—Te conocí hace cinco años cuando, con apenas 20 años, recibiste el premio Perfil a la inteligencia. Por entonces las expectativas respecto del futuro de Argentina eran totalmente distintas a las de hoy. No existía esta cantidad de jóvenes con deseo de irse del país. ¿Cómo viviste el cambio?
—Es un poco complejo de mi lado, porque muchas de las cosas que producimos, de los inventos y de las ayudas que damos, nacen en un taller chiquitito en Parque Patricios. No tenemos apoyo de Estado; nos apoyan empresas, voluntarios y otras organizaciones. Hay mucha burocracia, es muy complicado. Por nuestra cuenta intentamos ayudar y aportar nuestro granito de arena. Cuando te encontrás con la burocracia y las prohibiciones, te pega para atrás y te preguntás qué solución hay para todo eso. ¿Me sigo bajoneado con lo que pasa o me busco una alternativa, como puede ser enviar los archivos vía mail, que lo descargue alguien en Córdoba, imprima la prótesis y la entregue? El gen argentino hace que les encontremos la vuelta a todas las cosas malas. Sabemos atarlas con alambre, pero las cosas deberían estar bien hechas de raíz.
—¿Te ves dentro de diez años en la Argentina?
—Soy ciudadano italiano. Puedo hacer el escape, por así decirlo, cuando quiera. También percibo que si yo programo algo desde acá, lo puedo hacer en otro país. Puedo hacer una LLC (N de R: Limited Liability Company o Sociedad de Responsabilidad Limitada) en Delaware, una empresa en cualquier parte del mundo, y hacer lo que hago. Literalmente, en cualquier lugar del mundo es posible. En lo personal, por ahora no: siento que todavía tenemos algo más para dar en el país. Espero que no sigamos sufriendo todas estas burocracias que nos impidan avanzar como emprendedores. También es cierto que tanto mi equipo como yo diariamente tenemos muchas cosas que resolver. Desde algo tan sencillo como el precio de una prótesis. Nosotros las estamos donando. Energía para hacer nos queda y esperamos poder seguir devolviéndola.
—¿Cuántos son en tu equipo?
—En Atomic Lab estamos en 44 países con un grupo grande de voluntarios que se dedican a imprimir las prótesis. Trabajan a través de la plataforma. Comienzan por buscar los pedidos.
“No tenemos apoyo del Estado; lo hacen empresas, voluntarios y otras organizaciones.”
—¿Es un voluntariado?
—Eso es 100% voluntariado, sí. Funciona en 44 países, organizaciones, penales, escuelas, hospitales que tienen impresoras 3D, y hacen todo el proceso como si nosotros estuviéramos presentes en esos países.
—¿Y aquí en la Argentina?
—En Parque Patricios estamos en una esquina que la estamos transformando para que sea también una liga de inventores, un tallercito de inventiva para jóvenes. Nos interesa poder explotar la creatividad del mismo lado que yo cuando era chico. Me encantaba desarmar los electrodomésticos de mi casa. A veces, me iba al otro extremo. Agarraba un cuchillo, lo metía a la hornalla y cortaba los aparatos de mi casa y los rompía intentando descubrir qué había adentro y cómo funcionaban. Esa misma curiosidad es la que me gustaría transmitirles a los chicos más jóvenes. Hay cosas que no entendemos cómo funcionan, pero si nos metemos a desarmarlas, romperlas, aprenderemos.
—¿Cuál es la parte comercial de tu trabajo, además de la solidaria?
—Tiene que ver con la financiación, Atomic Lab tiene dos formas de trabajar. Una es la privada y otra es la fundacional. Con Ford financiamos los proyectos de investigación y desarrollo. Nos vienen ayudando desde hace ya varios años. La Ford Fun es el ente filantrópico de Ford en Estados Unidos. Tenemos ideas sobre cómo desarrollar una impresora 3D solar que funcione con materiales reciclados. Es eso grande que necesitamos para desarrollar estas soluciones, que después son 100% aplicadas a la sociedad. En cuanto a lo privado, desarrollamos eventos. Empresas como Telecom nos apoyan para que nosotros, con ese evento, podamos ayudar a más personas. Organizamos un evento que se llama Los Manotones, que son maratones de armado de prótesis donde voluntarios de las empresas nos ayudan a ensamblar. Es una actividad de responsabilidad social empresaria. Con eso financiamos más prótesis. Lo nuestro es como una bicorp. No es una empresa que le vende a un usuario, a una persona que lo necesita. Es medio hippie, pero cuando uno es apasionado por un producto o un proyecto o una marca o lo que fuese, o vende ese producto, o lo dona, o busca una forma filantrópica de financiamiento.
