente la palabra mágica fue la “libertad”.
Claro que Alberto contestó: “Para ser libres hay que vivir… Estamos enamorados de la vida y por eso la cuidamos tanto”.
“La cuarentena es un remedio para la pandemia. Es el único que conocemos”. Porque se trata de cómo administrar prioridades, la respuesta a la recesión económica también estuvo presente: “La economía se deteriora, pero la economía se recupera.
Lo que lamentablemente no vamos a recuperar son esos mil argentinos que nos dejaron. No son una estadística, son hombres y mujeres con una vida, afectos…” “Hicimos tanto esfuerzo, otro vale la pena”. Claro que desde la oposición no es fácil ver un liderazgo claro, las propias tensiones entre el PRO, la UCR y sus ex funcionarios están a la orden del día. Pero algún emisario transmitió el mensaje.
Hernán Lacunza, cuando señaló que: “Hay dos fotos inexorables: las víctimas sanitarias y las víctimas económicas; la Argentina eligió medidas extremas para que la primera foto no sea tan dramática, a costa de la segunda foto... es una decisión política y los resultados son acordes a esa estrategia”.
Posturas, visiones, jerarquía de prioridades.
La libertad, la economía (el libre mercado) siempre han tenido admiradores y lo seguirán haciendo. La implosión de espacios políticos, Libertarios por acá, Vox en España, no dejan de ser voces. De hecho, el progresismo aboga por el Estado de Bienestar históricamente y esa es su identidad, y en ese amplio abanico también está la economía, y los sectores vulnerables; pero no deja de haber tirones de símbolos, ¿quien habla de Patria? los progresistas ¿Quién habla de Nación? Los conservadores lo hacen ¿Hablamos de lo mismo? Quizá, solo que desde miradas diferentes y contenidos opuestos, sí, es parte de nuestra cultura política.
El eje clasista también está presente, expresó Alberto: “El mundo en el que vivimos es el gran barco en el que estamos todos por más que algunos tengan camarotes de lujo”, claro, a unos les importa la igualdad, a otros los privilegios. También lo mencionó en la cumbre del Mercosur: “Necesitamos ver cómo vamos a construir un mundo más igual después de la pandemia”. Habrá que ver hasta entonces, con qué capacidades estatales cuenta nuestro actual gobierno.
Los nuevos liderazgos que generarán adhesión son aquellos que puedan mostrar una voluntad colaborativa, de cuidado, consensual y hasta algunos autores se inclinan por la resiliencia, un término bastante usado, pero que implica aprendizaje y transformación. Este es un término ruidoso, supervivencia se adecua mejor.
La pregunta es: ¿creerá la sociedad en nuevos liderazgos, con los mismos actores? Habrá que explorar estrategias.
*Politóloga y docente universitaria @barbaritelp.