Delineó con cuidado el bigote que caía por encima de sus labios. Dejó, incluso, que un incipiente rulo cayera sobre su frente. E.C., acompañó y alentó cada paso de la metamorfosis de su pareja, Héctor Javier Peruchena, detenido días atrás por la DDI de Morón, acusado de liderar una banda narco que operaba en la zona oeste del conurbano.
Peruchena trató de imitar en cada detalle a Pablo Escobar, el célebre jefe del Cartel de Medellín: usó camisas del mismo estilo del colombiano e impostaba su voz al dar indicaciones a sus cómplices. Se animó, incluso, a usar sombrero estilo ganadero.
Cada tramo y avance de la caracterización fue registrado por su esposa y pueden apreciarse en su perfil de Facebook, donde la mujer también posteó frases célebres del capo narco.
Pero la organización que comandaba -según determinó la investigación de la Fiscalía Federal en lo Criminal y Correcional de Hurlingham, a cargo de Santiago Marquevich, y el Juzgado Federal Nº2, a cargo de Ignacio Calvi-, no generó el dinero suficiente para la compra de una estancia propia. Resolvió, entonces, tatuarse la hacienda “Napoles”, en una de sus piernas.
No faltaron los aplausos de E.C. a la obra de tinta terminada que cierra con el lema mafioso “plata o plomo”. El rostro del ídolo narco ya había sido dibujado en uno de los brazos del hombre que se hacía llamar “El Patrón”, otra obvia alusión a “Don Pablo”.
Cuando la policía ingresó a su casa de Morón y lo apresó, Peruchena sólo miraba el retrato de Escobar que colgaba en una de las paredes y repetía: “Pablo, nos vemos pronto”, resignado al mismo destino de su héroe.
Los uniformados secuestraron en ese domicilio el Citroen C4 negro con el que la pareja solía retratarse. Tal vez, para el Escobar de cabotaje resulte un aliciente que la noticia de su detención llegó a los diarios de Colombia, donde lo apodaron “el Patroncito del mal”.