—¿Cuánto valen tus prótesis y cuánto valen las demás?
—Ese es el secreto. Si se compran afuera, se importan, instalan, se hacen todas las adaptaciones, puede estar saliendo desde 8 mil dólares, las mecánicas, que funcionan con el mismo movimiento del usuario, hasta 15 mil dólares las robóticas. Con impresión 3D reducimos los costos a unos 800/1.000 pesos, según los materiales, las máquinas. Es una reducción abismal de los costos.
—¿En qué otras partes del mundo hay organizaciones similares a la tuya?
—En todo el mundo. Estados Unidos, Rusia. Uno necesita una impresora 3D. Si la comprás afuera, una impresora china está a unos 200 dólares, el kilo de material puede estar unos 30 dólares más o menos. Podés implementar tu propio taller de prótesis y ortesis descargando los archivos.
—¿Qué otras cosas se podrían hacer con tecnología 3D?
—La impresión 3D es una herramienta. El origen del nombre es prototipado rápido. Cuando hablamos de prototipado rápido tenemos que entender que son todas cosas hechas a medida de forma sencilla. Uno busca tocar un botón y que le aparezca en muy poco tiempo un prototipo. Se ahorra en matriz, transporte y material. Se reducen los costos abismalmente. Hay implementaciones muy interesantes. Las piezas de los autos tradicionalmente se hacen con moldería matriz. Con una impresora 3D de metal uno podría reducir los tamaños de los radiadores, por ejemplo. Con menos peso en un auto se gasta menos nafta. Se obtiene otro impacto en lo económico y en lo ecológico.
—Es más competitivo para todo aquello que no se hace en serie.
—Para eso es ideal. Otro caso es la ortesis para personas que sufrieron un ACV. La mano de esa persona tiende a cerrarse. También sufrió algún accidente en los tendones y no puede volver a abrir la mano. Con impresión 3D se puede desarrollar un aparato que la ayude. En Haití hay una gran comunidad de los chicos recién nacidos que cuando nacen les cortan el cordón con una gillette y se lo atan con hilo dental. Un 5% de la población se muere porque no cierran bien ni los cauterizan. Con impresión 3D se puede imprimir un clamp que se pone en el cordón umbilical de los chicos cuando nacen. Con una impresora 3D uno le puede estar salvando la vida a un montón de chicos.
—Otra de las ventajas sería la distribución. O sea, no haría falta llevar el elemento sino que, con un centro de impresión, se podría fabricar distintos elementos como si fuera “just in time”: en el momento necesario, y punto.
—Y a demanda también. Porque lo lindo es tener una impresora 3D lejos, que es lo que nosotros hacemos con los embajadores, en vez de estar recibiendo el pedido en Buenos Aires, fabricándolo, metiéndolo en una caja, mandándolo a un barco, que el barco se vaya hasta España y le entregue la prótesis.
“El trabajo a distancia empujó a las empresas a renovarse y actualizarse en sus formas de trabajar.”
—¿Cómo elegís a quién donarle?
—Hay personas que tienen la posibilidad económica de adquirir una y nos dicen que pueden comprar o donar una. Hay personas que no tienen la posibilidad de comprar una prótesis. Por eso es que el proyecto lo hicimos gratis para todos. Es la distancia, el tipo de prótesis que necesitan, si el embajador puede.
—¿Cómo se selecciona el orden de prioridad?
—Es por orden de llegada. No hacemos diferenciación de ningún tipo. Por eso es que nunca les pedimos foto de la cara, no le pedimos contexto sociocultural ni ningún criterio por el estilo.
—¿Todavía no sos ingeniero?
—No. De la carrera de Ingeniería debo tener la mitad de las treinta y pico de materias.
—Pero podrías tener edad a los 25 para ser ingeniero, si no hubieses estado haciendo todo esto que hiciste.
—Exactamente. Lo que más me gusta es estudiar en general. Me fue muy bien en la secundaria, en la facultad. Nunca tuve problemas en estudiar, siempre tuve buenas notas. Pero al momento de decir: “Che, tengo que hacer una entrega de un montón de prótesis”, ayudar a un montón de gente o ponerme a estudiar una materia que no me está aplicando a lo que hago, es difícil de decidir y después te terminás orientando exactamente a lo que más te apasiona. Encontré mi pasión antes de terminar de estudiar.
—Se dice que la mayoría de los trabajos de dentro de cinco años no están inventados. ¿Le cuesta al sistema educativo satisfacer los conocimientos necesarios para las cuestiones nuevas?
