A mediados de los años 60 el psicólogo Peter Wason empezó a utilizar el término "Sesgo de Confirmación" para describir la muy humana actitud de filtrar los hechos en función de nuestras creencias y valores, para de esta forma, descartar los que no coinciden con ellas y reafirmarnos en aquellos que las confirman. Estar en el mundo no es estar abiertos a que nuestro mundo esté en crisis constante, por lo que desarrollamos mecanismos muy efectivos para evitarnos la mala sangre. En términos políticos, esos sesgos se profundizan cuanto más informados estamos, y en 1990 el politólogo norteamericano John Zaller realizó una amplia investigación en la que demostraba que los ciudadanos y las ciudadanas más informados eran quienes más resistencia presentaban a información que no sintonizara con sus formas de ver el mundo y por tanto a cambiar sus opiniones.
La era de la información generó novedades por la capacidad de organizar nuestro mundo ya no solamente a partir de elegir nuestras amistades o que medios consumimos, sino dejando que sean los algoritmos quienes realizan el trabajo de construirnos un hogar confortable para nuestras ideas, y de allí viene la idea de burbujas informativas. Pero los sesgos no son cosa de las redes sociales sino que son cosas de las personas que interactúan en ellas. Las emociones mandan a la hora de vincularnos con lo político, los consumos informativos tienen fuertes sesgos de confirmación de acuerdo a nuestras formas de entender el mundo. Podemos pensar organismos colectivos en esta clave y aplicado a gobiernos en crisis existe una importante tendencia a reforzar estas "avaricias cognitivas" en palabras del sociólogo español Manuel Castells.
En muchas de sus intervenciones, luego de las PASO del 11 de agosto, Macri definió al resultado electoral como responsable de la crisis económica que atraviesa su gobierno. En algunas de esas intervenciones fue un poco más arriesgado y señaló a los ciudadanos y ciudadanas que no acompañaron su propuesta electoral como los responsables de lo que le estaba pasando al país. Luego de la marcha del 24 de agosto el gobierno pareció entender que su intensidad militante representaba a la sociedad argentina que se despertaba para defender la República. Parece una reacción intuitiva lógica: frente a las crisis el gobierno decidió encerrarse en su burbuja informativa, refugiarse en los fans que le dicen que está todo bien, que aguante. El problema de la intuición en estos casos es que se recuesta sobre la necesidad que tiene el oficialismo de ordenar un mundo que no comprende. "Esta elección no sucedió" afirmó el Presidente de la República negando el derecho a participar de casi 25 millones de personas emitieron su voto el 11 de agosto. "No sucedió" signifca mi estar-en-el-mundo no puede convivir con esa información. El problema es que aquí no hablamos de ciudadanas y ciudadanos sin responsabilidades institucionales sino del Presidente de la República, que tiene que llevar adelante un gobierno fuertemente condicionado por estas disonancias con los hechos.
Mauricio Macri minimizó la derrota: "Esta elección no sucedió"
Para los gobiernos esas actitudes son fatales, pero les permiten llegar al final del mandato creyéndose bellos y queridos. Lo curioso es que el "Manual Durán Barba” tiene un fuerte componente anti microclima. No cree en círculos rojos ni en plazas llenas. Afirma, de manera cierta, que la mayoría de los votantes no tienen la más mínima conexión con esas formas de participación. Incluso se mofa de ellas, por ejemplo con los concentraciones sindicales: “Moyano llena plazas pero no lo vota nadie”. Sin embargo ante la adversidad parece que las burbujas del microclima son mucho más confortables. Burbujas de sentido que no son un problema que llegó con las tecnologías de la información sino que afectan a todo lo humano, incluidos los presidentes.