OPINIóN
Coronavirus y educación

No aprender

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Realidad. Viejas y nuevas desigualdades se incrementaron por la pandemia. | AFP

Se equivocó Serrat cuando afirmaba que “nunca es triste la verdad”, ya que es dolorosa la verdad de tantas niñas, niños y adolescentes que quedaron fuera del sistema educativo y, por lo tanto, sin todas las herramientas para construir su futuro. Quizá también el cantautor erró en eso de que esa verdad “lo que no tiene es remedio”; ojalá la afirmación de ese verso pueda revertirse.

Hace unos días, el ministro Trota asumió que “es un fracaso institucional del sistema educativo” el hecho de que en 2020 casi un millón de alumnos tuvieron “bajo o nulo contacto con las escuelas”.

Unicef, por su parte, afirma que además en Argentina, durante 2020, al menos 357 mil chicos y chicas abandonaron la escuela y que más de 70 mil estudiantes no volvieron a clases en 2021. Lamentablemente, la virtualidad como alternativa a lo presencial no pudo hacer accesible la educación para todo el estudiantado, ya que se expresa que el 19% de hogares aún no tiene acceso a internet. Pero por si eso fuera poco, Unicef nos dice que el 83% de esos hogares con limitaciones de acceso son los socioeconómicos más vulnerables del país y de las regiones más desiguales, como son el NOA y el NEA.

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Viejas y nuevas desigualdades, expuestas e incrementadas por la pandemia y la crisis social que vivimos, que evidencian una desgracia educativa, que se refleja en las palabras del ministro y los datos aportados por Unicef.

No aprendimos que la educación no puede estar presa del zigzag político, en el que, en diferentes momentos, similares guarismos sirven para justificar lo presencial o lo virtual, según convenga políticamente. Esas situaciones atentan contra la programación académica, el funcionamiento de las instituciones y la organización de las propias familias, en particular si los anuncios sobre la vuelta a lo presencial se toman en carteras de Salud y no en Educación.

La falta de políticas que favorezcan el contacto estudiantil con sus docentes, para recrear la idea de educación desde su función social, permite hablar de la “generación covid”, como ese conjunto de personas afectadas en su educación y formación y, por lo tanto, con dificultades para insertarse efectivamente en los entornos sociales de la sociedad del conocimiento, en particular en países que, como el nuestro, más tiempo tuvieron sus escuelas cerradas y con más dramáticas estadísticas de abandono y deserción escolar.

Empleando los conceptos de Joan Manuel, ¿cómo remediamos la tristeza que nos dan las verdades que muestra la educación?

Debemos aprender de todo lo que se ha hecho en todo el mundo, que son en definitiva tres cosas urgentes e importantes: volver a la presencialidad de modo cuidado y responsable, pero presencialidad al fin; hacer todo el esfuerzo posible en recuperar todo lo perdido, buscar a todo aquel que haya dejado de estudiar; y conocer a fondo sobre lo hecho y lo no realizado, para poder aprender y cambiar para mejorar. Recuperar lo perdido es posible, es un imperativo moral realizarlo. Aprender de lo hecho hasta ahora, una obligación institucional para no persistir en errores.

El sistema educativo puede ser visto como un conjunto organizado de sucesivas evaluaciones. El mundo ya no debate el valor de algunos dispositivos, por eso hoy poner en discusión las evaluaciones One/Aprender –que se realizan desde 1993– es poner en duda una herramienta que favorece la producción de información para reflexionar y tomar decisiones con fundamento. Cada vez que se postergaron, perdió el sistema, perdieron los docentes y los estudiantes, perdió la sociedad.

A más de un año de políticas en pandemia, es necesario aprender de lo realizado y trabajar realidades, es imperioso saber qué mejorar, cómo recuperar y devolver la educación a tantas niñas, niños y adolescentes que están fuera. Especialmente ahora precisamos dar el paso de la educación de emergencia a la de calidad y que nadie se quede atrás.

*Miembro del Consejo de Gobierno de Unesco-Iesalc.

Producción: Silvina Márquez.