—Coincido absolutamente. Por ejemplo, con una mayor cantidad de autos autónomos, al evitar los choques empezaría a reducir la cantidad de personas que puedan donar órganos. Necesitamos de alguna manera suplir la necesidad de órganos para las personas que los necesiten o que sufrieron alguna enfermedad o lo que fuese.
—¿Qué es un inventor?
—Hace varios años tuve una discusión con alguien que pertenecía a un foro de inventiva. Por ahí en la sociedad argentina es un loco, alguien fuera de lugar que crea cosas y vive en un taller, en un sótano, y no avanza y es un antisocial. Pero mi vieja puede ser inventora si ella crea algo que ayude a alguien. Hay que invitar más a los chicos a que inventen y creen y sueñen.
—¿Cómo se conecta el inventor con el emprendedor, en tu caso?
—En la creatividad. Son mínimas diferencias, pero van casi de la mano. En Argentina te diría que es un 1% inventar, 99% emprender. Es mucho el esfuerzo que uno tiene que hacer cuando tiene un invento muy sencillo. Pero la idea más chiquitita puede generar un negocio muy grande de la mano del emprendedor.
—La palabra emprendedor cobró relevancia en los cuatro años de Macri porque él puso mucho foco en ese tema. ¿Cuál fue tu propia experiencia personal en esos años respecto de los anteriores? ¿Cuál es la diferencia con este año y medio de Alberto Fernández?
—Suelo evitar la política. Nosotros buscamos soluciones, no caemos nunca en la política. Pero sí hay una realidad. Conocí mucha gente en los últimos dos años de Cristina en el anterior mandato. Teníamos un proyecto donde buscábamos hacer algo grande que se llamó Argentina 3D, un proyecto que buscaba algo muy grande y era todo el tiempo en Jefatura de Gabinete viviendo mucha política. Hubo un salto en ese cambio, donde los emprendedores que se buscaban en ese momento en los cuatro años de Mauricio Macri eran por ahí un poco más. Te vas dando cuenta de que al final lo que es la política en Argentina se termina metiendo mucho. Quedan cada vez menos, hay algunos en Uruguay, otros que se fueron a Estados Unidos, otros que vendieron una empresa a 6 palos y pico afuera. Nos vamos quedando con pocos ejemplos.
—¿Te preguntás por qué no vendiste?
—Espero de alguna manera u otra seguir dando un ejemplo. No lo vamos a ver de acá a un mes, no lo vamos a ver a un año. Quizás en dos o tres años los chicos vean el ejemplo que damos.
—También hay otra parte solidaria en tu trabajo porque tus emprendimientos están todos connotados: cárceles, personas que tienen dificultades económicas para obtener una prótesis. ¿De dónde viene?
—Llega por el lado de mi vieja, de hace muchos años. Soy de Pompeya, nací a una cuadra de la 21-24. Mi viejo se fue de mi casa cuando yo tenía 4 años. Los dos vivíamos meta solucionar los problemas que teníamos. Ella me decía que yo podía tener logros, llegar incluso a presidente pero, cuando te llegue la hora y estés enterrado en un cajón tres metros bajo tierra, lo único que te vas a llevar son las experiencias o el recuerdo de los que ayudaste. Fue algo fuerte haberme criado con mi vieja. La ORT me becó para estudiar, y agradezco que me hayan dado la posibilidad. Agradezco ese esfuerzo para llegar a ser quien soy.
—¿Qué hace tu vieja o qué hacía cuando estaba activa?
—Mi madre en su momento tenía un locutorio. Empezó a flaquear el negocio porque ahora todos tenemos celulares. Hoy cerró por la pandemia y trabaja conmigo.
—¿Cuál es tu opinión respecto de la discusión de la meritocracia?
—El mérito es el esfuerzo de cada uno de nosotros. Pero no me parece que haya un aparato social que piense que llegar más lejos esté mal. Que haya alguien que te aplaude atrás por esforzarte y algunos lo consideren mal es pésimo. Que alguien en una fábrica diga que está mal esforzarse...
“Hay cosas que no entendemos cómo funcionan, pero al desarmarlas y romperlas, aprendemos.”
—¿Interpretaste así los dichos de Alberto Fernández?
—También los de Axel.
—¿Cuál es tu reflexión sobre lo dado, sobre los dones, sobre el esfuerzo? ¿Pensás en que te quedaste solo con tu vieja?
