OPINIóN
II Foro

Reflexión y construcción de acuerdos para re-imaginar la educación con el coronavirus

La incertidumbre es el primer condimento que nos deja está pandemia. En tiempos de discusiones posmodernas y epistemologías post-estructuralistas, tal vez tengamos que volver a fortalecer a nuestras instituciones educativas y a su identidad.

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Experiencia. En la Ciudad, alumnos de los últimos años del secundario volvieron a las escuelas. | nestor grassi

En estos meses que han transcurrido desde el inicio de la pandemia hemos hablado mucho. Y creo que seguimos hablando, en un esfuerzo casi catártico de anticipar escenarios futuros. Aun sabiendo que es imposible anticipar el futuro, intentamos indagar en lo que estamos viviendo hoy, tratando de encontrar claves, pautas, indicios que por un lado calmen nuestra ansiedad y por otro nos ayuden a pensar, imaginando lo que viene.

Me encontré diciendo en este tiempo, seguramente junto con muchos otros colegas, que la pandemia ha funcionado como un catalizador, un acelerador de procesos. De ahí que, si la pobreza era un problema de la Argentina, se ha profundizado; si la brecha digital existía desde hace tiempo, es ahora más amplia; si nuestras instituciones atravesaban procesos críticos, seguramente incrementen ahora su vivencia de desestructuración. Como con una especie de lente de aumento, nos hemos convertido en renovados analistas de nuestras dificultades.

La pregunta que muchos de nosotros nos hacemos es: cuando esto termine, ¿por dónde continuar?

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Desarrollo mi trabajo en la universidad, que es seguramente el nivel del sistema educativo que cuenta con mayores y mejores recursos para atravesar este trance. Y será, seguramente, el nivel que se recuperará (aún

en áreas más críticas de profesionalización en terreno y prácticas de laboratorio) con mayor facilidad. Sin embargo, si pienso en el resto del sistema, los problemas parecen volverse inconmensurables. Inconmensurables por la extensión geográfica, por la inmensa heterogeneidad de condiciones en sus múltiples dimensiones: económica y de recursos; ambientales; de conectividad y acceso; de formación de sus equipos. Si esta heterogeneidad no asegura igualdad de oportunidades y la pandemia lo ha profundizado ¿por dónde continuar?

Propondré una respuesta aún a riesgo de que queden en cierta opacidad las necesarias discusiones que desde un nivel macro podrían alimentar decisiones políticas. En buena medida, debido a mi formación y a la perspectiva desde la cual miro esta realidad que nos ha tocado vivir, diría “empecemos por las instituciones y el favorecimiento de su energía vital”. Ello será posible conectando a las instituciones con sus contextos, en nuevos encuentros que den lugar a lo heterogéneo.

En tiempos de discusiones posmodernas y epistemologías post-estructuralistas, tal vez tengamos que volver a fortalecer a nuestras instituciones educativas y a su identidad. Aún en tiempos en que la idea de sujeto y la de identidad parecen haber pasado de moda, ¿no será preciso acordar sobre ciertas “certezas” que nos hagan posible navegar en este mar de incertidumbre?

Fortalecer nuestras escuelas en tanto instituciones significa generar condiciones para que ciertos acuerdos mínimos les permitan recuperar y transformar su identidad. Saber quiénes son y qué es lo que se proponen, qué pueden hacer. No hay reforma curricular ni innovación pedagógica sustentable sin tramas institucionales que le otorguen sentido y la traduzcan en proyectos, en acciones concretas, en redes de contención social y psíquica.

Fortalecer nuestras escuelas en tanto instituciones es reconocerlas como puntos de articulación entre lo subjetivo y lo social, unidad de análisis privilegiada para pensar en la posibilidad de un proyecto. Significa generar condiciones que fortalezcan sus lazos internos, promuevan el desarrollo de la grupalidad al interior de sus equipos y andamien la elaboración de proyectos propios.

Hace ya muchos años, José Bleger, un médico y psicoanalista argentino supo dejarnos ideas que aún hoy son de invalorable significación para entender buena parte de los problemas que aquejan a la Argentina. Pensando justamente en las instituciones nos habló del “grado de dinámica de una institución” y la definió  como la capacidad de convertir sus conflictos en “pblemas” y no en “dilemas”. El “grado de dinámica” hace a la vida de las instituciones y a una suerte de energía vital. Esta proviene de cada singularidad; emana, en condiciones favorecedoras, del interior mismo de las instituciones. Sobre estas condiciones será preciso trabajar ¿Seremos capaces?

Esta columna fue realizada en el marco de la presentación del II° Foro de Líderes por la Educación organizado por Editorial Perfil, Unicef y la UBA que se llevará adelante el 16 y 17 de noviembre y será transmitido por streaming a través de Perfil.com.

Inscripción gratuita en el siguiente link: https://foroeducacion.meriti.com/

Por Diana Mazza, Doctora en Educación, docente e investigadora de la UBA en Pedagogía,