OPINIóN
Pandemia, género y trabajo

¿Un antes y un después?

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Trabajo doméstico. Las mujeres tenían una participación del 76% y ellos el 24%. | shutterstock

La situación desatada por la difusión del covid-19 y sus efectos sobre todos los planos de la vida plantean desafíos para su análisis. Algunas voces enfatizan las disrupciones que ha provocado la pandemia, mientras que otras, sin descuidar los cambios acontecidos, eligen leer este contexto como profundización de tendencias preexistentes. Si observamos los comportamientos del mercado de trabajo argentino, podemos identificar tanto rupturas como continuidades. Por eso resulta necesario contemplar los factores coyunturales para describir las alteraciones, así como también las cuestiones estructurales que ayudan a comprender la persistencia de algunas variables.

En los últimos cuarenta años, las formas del capitalismo global han ido adquiriendo cada vez más estructuras organizacionales flexibles, que implicaron nuevas formas de organización del trabajo. La polivalencia y adaptación al cambio comenzaron a combinarse con empleos temporales, subocupación e informalidad, siendo estos más acentuados en países periféricos, como es el caso de Argentina. Esta realidad afecta a buena parte de la población trabajadora en general, y a los colectivos vulnerables en particular, entre ellos el de las mujeres.

Un elemento persistente es el alto nivel de empleo no registrado. El período 2003-2020 comprende gestiones con diferentes orientaciones en las políticas laborales. No obstante, el nivel de registración de varones se mantuvo superior al de mujeres durante todo el recorte, evidenciando una falencia endémica. Se identifica, sin embargo, que bajo pandemia estos registros disminuyeron, lo que se explica por las medidas de aislamiento, que impidieron que muchas personas pudieran sostener su actividad, más que por un aumento de la registración.

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Por otra parte, la brecha salarial exhibe que hace más de una década las mujeres perciben entre un 20% y un 30% menos que los varones por igual puesto por ocupación principal; y esto se amplía en el sector informal.

Además, inciden la segregación vertical y horizontal. La primera refiere a las trabas que las mujeres encuentran para ocupar cargos jerárquicos. La pandemia no implicó alteraciones aquí, tal como se muestra en los cargos de jefatura y dirección. La segregación horizontal remite a la existencia de puestos “para mujeres” o “para varones”, según perfil y capacidades requeridas. La reducción de la tasa de desempleo femenino en el tercer trimestre de 2020 bien podría responder a una mayor demanda para tareas de cuidado, nicho altamente feminizado. A su vez, el aumento relativo del desempleo masculino para igual período coincide con la pérdida de puestos de trabajo en el sector industrial y de la construcción, con preeminencia de varones.

Señalamos también cargas diferenciadas en el trabajo doméstico no remunerado. Antes de la pandemia las mujeres argentinas tenían una tasa de participación en estas actividades del 76%, mientras que entre los varones alcanzaba el 24%. La emergencia del covid-19 consolidó esta propensión. Conjuntamente, la feminización de la pobreza muestra que en situaciones críticas suelen ser las mujeres las que realizan mayores esfuerzos por asegurar la subsistencia, como se ha visto en la hiperinflación de 1988/1989, la crisis de 2001 o el panorama actual. Tal inclinación podría vincularse con el aumento en la búsqueda laboral por parte de mujeres, que superó a la de varones en un tramo de 2020. Aunque vale destacar que esta novedad no se tradujo en una equiparación efectiva en el mercado de trabajo, en el que sigue prevaleciendo el empleo masculino.

En definitiva, la pandemia ha tensado situaciones que ya regían nuestra organización cotidiana. Y si bien la lucha de los feminismos ha conseguido visibilizar problemáticas y subvertir las relaciones en varios planos, en los espacios de trabajo aún queda un largo camino por recorrer.

*Profesora titular de Sociología del Trabajo, carrera de Sociología FPCS UCES.