—Gracias a haber recibido las becas y también a haber nacido a una cuadra de la 21, hoy pude tener un taller propio en Parque Patricios. Son cosas que se adquieren a lo largo del tiempo. Si alguien me la daba la beca, era porque había otras personas que pagaban la cuota. Esas personas pagaron mi estudio.
—¿Es distinta la pobreza en la Villa 21-24 que en México, por ejemplo?
—Estuvimos en Guadalajara. También estuve en Ciudad de México. Haber estado en la 21-24, caminar y conocer a la gente... hay mucha gente que quiere salir adelante, tener oportunidades. En México es muy raro ver a la clase media. Nos sorprendían los asesinatos y la delincuencia. Más allá de la diferencia, la gente quiere progresar. Hay que evitar el asistencialismo. La gente necesita aprender a pescar. Hay muchos contemporáneos de mi edad que dicen que la solución es la tecnología. Es verdad. El tema es que no se están dando incentivos.
—¿La Argentina tiene potencial a través de la educación, aun para las personas más humildes.
—Hay que fomentar la educación, dar infraestructura, ayudar con tecnología. Hay que hacer un recambio de fondo, tanto cultural como social.
—¿Ves en la 21-24 de Argentina un deseo de progreso diferente que en lugares análogos de México?
—El que nace pobre tiene muy pocas posibilidades de crecer si no se lo empieza a ayudar de forma efectiva. No tirando el pescado para que lo comas, sino dándote las herramientas para salir de esa situación. Seis mil pesos de ayuda no son la solución.
—¿El Zoom ayudará a aumentar la productividad del mundo cuando termine el coronavirus?
—Tuvo un rol muy fuerte en todo lo que puede ser home office. Muchas de las personas con discapacidad que antes no tenían un trabajo, porque las instalaciones no estaban adaptadas para una persona con discapacidad, hoy pueden hacerlo, ganan un sueldo como cualquier persona. Se empujó a las empresas a renovarse y actualizarse en sus instalaciones y formas de trabajar. El cambio será aún más profundo. La adopción de impresoras 3D creció durante la pandemia, tanto para imprimir máscaras como para hacer otros negocios.
—Amartya Sen decía desde India que en los países con menor ingreso este tipo de soluciones son mucho mejor recibidas.
—Sí. Y con lo que estamos implementando de diseños 3D apuntados a lo humanitario, es mucho más grande aún.
—¿Cómo te imaginás a vos mismo en el futuro?
—Por un lado, estamos pisando fuerte obviamente en todo lo que es impresión 3D, y desarrollamos impresoras 3D solares y tecnología. Quedará como uno de los pilares de Atomic Lab, y de lo que desarrollamos. Nos gustaría empezar a desarrollar en otros campos. Estamos con lo que es impresora 3D para personas, pero también para cachorritos, para perros y animales.
—¿Qué es Atomic Lab?
—Atomic Lab nace allá por 2012, 2013 más o menos, cuando, después de todas estas idas y vueltas entre gobiernos y cosas que a mí no me gustaban, dije: hasta acá llegamos. No nací con una página de internet sino con una página de Facebook como todos los emprendimientos,
—¿Te ayudó haber dado charlas Ted?
—Di dos. Una del Río de la Plata y otra en TedxUTN de los inventos y de las cosas que venía haciendo. Lo que más me enseñó fueron los errores. Aprendí muchas cosas. Fue más de los errores de lo que aprendí en esos años, que de todo lo bueno que me llevó al punto de armar un buen equipo.
—¿La política es uno de esos errores?
—Sí. Si se mete la política puede terminar mal un emprendimiento. No nos gusta ni depender de favores, ni dar favores, ni depender de una foto.
—¿Cómo se arma tu modelo de financiamiento?
—Un modelo de negocios se construye bloquecito por bloquecito. Al principio generamos un modelo, lo compartimos en internet. Algo open source, de código abierto, que cualquier persona puede descargar, modificar y adaptar. Lo que no permitimos es que la gente modifique los códigos originales de las prótesis porque no queremos una prótesis con seis dedos, por ejemplo. Y que siempre se limite a las cuestiones médicas y de salud que nos dijeron los ortopedistas al principio cuando empezamos con el proyecto. El aparato económico fue a partir de saber que hay empresas con inversión en RSE. Adaptamos el modelo de negocios a una manera en que nos puedan apoyar esas empresas.
—La persona que piensa en el foundraising sos vos.
—Lo que más me gusta hacer a mí es desarrollar, inventar y crear. Pero a la vez me tengo que poner el sombrero del empresario y decidir. Así surgen los proyectos.
Producción: Pablo Helman, Debora Waizbrot y Adriana Lobalzo.