Paola Córdoba (38) y Milagros Naiaretti (18), la madre y su hija acusadas por el crimen de las 185 puñaladas, lograron que el juez de garantías les otorgara la libertad extraordinaria. Sin embargo, y tras una larga jornada en el juzgado de San Martín, no pudieron volver a su casa sino que fueron llevadas de nuevo a una prisión. Es que la medida se hará efectiva cuando quede firme, y de eso dependerá la decisión que tome la fiscal de la causa. Ambas mujeres están detenidas desde hace una semana por el crimen de Alberto Naiaretti (64), esposo y padre de las acusadas, en un contexto de violencia de género.
“Dimos un paso muy grande, pero falta un poco más. Se tiene que hacer justicia”, dice María, hermana de Paola a PERFIL. Milagros le dijo al juez del Juzgado de Garantías 4 de San Martín, Alberto Brizuela (que las escuchó en la audiencia en la que se definió la excarcelación), que “nos defendimos, si no hoy estaban hablando de un nuevo femicidio o de toda mi familia muerta”, según recordó María, que estuvo presente.
Cuando fue el turno de Paola de hablar ante el juez, le contó todo lo que había padecido a manos de su pareja. “Ella no podía hablarle ni mirarlo porque él en un momento estallaba y se venía un infierno. Se iban a dormir y se despertaba con miedo de cómo iba a estar ese día”, detalla María.
El abrazo no pudo ser eterno, porque las acusadas debieron ser trasladadas nuevamente a la Alcaidía de La Plata donde están alojadas. Para recuperar la libertad falta que la fiscal de Malvinas Argentinas, Silvia González Bazzani, sea notificada mañana y defina si avala la decisión del magistrado o apela la medida ante la Cámara. Ese día, la familia se concentrará a las 11 en la puerta de la fiscalía (Comodoro Rivadavia 115). “Espero que la fiscal nos vea y firme”, pidió.
En los pocos minutos que duró el encuentro familiar, Milagros le dijo a su tía que “todavía no voy a llorar, porque tengo que estar fuerte por mamá”. Mientras que Paola se limitó a llorar y llorar y decir: “Tengo miedo”. “Miedo es lo que la invade, miedo a que la Justicia otra vez no la ayude, no la escuche, como todas las veces que lo denunció por maltrato, por violencia, o por obligarla a ejercer la prostitución. Aunque él ya no está sigue teniendo miedo. No sé bien a qué le tiene miedo, pero sigue teniendo esa sensación”, explica María sobre la frase de su hermana.