El centro de yoga era el anzuelo, porque detrás de esa máscara que parecía amigable se escondía una de las sectas más aberrantes que se recuerden en la historia, donde los abusos sexuales y los tormentos eran parte de la rutina. Y donde el fundador llegó a tener 14 hijos, 12 con seis mujeres distintas y dos con sus propias hijas.
Desde hace siete meses, tres de los presuntos integrantes están siendo juzgados en Mar del Plata, en un juicio histórico que en los próximos días ingresará en su etapa final.
Según pudo acreditarse en la investigación, los acusados captaban a sus víctimas con la excusa de mejorar su calidad de vida. Casi todas eran de bajos recursos. Los abusos duraron décadas hasta que una hija de Eduardo Agustín de Dios Nicosia (71), el gurú espiritual del yoga, decidió denunciarlo y abrió una verdadera caja de Pandora. Parte de su relato –y el de otras víctimas– fue ventilado en el juicio.
Nicosia, también conocido como Swami Vivekayuktananda, no llegó a responder las acusaciones de la Justicia porque falleció en enero del año pasado, pero sí lo están haciendo su esposa, Silvia Cristina Capossiello (70); el encargado del lugar, Sinecio de Jesús Coronado Acurero (75), y el jefe de seguridad, Luis Antonio Fanesi (65).
Para la mujer del gurú, el fiscal Fabián Celiz pidió esta semana una condena ejemplar a 40 años de prisión, mientras que para Coronado Acurero y Fanesi reclamó 27 y 17 años de cárcel, respectivamente.
Capossiello está acusada por los delitos de trata de personas agravada con fines de explotación sexual y laboral, y abuso sexual agravado en perjuicio de tres víctimas. También está siendo juzgada por adulterar la identidad de un menor de 10 años, en concurso ideal con el delito de falsedad ideológica de documento público en perjuicio de siete víctimas, y la acusan de ser coautora del delito de acopio de armas de fuego, piezas o municiones sin autorización, y resistencia a la autoridad.
“Los imputados Capossiello, Coronado Acurero y Fanesi formaron parte de una secta criminal de naturaleza religiosa bajo la apariencia de un grupo de yoga, con influencia de filosofía hindú con la finalidad de captar y acoger a personas en situación de vulnerabilidad con el propósito de reducirlas a servidumbre y lograr su explotación económica, sexual y laboral”, entendió la fiscalía en el inicio del alegato que terminó esta semana con un pedido de condena para los tres acusados.
Qué era la secta Yogui de Mar del Plata y por qué piden penas de hasta 40 años
“Les efectuó personalmente tocamientos, abusos sexuales con acceso carnal en reiteradas oportunidades, y a su vez obligó a tener relaciones sexuales a los discípulos y a los integrantes del grupo entre sí”, aseguró el auxiliar fiscal Carlos Fioriti.
Fioriti destacó que, fruto de esas relaciones, el gurú tuvo 14 hijos, dos con sus propias hijas biológicas, y remarcó que, salvo un caso, el resto fueron inscriptos como hijos biológicos de otros miembros de la congregación.
“Estamos hablando de una estructura criminal. No estamos hablando simplemente de una agrupación de personas a quienes unieron determinadas creencias o pensamientos. Fue una secta criminal cuya estructura fue utilizada por los imputados para cometer delitos. Esto es lo que se demostró dentro del debate”, entendió el auxiliar fiscal.
A lo largo del juicio, que comenzó el 13 de septiembre del año pasado, se comprobó que los tres imputados cumplieron distintos roles en la secta. “Como se desprende de varios testimonios, puede comprobarse la existencia de un instituto de yoga que originariamente funcionaba en la Ciudad de Buenos Aires. La figura de Nicosia aparece como encantadora. Como un referente espiritual, carismático, que concuerda además con la característica de toda secta: la dominación de un líder sobre sus integrantes, fieles o súbditos. Precisamente, en base a ese carisma, y contando con la colaboración de Capossiello, Velázquez (también fallecido), Acurero y Fanesi, se conformó una secta criminal con el objeto de cometer distintos delitos”, aseguró Fioriti.
