Estados Unidos, el Reino Unido y Australia anunciaron la constitución de un acuerdo militar amplio, denominado Aukus, cuyo punto más importante es la provisión de armamento y tecnología militar a Australia, incluyendo submarinos de propulsión nuclear. Se ha escrito sobre el tema -entre otros, un muy buen artículo de Andrés Serbín se publicó ayer en PERFIL- en general poniendo el foco en el balance en Asia-Pacífico y la irritación de China, y en la molestia que produjo en Francia el perjuicio comercial que le causó el pacto, competitivo de sus propios contratos de venta.
Propongo hacer foco en otro punto: el impacto que este acuerdo producirá en el statu-quo que, aunque inestable e imperfecto, se sostuvo en el tiempo. Hasta hoy, sólo seis países fabricaron y operan submarinos nucleares: las cinco potencias autorizadas a tener armas nucleares por el Tratado de No Proliferación nuclear (TNP) más la India (que no firmó el Tratado y también posee armas nucleares). ¿Qué significa esto? Que todos los países que poseen submarinos nucleares los tienen y operan bajo su programa militar, no sujeto a salvaguardias civiles. Dicho de otro modo, no hay países sin armas nucleares que -a la vez- tengan submarinos nucleares operando y desplegados bajo salvaguardias civiles.
Un submarino de propulsión nuclear no es un submarino con armas nucleares. En la apariencia, son similares a cualquier otro submarino y su tecnología es independiente del tipo de armas que cargan. La diferencia radica en que el submarino nuclear posee un motor propulsado por fisión nuclear en vez de combustión diésel. Esto, por supuesto, le otorga una enorme ventaja militar a los países que los operan: por un lado, no requieren recargar combustible por décadas y por el otro, la alta eficiencia de la energía nuclear hace posible que los estos submarinos operen a “velocidad de combate” por tiempos más largos que los artefactos con motor convencional. Sin embargo, es importante tener claro que su posesión no está prohibida por el TNP y -en teoría- cualquier país puede tenerlos.
No todo es tan simple. Los acuerdos de salvaguardias vigentes obligan a aceptar inspecciones sobre el material fisionable que poseen y un submarino carga material fisionable. ¿Cómo inspeccionar un artefacto móvil diseñado precisamente para no ser encontrado? Hasta ahora ese equilibrio mostraba -en este punto- un único challenger: Brasil. Nuestro vecino, no poseedor de armas, reclama su derecho a construir un submarino nuclear y tiene un programa de construcción activo y en marcha. Si sus planes se cumplen, cerca de 2030 debería haber un submarino nuclear brasileño transitando los mares, el primero -hasta ahora- operado por un país no poseedor de armas.
Debido a este programa, Brasil transita desde hace tiempo por una situación delicada. No está desarrollando nada que no esté permitido, pero se ha parado “en el borde” frente a las potencias poseedoras, que se guían desde hace años por el principio “cuantos menos jugadores, mejor”.
Pero todo cambia con el Aukus. Brasil ya no sería el primero y tendrá desde ahora un enorme paraguas para proteger su programa: Australia poseerá submarinos nucleares, provistos nada menos que por los Estados Unidos y será difícil sostener que Brasil rompe equilibrios. Habrá quien declare que Australia compra a terceros y no construye ni diseña, pero sin dudas el debate subirá a otro nivel y Brasil contará con un argumento poderoso a la hora de defender su política. ¿Aprovechará políticamente Brasil el gigantesco “centro” legitimador de su programa que le acaban de tirar?
*Miembro de la Fundación Argentina Global, Profesor en la Universidad de San Andrés, Director del Programa de Estudios en Energía Nuclear e Innovación de la UNTreF.