No hay dudas de que siempre fue un precursor. El estilo minimalista del departamento donde recibió a PERFIL es una pequeña muestra de su toque vanguardista. De formas rectas y triangulares, las ventanas son claves de un ambiente luminoso y pisos de parqué. “¿Parece nuevo ¿no?”, pregunta. Enseguida aclara: “Tiene 15 años. Cuando lo hice, todos me decían que estaba loco”, recuerda Omar Chabán sentado en un moderno sillón.
Pese a que su estado de salud empeora –espera un trasplante de médula–, Chabán no perdió el temperamento ni el gusto por el arte y la imagen. “Voy a buscar un sombrerito, así las fotos son diferentes, sino siempre es lo mismo”, propone para ilustrar esta nota.
En el lugar exhibe dos de sus obras. “Ahora no pinto más”, dice determinante. Pretende cambiar el verde de la pared por rojo. Cree que el color combinará mejor con el gris oscuro del resto. Son maneras que encuentra el ex gerenciador de pasar el tiempo, encerrado en ese departamento donde cumple prisión domiciliara. “De la libertad, extraño la libertad misma”. Chabán expone conceptos de Martin Heidegger y Jean Paul Sartre. “Yo copié a Andy Warhol. Más que un ícono, soy un extraterrestre. Fuera de serie. Siempre fui un narcisista”, reconoce.
Asegura que el único contacto con el exterior son las conversaciones con sus allegados y una ventana por la que espía “al mundo”. No puede negar que este panorama es mucho mejor que el de la prisión donde debió compartir pabellón con genocidas, quizás su peor experiencia desde la tragedia de Cromañón.
Dice que no mira televisión, pero después confiesa: “Un día me desmayé viendo 6,7,8”. El programa de la televisión pública no le gusta. “Dos amigos se pelearon acá por eso. A mí la política no me interesa”. En cambio, se mantiene al tanto de la guerra entre Israel y Palestina y del hallazgo del nieto de Estela de Carlotto, Ignacio Hurban. La novedad lo conmovió. Abre los ojos y se muerde los labios. “Increíble. Pobre chico, estaba ahí”, dice. “¡Qué genial! Es impresionante”, festeja.
Entablar una conversación con el ex gerenciador se hace difícil. Las ideas van y vienen caóticas en su cabeza. Lo mismo ocurre con sus recuerdos y opiniones. Es producto de una fiebre alta. “Tengo 39.4”, lee en el termómetro. Pero quiere seguir con la entrevista aunque la temperatura lo hace desvariar. Los medicamentos no ayudan. Son muchos y los tiene desparramados sobre la mesa.
“Me tuvieron que sacar los dientes de arriba porque los tenía podridos”, señala con el dedo.
Chabán no puede estar solo. Sus amigos se turnan para cuidarlo. No son muchos, pero son leales. “Se quedan conmigo porque no me puedo levantar. Estoy débil”. Para el ex empresario es casi imposible mantenerse en pie. Por momentos, recuerda cosas que quería decir. Habla de Sadaic y de la capacidad de Cromañón. “Si entraron 6 mil personas, Raúl (Villareal) se quedó con la guita de cinco mil”, “yo sé quién tiró la bengala”, “los padres mienten”. Son fragmentos de una memoria golpeada.
—¿Cómo tomó la libertad de Callejeros?
—A mí no me interesa. Mi felicidad fue Raúl Villareal (mano derecha de Chabán en Cromañón, también beneficiado por el fallo de la Corte Suprema), los demás no me importan. Todavía sigue siendo mi amigo. Iba a venir hoy a verme, lo noté contento. Lo trataron muy bien en Ezeiza, tiene seis meses menos de pena por los cursos que dio de producción y teatro. El hace miniaturas, hizo una de la Plaza de Mayo, pero no lo pudo terminar por esto, una lástima. Ahora va a trabajar con un grupo de folclore electrónico que toca en una iglesia, me dijo de participar, pero yo no puedo. Si lo hago, me revienta.
—¿Por qué cree que a usted y al subcomisario Carlos Díaz fueron los únicos a los que la Corte les confirmó la condena?
—Ellos (por los músicos) juntaron mucha gente. Claro, acá el que junta mucha gente zafa. Yo no lo tengo. A mí no me beneficiaron, y bueno, es así, qué va a ser. Díaz es un héroe. No estaba de servicio y entró a sacar gente. Se está quedando ciego.
—¿Cómo son sus días?
—Estoy durmiendo mucho, estoy cansado, no me puedo mover. Los médicos no me dicen nada para no asustarme. Una señora me dice que ya tienen todo para hacer el trasplante, con suerte, si va bien, vuelvo acá. Extraño ser el Chabán de antes, pero tampoco soy estúpido. Sé que me queda un año y medio para poder salir. Y quiero salir. Estoy muy triste. En la cárcel hicieron un desastre conmigo, casi me matan. Me dejaron abandonado. Acá estoy más tranquilo.
—¿Cómo cree que termina la causa Cromañón?
—No sé cómo termina todo esto. El futuro no lo veo. Mi futuro es como la teoría del cero, de la nada. Eso es el futuro para mí.
—¿Le gusta la música de Callejeros?
—¡Sí! Es buenísima. Quiero escuchar su nuevo disco de la cárcel.