PERIODISMO PURO
ENTREVISTA EXCLUSIVA

Alberto Fernández: "El último jefe político que conocí fue Néstor. Nunca más tuve un jefe político"

El presidente de la Nación ahondó sobre su relación con la vicepresidenta Cristina Kirchner, advirtiendo que son "compañeros de ruta en un escenario muy complejo". "Nunca me sentí esclavo. Nunca reconocí como amo a nadie", remarcó.

El presidente Alberto Fernández, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
El presidente Alberto Fernández, en la entrevista con Jorge Fontevecchia. | Juan Obregón

—Le adjudican a Máximo Kirchner el apodo de Pimpinela para el vínculo que usted tiene con la vicepresidenta. 

—No lo sabía.

—¿La exposición pública de diferencias entre usted y la vicepresidenta es negativa para el Gobierno? 

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—El día que Cristina me propuso que fuera el candidato a presidente, lo primero que le advertí fue que recordáramos que no pensamos igual. Me fui de su gobierno. Definitivamente, no pensamos igual en todo. Pero tenemos un común denominador sobre el que no tenemos discusión. Ese común denominador está intacto.

“La Argentina está llena de dogmáticos que viven en un lado y otro lado de la grieta.”

—¿Bajo el paradigma de Mao Zedong, se diría que tiene contradicciones secundarias, pero no primarias?

—Algo así. Pero prefiero seguir usando la terminología peronista. El común denominador es pensar en la justicia social, la soberanía política y la independencia económica. La necesidad de equilibrar en una sociedad que se desequilibró mucho. La necesidad de mejorar los ingresos de los que menos tienen. Producir y dar trabajo. En eso no tenemos grandes discusiones. No discutimos tanto el modelo como los modales. Creo que es eso tal vez donde podemos tener diferencias, en cómo llevamos adelante algunas acciones. Y ahí yo la escucho con atención. Tiene ocho años de experiencia de presidenta, pero el que decide soy yo. Después escriben cosas y se dicen cosas. Cristina, además, es una persona, la calificación le cabe a ella, intensa, en el sentido de que es muy expresiva y cuando quiere decir algo lo dice, y yo lo tomo como la opinión de Cristina. Borges, cuando decía algo que por ahí sonaba altisonante y hacía mucho ruido, decía: “Bueno, pero no sé por qué le dan tanta importancia, finalmente es una opinión”. Y a mí me pasa algo parecido. Es una opinión. 

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—Una vez lo escuché decir que la política finalmente la hacen personas. La psicología ocupa un rol esencial. ¿Cómo es convivir con una mujer que tiene el poder de Cristina Kirchner? ¿Cómo se convive emocionalmente con esa carga?

—No convivo. Eso es algo mucho más denso. Lo que hago es compartir un tiempo de trabajo. 

—¿No se hubiera casado con Cristina?

—No. Además, se casó con Néstor. Tengo un enorme cariño por la familia Kirchner. Guardo un cariño entrañable por Néstor y, por carácter transitivo, por Cristina. Los años en que estuve distanciado de Cristina no fueron lindos para mí. Fueron feos, porque me distanciaba de alguien a quien quería. Ese afecto existe. Muchas veces los hermanos se quieren mucho y aun así discuten. Eso puede ser lo que nos pasa con Cristina. A mí no me altera mucho discutir. Es parte del hacer político. Por eso decía que echarle la culpa a un diputado por lo que dijo es medio absurdo. El debate y la discusión son parte de la política. Nunca recibí de Cristina una actitud que me dañara. Propone un debate político, pero no personal. 

En el reportaje anterior que le hice dijo: “Es verdad que a veces los hombres comunes tenemos responsabilidades. En mi caso, llegué a ella por decisión popular, por el voto. En esa circunstancia, lo que uno no debe olvidar nunca es su condición de hombre común”. En esa taxonomía, ¿Cristina Kirchner entra dentro de los calificativos de una persona común? 

—Es una discusión que tenemos. Ella piensa que cuando uno llega a la presidencia su vida cambió para siempre. Es verdad que ya no podemos andar solos por la calle porque tiene que haber seguridad. Me mueva donde me mueva, debe ir una avanzada para garantizarla. Si me subo a un avión, tengo que cubrir todas las normas que corresponden. Me bajo de ese avión y hay un ceremonial que me recibe. Definitivamente, la vida cambia. Ella lo percibe así. Yo tengo una pelea íntima con eso. No quiero dejar de ser un hombre común. No recuerdo si lo dije en el reportaje anterior, pero el ejemplo es el celular. Mi celular es el mismo desde el año 1994. Cristina me dijo que debía cambiarlo porque lo tenía todo el mundo. Efectivamente, lo tiene todo el mundo. Pero me pregunto: ¿dejé de ser amigo de todos mis amigos el día que asumí como presidente?, ¿tengo que desentenderme de todos los que me conocieron? No. Es exactamente al revés. Tengo que seguir muy cerca de ellos. Son los que me ponen los pies sobre la tierra.

El presidente Alberto Fernández, en la entrevista con Jorge Fontevecchia
"Los años en que estuve distanciado de Cristina no fueron lindos para mí. Fueron feos, porque me distanciaba de alguien a quien quería. Ese afecto existe".

—Cuando se plantea a una Cristina Kirchner omnisciente, omnipotente, superpoderosa, ¿puede haber detrás una estrategia para tratar de justificar actitudes de respuesta de dureza por parte de la oposición?

