Poca cobertura ha tenido en los medios occidentales la 22ª Reunión del Consejo de Jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) realizada la semana pasada bajo la presidencia de India, pese a que los países miembros de esta organización –creada y motorizada por Rusia y China desde 2001 en el marco de su creciente convergencia estratégica– representan el 42% de la población mundial y superan en conjunto el 25% del PIB global, a la par de ser la mayor institución de cooperación económica en Eurasia y uno de los ejes del denso entramado de instituciones y organismos regionales de la región. El peso gravitacional de Eurasia y de la OCS en la actual dinámica internacional es crucial en tanto agrupa a un conjunto de naciones que no se han alineado con Occidente en su apoyo a Ucrania en la guerra con Rusia; han cuestionado o ignorado, en su mayoría, las sanciones occidentales a Moscú y promueven colectivamente la multipolaridad del sistema internacional. A los seis miembros fundadores de la OSC –China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán en 2017 se sumaron India y Pakistán y recientemente Irán, con una larga lista de miembros observadores y de diálogo que aspiran a incorporarse en algún momento a la OCS, desde Mongolia y Bielorrusia a Turquía y Arabia Saudita.
A lo largo de su trayectoria, la agenda de la OCS ha ido evolucionando desde la lucha contra “los tres males” –terrorismo, extremismo y separatismo– hacia los temas de cooperación económica y conectividad y la organización se ha vinculado a otros organismos regionales como la Unión Económica Euroasiática, la Iniciativa de la Franja y de la Ruta (BRI), y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).
La anterior Cumbre de la OCS en Samarcanda, realizada en septiembre de 2022, se desarrolló durante dos días, a pocos meses de iniciada la “operación militar especial” de Rusia en Ucrania y, además de llevar adelante una intensa agenda de temas de cooperación, concitó la atención por ser la primera cumbre a la que asistió Putin desde el inicio de esta “operación especial” y por la inclusión formal de Irán como miembro pleno. El tema de Ucrania, sin embargo, pesó de una manera significativa en la reunión, en tanto Modi y Xi Jinping –con diferentes énfasis y matices–, aprovecharon la ocasión para transmitirle a Putin sus comentarios críticos en torno a la guerra.
Por contraste, la reciente Cumbre de Nueva Delhi –realizada en forma virtual y que duró unas tres horas– pareció marcar una tendencia del país anfitrión de rebajar el tono y los alcances de la Cumbre de Samarcanda y puso en evidencia que en el seno de la organización se hacían evidentes las diferencias de agendas, intereses prioritarios y visiones estratégicas de los países miembros. Por un lado, esto se hizo particularmente manifiesto en los distintos tonos y énfasis de las intervenciones de Modi, Xi y Putin. Por otra parte, esta vez se soslayaron los temas referidos a la guerra en Ucrania y no se abordó la iniciativa del Indo-Pacífico y su impacto sobre la dinámica eurasiática, ambos temas sensibles tanto para Rusia como para India. En la declaración final India se abstuvo de apoyar la BRI a la que mira con suspicacia por el papel de China –a pesar de los esfuerzos de Beijing por revitalizar la iniciativa.
Además de la participación de Irán como miembro pleno –y potencial socio de un nuevo RIC (Rusia, China, Irán) claramente alineado contra Occidente– se puso énfasis en la necesidad de incorporar a Afganistán a la organización con el propósito de neutralizar las posibles amenazas terroristas e India insistió en los temas de conectividad y cooperación tecnológica, en el marco de una visión colectiva sobre el surgimiento de un mundo multipolar que, sin embargo, no dejó de asomar las diferencias entre los miembros de la OCS, particularmente entre India y China.
La Cumbre de Nueva Delhi evidenció las tensiones existentes en el espacio euroasiático y planteó una serie de interrogantes sobre el futuro de la OCS afectada, a su vez, por los nuevos alineamientos geopolíticos que impone la guerra en Ucrania y la reconfiguración de las alianzas internacionales en la actual transición del sistema internacional.
*Analista internacional y autor de Guerra y Transición Global.