Los resultados de la reciente elección primaria demuestran la evidente inutilidad de las mismas. No se eligió a nadie y se provocó una situación de incertidumbre que sumió a nuestro país en una nueva crisis económica. Todo ello al costo presupuestario de 4500 millones de pesos. Al eliminar las PASO, no cabe duda de que, además debemos reformar el actual sistema de electoral que ha fracasado: en vez de “democracia” como forma de gobierno tenemos una incapaz “partidocracia”.
Los grandes partidos confeccionan las listas de sus diputados sobre la base de “la lapicera ” de algunos individuos influyentes. Para colmo, la necesidad de intercalar un hombre con una mujer, ambos sumisos a la jefatura partidaria, ha dejado fuera de las listas a valiosos candidatos o candidatas. Todo ello para hacer lugar a la mediocridad de parientes y amantes, una vergüenza para un país que pretende tener una verdadera democracia representativa.
En las primeras décadas de siglo XX, la Argentina figuraba entre los cinco países con mayor ingreso per cápita del mundo. Por la deficiente conducción política y económica que soportamos desde mediados del siglo XX, en la actualidad hemos descendido al puesto número 70 en el ranking del PBI per cápita de las naciones. Y, en nuestro Congreso, no hemos tenido nunca discusiones exhaustivas y esclarecedoras de nuestra decadencia, ni de las leyes para revertirla. Ello hubiera sido posible si existiera en nuestro país un sistema de elección de diputados por circunscripciones uninominales, con verdadero contacto directo con el pueblo de cada lugar, y no por listas centralizadas confeccionadas por los jefes de los partidos. En otras palabras, una verdadera democracia “representativa” en lugar de una “partidocracia”
Al principios del siglo XX, el presidente Julio Argentino Roca y su ministro del interior, el afamado constitucionalista y escritor Joaquín V. González, propusieron al Congreso la sanción de una sabia ley electoral que dividía al país en 150 circunscripciones a los efectos de la elección de los diputados nacionales al Congreso de la Nación. Se buscaba que cada diputado tuviera contacto directo con el pueblo de la circunscripción que lo votaba. Se proponía, además, el voto secreto y voluntario. Se imitaba así el sistema electoral establecido y consagrado en las democracias más eficientes de la era moderna: la de Estados Unidos, a partir de 1842, y la de Gran Bretaña, a partir de 1884. En estos países, cada diputado usa más de la mitad de su tiempo en hablar con los vecinos del lugar que lo elige. En ellos se ejercita una verdadera “democracia representativa”. Aunque, en los últimos 30 años, la excesiva concentración del ingreso nacional en pocas manos, señalada brillantemente por el economista francés Thomas Piketty, está llevando en los países capitalistas desarrollados a un populismo de extrema derecha que sus democracias, cabe esperar, sabrán corregir a tiempo.
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Con el proyecto de ley electoral de diputados de Roca y González se buscaba satisfacer los justos reclamos de la Unión Cívica Radical, el viejo partido de Leandro N. Alem e Hipólito Yrigoyen, creado en 1890, que bregaba tenazmente, incluso por la vía revolucionaria, por el saneamiento del sistema electoral como única bandera. El proyecto de ley de Roca y González había sido conversado secretamente por Roca con Yrigoyen por intermedio de un amigo de ambos, el ministro de guerra de Roca , el general Pablo Ricchieri.
El proyecto fue aprobado, pero con una importante y fatal modificación introducida por Carlos Pellegrini en el Senado: el voto no sería secreto. Por un exceso de liberalismo, Pellegrini permitía implícitamente el alquiler de las libretas. Pellegrini pensaba que si un ciudadano quería vender su voto, simplemente ejercitaba su libertad y ello no tenia nada de malo. Craso error de un gran político.
En las elecciones de 1904, celebradas con ese sistema, salió electo por la circunscripción de la Boca, el Dr. Alfredo L. Palacios, el primer diputado socialista de América. Para la presidencia de la República, el colegio electoral eligió como presidente al anciano y enfermo Dr. Manuel Quintana, a despecho del Presidente saliente, el General Roca, quien prefería a Marco Avellaneda. Lamentablemente, el alquiler de libretas desprestigió al nuevo sistema electoral y el radicalismo organizó el golpe fallido de febrero de 1905. Acto seguido, Quintana promovió la derogación lisa y llana de la ley electoral de Roca y Joaquín V. González, quizá asustado por el triunfo del socialista Palacios en la Boca, en lugar de perfeccionarlas con el voto secreto del proyecto original.