"Como soy tu papá, te voy a enseñar a tener sexo para que no te lastimen"
Testigos del espanto. Entre las víctimas que declararon sobresale una de las hijas del gurú. La mujer aseguró que los abusos comenzaron cuando tenía entre 6 y 7 años, pero entre los 16 y los 25 fueron constantes. Llegó a tomar 15 pastillas de Valium porque no quería despertar. En el verano de 1996 quedó embarazada de su propio padre. “Mi mamá sabía que abusaba de mí”, contó en el juicio.
Otra de las hijas, que declaró en cámara gesell, relató sus padecimientos. Entre otras cosas, contó a los 12 años Nicosia la llevó a un cuarto con gente, la besó y quiso tener sexo con ella. “Yo no quise y eso desembocó en una penitencia. Estuve seis meses de silencio absoluto. Nadie me miraba, te hacía sentir una basura. Al tiempo, un día me llamó a su cuarto y me preguntó: ‘¿Vos querés casarte?’. Sí, le respondí. ‘¿Querés tener hijos?’. Sí, le volví a responder. ‘Entonces, como soy tu papá, te voy a enseñar a tener sexo. Yo tengo que enseñarte para que no te lastimen’. Me pareció lo normal porque era mi papá y era el gurú”.
Para la fiscalía este testimonio “evidencia el alto grado de manipulación al que eran sometidas las víctimas de esta secta criminal”. “Lejos de poder tomar dimensión de las atrocidades vividas, eran cargadas con un sentimiento de culpa y aceptación de los castigos por fallarle al gurú”, subrayó Fioriti en su alegato.
A su vez, otro declarante reveló en el juicio que Nicosia se consideraba “un ser superior, con poderes”. “La gente entraba con fines espirituales. Nicosia era muy persuasivo. Tenía mucha habilidad para que la gente pensara que era grandioso. Ha ayudado gente y por eso es tan complicado que se pongan en contra de él. El tema es que una cosa es cómo trató a su esposa e hijos y otra a los discípulos y amigos. Él se consideraba un ser superior, con poderes, decía que sabía todo lo que nosotros pensábamos. Creo que agarra a personas buenas, débiles, y las manipula”.
Los investigadores entendieron que los hechos habrían ocurrido al menos desde principios de la década de 1970 en las ciudades de Mar del Plata, Francisco Álvarez (Moreno) y Capital Federal. A partir de 2005 y hasta julio de 2018, en el Hotel City, ubicado en Diagonal Alberdi 2561, en pleno centro marplatense.
Por el daño provocado a las víctimas, la fiscalía también solicitó una reparación económica de 6,6 millones de pesos a cada una por el daño moral sufrido. Para ello, requirió el decomiso del inmueble ubicado en la calle Diagonal Alberdi 2561, donde está ubicado el Hotel City, escenario de un horror que no deja de sorprender.
“No podías decirle que no”
Los padecimientos de las víctimas abundaron a lo largo del juicio, que comenzó en septiembre del año pasado y que ahora ingresó en su etapa final.
En el alegato de la fiscalía, el auxiliar Carlos Fioriti destacó varios de los testimonios, entre ellos los de las hijas del líder, que murió el año pasado mientras estaba detenido en el penal de Ezeiza.
Fioriti recordó la versión que aportó una víctima identificada como SF, quien al declarar en cámara gesell aseguró que “una no podía decirle que no” a Eduardo Agustín de Dios Nicosia, el líder espiritual y fundador de la secta Yogui.
La joven detalló una situación en la que Nicosia se encontraba en una cama con una escopeta, y le pidió que se sentara junto a él y le practicara sexo oral.
Los investigadores se sorprendieron cuando, en julio de 2018, hallaron un arsenal en el Hotel City, donde se había instalado esta secta. Entre otras cosas, secuestraron dos carabinas, dos pistolas, dos revólveres, un fusil, dos escopetas, cartuchos y cargadores.