La historia de “amor y muerte” que el líder de un pueblo originario del Gran Chaco le contó hace unos años a un ex embajador italiano en Brasil puso en marcha un innovativo proyecto que en un par de meses llegará hasta Milán, donde será presentado en un encuentro internacional de la ONU sobre los cambios climáticos. El diplomático confiesa haber quedado hechizado por el relato, que define como a “una versión Chamacoco de Romeo y Julieta”.
“Todo comenzó cuando Bruno Barras, cacique del pueblo Ybytoso de los Ishir-Chamamocos, me contó la tragedia de una joven en la localidad paraguaya de Karcha Bahlut, fronteriza con Brasil y Bolivia, que se suicidó porque los padres le prohibían casarse con su enamorado. Se quitó la vida en una vieja construcción de quebracho y palmeras utilizada para conservar objetos ancestrales y que luego fue quemada por la comunidad para alejar a los espíritus malignos”, recuerda el ex embajador Gherardo La Francesca. El lugar es considerado sagrado porque según la leyenda, que llega hasta nuestros días, los Anabsoro, semi-divinidades consideradas como seres superiores, habrían sido exterminados y sepultados en esa zona. Acto seguido, Barras pidió ayuda frente a lo que consideraba un sueño imposible: reconstruir el sitio. ¿Porque no intentarlo y buscar la manera de concretar esa aspiración?, se preguntó a su vez el diplomático italiano. Su respuesta fue la creación del Museo Verde, una asociación impulsada por antropólogos, arquitectos, médicos, agrónomos y fotógrafos.
Iniciativas. Una vez reconstruido el lugar del suicidio de la joven enamorada fueron surgiendo otros micro-museos en cinco comunidades diferentes de Argentina y Paraguay, todos ellos realizados con mano de obra, materiales y técnicas locales. Allí se preservan y exponen objetos artísticos nativos como tejidos, esculturas, pinturas, cerámicas, además de murales y tradiciones gastronómicas.
Para La Francesca, “el binomio cultura indígena-naturaleza es una fórmula eficaz a favor del desarrollo sostenible en ecosistemas como el del Gran Chaco, donde viven por lo menos 25 etnias y que cuenta con recursos naturales no contaminados, además de tradiciones ancestrales poco estudiadas. En Europa no somos pocos los que pensamos que el desmonte es lisa y llanamente un crimen ambiental y un absurdo económico, sin contar los daños provocados por la pandemia que agrava día a día los desequilibrios del área”.
Más allá de estas temáticas ambientales de fondo, el diplomático sacó cuentas y llegó a la siguiente conclusión: “En la región hay árboles centenarios que se venden a 15 dólares la tonelada para luego poder producir carbón. El precio en un mercado como el europeo de una madera comparable con la de esa área, por ejemplo el teak, es de 300 dólares la tonelada, 25 veces más”. ¿Cuál es entonces la propuesta?: “talar menos y vender a un precio justo podría evitar la deforestación, permitiendo mantener vivo al capital arbóreo”.
Hay otros frentes. En el área crecen 115 especies medicinales que las comunidades locales utilizan para curar alrededor de 35 enfermedades, riqueza que podría ser aprovechada sin dejar de lado esa sabiduría: “¿Por qué no tomar entonces en cuenta estas enseñanzas, cuales son las razones de esa postura absurda? El mundo sigue explotando las forestas como lo hacíamos cuando esas superficies eran mucho más extensas, la población mundial menos numerosa y no existían las tecnologías hoy disponibles. Hay que enfrentar el problema con un mix de sabidurías ancestrales y de conocimientos modernos. Pasado y futuro, esa es la clave”.
Etnias. El Museo Verde trabaja con siete grupos étnicos de diferentes localidades. En el Chaco argentino está presente junto a la comunidad wichi en Nueva Pompeya, donde se está restaurando un gigantesco aserradero de mediados del ‘900 que pasará a ser un monumento de arqueología industrial. Sobre las vías del viejo establecimiento, que en el pasado eran utilizadas para apoyar los troncos antes de ser ser talados, se van a instalar vitrinas con objetos de la artesanía local.
No muy lejos de allí, gracias a la comunidad qom de Fortín Lavalle y a la asociación Mujeres Artesanas, se ha construído una estructura modular con imágenes e información de objetos qom conservados en museos italianos o sudamericanos.
Por otra parte, una empresa italiana de diseño comenzará a realizar junto a la Universidad Católica de Salta un nuevo modelo de silla con maderas preciosas del área, proyecto que podría a su vez generar iniciativas similares, mientras que la editorial romana Officina edizioni acaba de publicar un libro con diferentes ensayos, mapas e ilustraciones vinculados a la región. En el plano interncional, el proyecto del Museo Verde será presentado en la COP 26, la conferencia ONU sobre los cambios climáticos de septiembre en Milán, donde entre otros temas se hablará precisamente de la gestión sustentable de la región.
En la conferencia, un panel académico-empresarial intentará responder a dos preguntas fundamentales: ¿Cuales son los cuellos de botella que impiden explotar de manera correcta la riqueza del Gran Chaco? ¿Cuáles iniciativas pueden implementarse para superar estas limitantes y proteger así a la selva?
Proyectos. Sobre la mesa hay varios proyectos piloto: mapear especies animales y maderas, capacitar maestros y aprendices de las comunidades indígenas, impulsar la certificación internacional del origen de las maderas preciosas, favorecer el acceso a los créditos de carbono.
También es fundamental contar con un logo para difundir los productos del área, crear pequeñas infraestructuras de alojamiento para viajeros interesados en el universo naturaleza-culturas indígenas, producir y comercializar hierbas medicinales, abrir canales a importadores de maderas que abastezcan a la industria de diseño y náutica.
Una lista de objetivos sin duda interesante, aunque quizás demasiado ambiciosa y extensa. “Sí, es cierto, la lista es larga y no le falta ambición, pero estamos convencidos que es el camino correcto incluso para otros ecosistemas de América Latina. Sin olvidar que nuestra idea del Museo Verde comenzó con el sueño de un cacique”, concluye La Francesca, quien a lo largo de su carrera en la cancillería italiana trabajó en las áreas de cooperación al desarrollo y de cultura, y en varios países, entre ellos la Argentina.
Hoy en día colabora con el museo de Prehistoria y Etnografía Pigorini de Roma y con el de Antropología y Etnología de Florencia. Su mirada hacia la región es la de un diplomático europeo apasionado por la causa “verde” y que no se cansa de destacar la inmensidad y las potencialidades del Gran Chaco.