La intención del Gobierno de comenzar el ciclo escolar 2021 de manera presencial iniciará un experimento peligroso. Los proyectos de presencialidad asumen formatos más o menos brutales: con una presencialidad plena (CABA) o con dos o tres días de cursada desdoblando grupos. La decisión parte de dos presupuestos falsos: que los alumnos formarán parte de burbujas seguras y que no son población de riesgo. Ambos supuestos desconocen las condiciones reales de docentes y alumnos, y las distintas experiencias internacionales. Veamos cada punto.
En primer lugar, las “burbujas”. Solo en la cabeza de funcionarios que desconocen la realidad educativa, los docentes trabajan en una sola escuela. Ni siquiera es así para las maestras de grado, que suelen trabajar en dos. A su vez, los docentes curriculares de las primarias adoptan un esquema de trabajo muy similar al de los de secundaria: la docencia taxi. Esto implica peregrinar de una escuela a otra, a lo largo del día, en cursos donde se dictan dos o cuatro horas cátedra (o módulos) con una treintena de alumnos. Por eso, un alumno de primaria puede estar en contacto con seis docentes y uno de secundaria, con no menos de diez. Por lo tanto, cada alumno estará en contacto directo con los compañeros de su “burbuja” y de forma indirecta con todos los cursos de sus seis, diez o más profesores. A poco de hacer la cuenta, la cifra acumula miles de personas. Aun si un mismo docente logró concentrar todas las horas en una única escuela, es probable que esté en contacto con todos los alumnos del establecimiento. Agreguemos las burbujas de los posibles hermanos, las de sus propios padres que, de ser docentes, elevarán aún más la cuenta. Si la burbuja existiera, se “pincha” afectando a millones de personas.
Por otro lado, el escenario internacional. Distintos estudios reconocieron antes de la aparición de la cepa británica que se había subvalorado el problema de los niños. A noviembre, representaban el 11% de los contagios mundiales, según la Unesco, una cifra más que elevada. Un estudio publicado en enero de este año en la revista The Lancet determinó que niños y adolescentes menores de 20 años presentaron un 58% más de probabilidad de contagiar a otras personas que los adultos mayores de 60. Otros estudios en Estados Unidos, Alemania, India, Corea del Sur arrojaron conclusiones similares. En Victoria (Australia), Melbourne y Quebec (Canadá) se concluyó que las escuelas fueron claves en la propagación de la segunda ola; similar conclusión a la que llegaron Israel y República Checa. Reino Unido demostró que el cierre de escuelas (que se produjo antes del confinamiento total) hizo caer la cantidad de casos. En una dirección similar avanza Angela Merkel. Uno de los estudios más grandes con niños se hizo en la India y demostró que ellos pueden contagiarse entre sí, no solo a los adultos. Islandia determinó que los colegios contribuyen a la propagación de la enfermedad si un país no logra controlar la pandemia. Estados Unidos, un ejemplo de lo que puede ocurrir: hasta el 10 de diciembre de las escuelas de enseñanza primaria y secundaria habían documentado más de 313 mil casos. Finalmente, hay toda una serie de estudios que señalan que no puede pensarse el problema como si fuéramos a tratar a los niños en un laboratorio viendo si se contagian o no, porque existen “patrones de mayor riesgo de transmisión”. Y uno de esos es que las y los chicos establecen contacto entre sí en la escuela. Otros países cerraron sus escuelas, no porque las consideraran peligrosas (si hablamos de infraestructura, por ejemplo), pero sí para evitar el movimiento de personas.
Muchos de estos estudios reconocen que la información no es suficiente pero que la única alternativa sería abrir las escuelas, seguir a la población y ver qué ocurre. ¿Qué nivel de riesgo estamos dispuestos a aceptar y permitir? Así las cosas, el mundo nos proporciona ejemplos de lo que puede ocurrir. ¿Se animarán a realizar este experimento en Argentina, con un 60% de la población infantil pobre y subalimentada?
*Historiadora de la Educación. Miembro de la Corriente Docente Conti-Santoro.