El abogado Julio Rozas, querellante en la causa que se sigue contra Martín Ríos por el crimen de Alfredo Marcenac, ocurrido el año pasado en el barrio porteño de Belgrano, renunció a esa función tras sufrir un brutal ataque de desconocidos que lo amenazaron para que deje el caso y falsearon su secuestro.
"Dejate de joder con Ríos", le dijeron a Rozas, quien ayer presentó la denuncia ante la jueza del caso, María Fontbona de Pombo, al igual que lo hizo el perito de parte Luis Kvitko, también víctima de amenazas, según reveló el letrado.
A raíz de los golpes recibidos, el abogado permaneció cerca de diez días internado y debió ser sometido a distintas cirugías reparadoras para curar las graves heridas sufridas especialmente en la zona del cráneo.
El grave episodio se inició el sábado 27 de enero pasado alrededor de las 9, cuando Rozas circulaba con su automóvil por la calle José Cubas en el barrio de Villa Devoto.
En Cubas, entre Bahía Blanca y Chivilcoy, a una cuadras de la comisaría 45, un joven se le puso delante del auto como para buscar una pelota de fútbol obligándolo a frenar, mientras otro se metió por la ventanilla del conductor y lo inmovilizó.
"Estaban absolutamente drogados", señaló el abogado, quien relató que bajó del auto y atinó a arrojar las llaves por una boca de tormenta.
El que se introdujo por la ventanilla le dio un golpe y se inició una pelea, pero el cómplice y otras tres personas que esperaban en un Renault 18 estacionado en la cuadra lo golpearon de atrás con un "hierro T y me desvanecí", contó.
"Ya en el piso comenzaron a patearme la cabeza y fui llevado al hospital Zubizarreta", contó Rozas, quien sufrió graves heridas en la oreja izquierda, los parietales y la nariz, que prácticamente lo dejaron desfigurado, por lo que tuvo que ser sometido a una cirugía reparadora en el Hospital Italiano. Tras la golpiza le robaron el teléfono celular, la agenda, dinero y tarjetas personales y escaparon.
Rozas estuvo diez días internado hasta que le dieron el alta, pero para esa fecha, comienzos de febrero, los sujetos se comunicaron con la familia, le dijeron que estaba secuestrado y le pidieron 30.000 dólares de rescate.
Los familiares comenzaron a preocuparse hasta que Rozas tomó contacto con ellos, pero luego, al visitar a un allegado suyo, éste recibió otro llamado de los supuestos captores. Rozas tomó el teléfono y él mismo escuchó que era víctima de un secuestro.
En la conversación le dijeron que si quería seguir patrocinando a los Marcenac tenían que pagar el dinero exigido.
"Sobre el final del llamado dijeron que me dejara de joder con Ríos y que tuviera mucho cuidado con iniciar cualquier tipo de reclamo tanto contra la Policía como cualquier organismo del Estado", reveló a la agencia DyN Rozas.
Es que, paralelamente al juicio penal contra Ríos, la familia Marcenac inició varias demandas civiles contra el Estado Nacional, la Policía Federal, el RENAR y otros organismos oficiales por no brindar garantías a los ciudadanos.
El letrado manifestó que los presuntos captores, sin saber que hablaban con él, "también dijeron que tuviera en cuenta que tenía una familia y que me tenían muy bien identificado".
Tras el episodio hizo la denuncia en la Policía y se propuso seguir el juego para dar con los delincuentes luego de que se pactara la entrega de dinero cerca del cementerio de Flores.
El caso quedó en manos de la Brigada Antisecuestros de la Policía Federal, que montó un operativo, pero luego de esperar varias horas sin que nadie se acercara a buscar el paquete, dejó sin efecto el procedimiento.
La causa quedó a cargo de la fiscalía en lo Criminal 8, la misma que lleva adelante el expediente contra Ríos, de 27 años, por haber disparado contra varios transeúntes el 6 de julio pasado en Cabildo y La Pampa, Belgrano, que provocó la muerte de Marcenac y heridas en otras seis personas.
Tras enterarse de que los delincuentes tenían los datos de su familia, Rozas sufrió un pico de hipertensión arterial y debió ser tratado médicamente. Entonces -explicó- renunció como abogado de los Marcenac y otros damnificados en el caso para no poner en riesgo a los suyos.