Hay una tendencia de fondo que llegó para quedarse y que está impactando profundamente en la política y la economía a nivel global: la revolución verde. La misma busca cambiar la matriz productiva planetaria, haciéndola más sustentable para reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
Aunque las políticas ligadas al cambio climático se encuentran en agenda hace años, creo que nunca han tenido un impulso a nivel político como el que se ha visto en los últimos tiempos. Algunas iniciativas recientes dan una idea de la dimensión de esta tendencia: el Pacto Verde de la Unión Europea (UE) lanzado en diciembre de 2019 que busca transformar a la UE en el primer continente climáticamente neutro en el año 2050; el compromiso de China, anunciado en septiembre de 2020 en Naciones Unidas, de convertirse en un país carbono neutral en el año 2060; el gigantesco plan (US$ 2 billones) lanzado en marzo por el presidente estadounidense Biden que busca transformar la infraestructura del país con foco en disminuir la emisión de gases de efecto invernadero; la reciente Cumbre de Líderes organizada por EE.UU. que confirmó el compromiso de los principales líderes del mundo con esta agenda. Más allá de la política, el mayor fondo de inversiones del mundo, BlackRock, anunció que dejará de invertir en aquellas empresas que sigan siendo contaminantes en 2050, y pedirá a sus clientes que presenten planes para alcanzar emisiones cero.
Pasemos del mundo a Alemania para ver cómo esta tendencia global se manifiesta a nivel electoral. Este país, pionero en temas ambientales y líder en tecnologías verdes, tiene una sociedad civil muy sensible a esta temática, lo que se refleja en la presencia de un importante partido político verde, die Grünen (los Verdes). Fundado en 1980 para impulsar la agenda ecológica, así como causas ligadas a los derechos civiles y al feminismo, los verdes se ubicaron históricamente detrás de los grandes partidos alemanes, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD), alternando como tercero o cuarto partido más votado con los liberales (FDP) y en los últimos años con el partido de izquierda (Die Linke). Ingresaron por primera vez en el gobierno federal en el año 1998, como socios menores en coalición con la SPD del canciller Gerhard Schröder, con la figura de Joschka Fischer como ministro de Relaciones Exteriores y vicecanciller. Un segundo hito para el partido fueron la elecciones de 2011 en el estado de Baden-Württemberg, que les permitió estar al frente del gobierno de un estado federado por primera vez en su historia.
Llegamos ahora a 2021, último año de los 16 de gobierno de la canciller Ángela Merkel. Hasta hace poco tiempo la gran pregunta era quién iba ser el candidato de la alianza CDU/CSU para las elecciones del 26 de septiembre, asumiendo que esa decisión interna definiría el sucesor de Merkel. No sin tensiones, la alianza se terminó decantando por Armin Laschet, líder de la CDU, quien se suma al candidato confirmado por la SPD, el actual ministro de Finanzas y ex alcalde de Hamburgo Olaf Scholz.
Y de repente, en línea con una tendencia global que se hizo cuerpo en las preferencias políticas de muchos alemanes, y ayudada por una defectuosa gestión de la pandemia que incluyó escándalos de corrupción, la ola verde irrumpió. El 19 de abril los Verdes anunciaron a Annalena Baerbock como candidata para las próximas elecciones federales y, para sorpresa de muchos, pocos días después pasaron a liderar por primera vez en su historia las encuestas de intención de voto.
Faltan unos cinco meses para las elecciones y mucho puede cambiar, pero creo que no nos equivocamos al decir que la ola verde ya llegó y va a cambiar muchas cosas, incluyendo la relativamente estable política alemana.
*Director de Diplomacia del Siglo XXI y Posicionamiento Global de Fundación Argentina Global.