—Hubo un esfuerzo enorme por mostrarme como sometido a Cristina; no lo estuve, no lo estoy y no lo estaré. 

—¿Una Cristina Kirchner más poderosa es funcional a mostrar a un Alberto Fernández menos poderoso?

—Si hay uno que conduce al otro, entonces efectivamente hay un jefe y un empleado. No tengo ninguna jefatura. El último jefe político que conocí fue Néstor Kirchner. Nunca más tuve un jefe político. Somos compañeros de ruta en un escenario muy complejo. Los medios y la oposición tratan de mostrarla a ella prevaleciendo sobre mí. Cuando no lo logran, insisten con esa idea. Buscan que nos dividamos, nos separemos, nos peleemos y que cada uno haga su juego. Cuando cada uno hizo su juego, aparecen los Macri. No queremos que vuelva a suceder.

—¿Alguna vez pensó en la dialéctica del amo y el esclavo de Georg Hegel? En el devenir de la acción, el esclavo empieza a adquirir saberes, conocimientos y prácticas, mientras que el amo, al no actuar, las va perdiendo hasta que se invierte el orden. 

—Nunca me sentí esclavo. Nunca reconocí como amo a nadie. Mi último jefe político se llama Néstor Kirchner. De ahí en más, no hubo otro. Me moví con autonomía y sin responderle a nadie.

—Conocimientos que dio la presidencia pueden quedar obsoletos pasado cierto tiempo, mientras que el ejercicio actual del cargo otorga saberes más actualizados.

—A veces aparece eso en las discusiones con Cristina. El mundo en el que Cristina gobernó es distinto al que me toca a mí. Sus experiencias me sirven de poco en muchos casos.

El presidente Alberto Fernández, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
"Hubo un esfuerzo enorme por mostrarme como sometido a Cristina; no lo estuve, no lo estoy y no lo estaré".

—La imagen negativa de Cristina Kirchner que reflejan las encuestas no descendió en el ejercicio de la vicepresidencia e irradian también a Máximo y a sus discípulos. ¿Por qué?

—Sufrió un proceso de estigmatización muy fuerte. Durante cuatro años fue presentada en muchos medios del país, no diría en todos, como la síntesis de la perversión. Construyeron la idea de que su familia entera era una asociación ilícita.

—¿De eso no se vuelve?

—No es fácil. Mucha gente quedó convencida de eso. Pienso siempre en lo que le pasó a Aníbal Fernández: un día lo convirtieron en el jefe del tráfico de la droga. Le pusieron el estigma de “la Morsa” y que había participado en un triple crimen. El pobre tipo vivió años con ese estigma, sin que la Justicia nunca lo haya citado y nunca haya aparecido en ninguna causa vinculado a esos temas.

—En los primeros dos años de gobierno de Néstor Kirchner, muchas de las acciones políticas se explicaban por la necesidad de construir poder propio e independizarse del padrinazgo de Duhalde. ¿Cuánto se parece aquel escenario al de estos dos primeros años de su gestión, siendo Cristina su “madrina” política, con la diferencia de que Duhalde no era parte del gobierno y ella es un miembro central?

—La ruptura entre Kirchner y Eduardo Duhalde fue responsabilidad exclusiva de Eduardo Duhalde. En 2005 pretendió tener una participación en la lista de diputados mayor que la acordada. Ese año decidió separarse de nosotros. Quiso impulsar a su esposa, Chiche, como candidata a senadora. Yo trabajaba codo a codo con Néstor, el tema político estaba básicamente en mis manos. No hubo un plan de diferenciación de Duhalde, aunque era claro que eran distintos. La percepción se fue dando poco a poco. También poco a poco se van dando cuenta de que Cristina y yo no somos necesariamente iguales. No lo somos.

—¿Le molesta que en reuniones con sectores empresariales le pregunten si Cristina está de acuerdo con sus decisiones?

—No me molesta. Es parte de la realidad que me toca. Tengo una vicepresidenta muy importante.

—Asumiendo que entonces en la relación entre usted y la vicepresidenta no hay sometimiento, ¿podríamos plantear que entre un ala del kirchnerismo y usted hay desconfianza?

—Sí. En el espacio tenemos extremos. Y sí hay desconfianza. No tengo la solución. Son los que me criticaban haber estado en la cumbre de líderes democráticos que organizó Joe Biden al mismo tiempo que Evo Morales y Luis Arce, presidente de Bolivia, publicaban tuits agradeciéndome por lo que había dicho. 

—¿Cómo es su relación con Máximo Kirchner?

—Muy buena.

—¿En qué se diferencia de Cristina Kirchner?

—Quizá no le hago un favor a Máximo; pero me parece que Máximo tiene una lógica política más parecida a la de Néstor que a la de Cristina. A mi juicio eso es un valor, porque Cristina tiene una suerte de liderazgo carismático muy fuerte que Néstor no tenía. Néstor tenía más un liderazgo racional. Yo intento ejercer un liderazgo más racional. Detesto los personalismos. Son un problema para la democracia. Máximo se parece mucho a Néstor en eso.

—Sergio Massa dijo textualmente: “Máximo Kirchner es más parecido a Néstor Kirchner que Cristina Kirchner”.

—Compartimos.

— Lea acá la entrevista completa de Jorge Fontevecchia con Alberto Fernández