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En las elecciones de 1910 salió electa la fórmula Roque Sáenz Peña – Victorino de la Plaza por intermedio del antiguo régimen electoral, el anterior al propuesto por Roca y González. Sáenz Peña también había tenido conversaciones secretas previas con el jefe radical, Hipólito Yrigoyen, y había comprendido la necesidad imperiosa de sanear definitivamente el sistema electoral. Hizo sancionar por el Congreso una ley que establecía el voto secreto y obligatorio, pero lamentablemente por el sistema de “listas” que confeccionaban a su gusto y placer los capitostes partidarios, a veces, mediante internas amañadas. La novedad era que la lista de cada provincia era “incompleta” porque entraban dos tercios de los diputados propuestos por la lista ganadora y un tercio por la lista perdedora. Con este régimen para diputados y la intermediación del Colegio Electoral, la fórmula Hipólito Yrigoyen y Pelagio Luna ganó limpiamente las elecciones presidenciales de octubre de 1916. Sin dudas, ayudada por la recesión económica de 1915- 1916 ocasionada por el surgimiento de la primera guerra mundial, la cual cortó la larga racha de fenomenal crecimiento económico vigente hasta 1914, generado por el antiguo régimen.
En la época de Perón, en el decenio de los años' 50, se volvió al sistema de Roca y González de circunscripciones uninominales, pero lamentablemente con un defecto conocido en la ciencia política como “gerrymandering”, es decir, mezclando en un solo distrito la Recoleta con la Boca, por ejemplo. Esta trampa ya la practicaba un gobernador de Massachusetts, en Estados Unidos, en 1812. Así no vale. Debe respetarse la idiosincrasia de los pueblos, barrios y distritos. Además, el experimento de Perón fue acompañado por el monopolio de los medios de comunicación, difusión y propaganda. Y para colmo de colmos, con la reelección indefinida del Presidente de la República, que implicaba en realidad pasar de un régimen republicano a un régimen monárquico. Ese experimento trajo un gran desprestigio al sistema de las circunscripciones uninominales y, por eso, hoy seguimos con las “listas” confeccionadas por los jefes de los partidos políticos, pero con representación proporcional, y no de dos tercios y un tercio.
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Con el sistema de circunscripciones uninominales, los diputados nacionales por las variadas circunscripciones uninominales, a lo largo y a lo ancho del país, podrían dar debates esclarecedores desde sus bancas que eventualmente los llevaran a cargos superiores. El sistema de circunscripciones en nuestro país daría plena vigencia al artículo 22 de nuestra Constitución que afirma que "el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes, y que toda manifestación de personas que se atribuya derechos de pueblo comete delito de sedición". Se acabarían así las manifestaciones callejeras con los cortes de calles y de rutas. Los manifestantes podrían ocurrir a sus representantes en el Congreso para que las quejas se canalicen y discutan racionalmente por medio de debates esclarecedores.
Además, el sistema de circunscripciones requeriría una doble vuelta entre los dos candidatos más votados por cada circunscripción, salvo que un candidato a diputado se lleve el 50% de los votos en primera vuelta. La doble vuelta por circunscripciones uninominales fue establecida en Francia por el General de Gaulle para evitar que el partido comunista francés, primera minoría, se quede con el gobierno de Francia. En nuestro país serían necesarias para frenar intentos totalitarios y terminar también con el inútil y costoso sistema de las PASO.
Sin embargo, el mero sistema democrático de elecciones por circunscripciones uninominales para los diputados no basta para tener un buen gobierno. Es necesario que los cargos administrativos del Estado, en el ámbito del Poder Ejecutivo, se cubran por carrera administrativa de mérito con funcionarios de gran talento. Así sucede en todos los países desarrollados, y no por el sistema actual, que tenemos, de nombramiento de amigotes personales de los ministros, que suele facilitar el cobro de coimas, algo que atrasa y corrompe a nuestro país. Pero este es tema de otro artículo.
Para profundizar en ambos temas ver mis proyectos de ley transcriptos en mi libro Propuestas Superadoras de editorial Prosa Editores del año 2018.