POLICIA
el milagro de martina

La beba que pasó 80 horas en una alcantarilla ya empezó el jardín

En septiembre del año 2014, su padre la acuchilló y abandonó junto al cuerpo sin vida de su madre. Hoy tiene 4 años y vive con sus abuelos.

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PRESENTE. Martina cumplió 4 años. Vive con sus abuelos y su tía en el barrio Talleres. | voz del interior

Martina es sinónimo de milagro. Martina significa la fuerza en miniatura a la que se aferró la familia de Paola Acosta (36) “para seguir” adelante después de su brutal crimen. Martina tenía un año y nueve meses cuando fue rescatada, en septiembre de 2014, de una alcantarilla después de haber pasado ochenta horas junto al cuerpo sin vida de su mamá. Ambas habían sido acuchilladas por el padre de la pequeña y tiradas ahí por él. “Todos los días le doy gracias a Dios porque está con nosotros. Ella es nuestro milagro y quien nos levanta todos los días; si no, no sé que hubiese sido de mí”, confiesa a PERFIL Norma Gómez, a casi tres años del femicidio de su hija.

Con una sonrisa amplia y los ojos achinados, se puede ver a Martina en distintas fotos. Vive con sus abuelos y su tía Marina. Es una nena feliz, contenta, viva. Hoy tiene cuatro años, empezó el jardín, pero también comenzó a hacer preguntas. “A medida que va creciendo, va preguntando más. Ahora que empezó la escuela habla con sus compañeritos y ve que las familias no son como la de ella. De a poquito hay que ir explicándole…”, cuenta Norma, quien detiene su relato para respirar profundo.

La imagen de Paola está muy presente en la casa de sus padres, en Córdoba capital. “Yo me acerco a la foto de Paola y le pregunto si estoy haciendo bien las cosas.

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Le comento lo linda que está la nena y lo bien que está creciendo. Martina es nuestro motor para seguir”, asegura Norma.

El horror. Paola y Martina desaparecieron el 17 de septiembre de 2014. Para entonces, lo último que se sabía de ellas era que el papá de la nena había llamado a Paola para decirle que iba a cumplir con lo ordenado por el juez de familia e iba a pasar por su casa a pagarle los 1.400 pesos de cuota alimentaria que había establecido la Justicia. Hasta entonces, Gonzalo Lizarralde no había querido reconocer como propia a Martina. Un ADN no dejó duda sobre su paternidad.

Pero Lizarralde estaba dispuesto a ir más allá. Según determinaría la Justicia más tarde, la verdadera intención del llamado no era cumplir con sus obligaciones sino terminar con la vida de madre e hija. Acuchilló a ambas y las tiró a una alcantarilla que se encuentra en la vereda de su panadería, en la esquina de Igualdad y Zipoli.

En esos días en los que no había noticias de ellas, Marina decidió dormir en la puerta de la casa de su hermana, esperando a que volvieran. La desesperación se había apoderado de toda la familia.

Casi cuatro días después, una empleada de la panadería vio a Paola en la alcantarilla y un vecino rescató a la nena, que estaba viva, pero con un agudo cuadro de deshidratación.

“Cuando la encontraron estaba temblando, asustada. Tenía los ojos abiertos, grandes, y unos tajos enormes”, recordó Marina durante el juicio contra Gonzalo Lizarralde. La nena pasó unos 15 días internada, soportó dos entradas a quirófano y después fue dada de alta. Su padre la había acuchillado tres veces. “Por suerte está muy bien de salud. Seguimos con la rehabilitación de la herida que tiene en la parte baja del cuello, a la altura de la tráquea, que es la más profunda. Y ambas estamos con tratamiento psicológico. Ella para ir afrontando lo que pasó y yo para hacerle frente a todo: desde sus preguntas, hasta cómo tratar cada tema cuando se va presentando”, comenta su abuela.

Hoy Martina habla de su cicatriz, la muestra y les cuenta a sus compañeritos de jardín que tiene una “lastimadura”. “Tal vez en algún momento podamos hacerle una cirugía estética para que se le note menos la marca, porque yo creo que puede llegar a sentirse mal cuando sea grande”, afirma Norma.

Todas las noches, Martina encuentra a su mamá en una estrella. Y su abuela se emociona cada vez que eso pasa: “Le hablamos del amor con que Paola la crió, le contamos cómo era, la mencionamos todo el tiempo. Gracias a Dios, por el padre no pregunta. Hoy no sabría qué responderle, no es fácil explicarle lo que él hizo”.


El juicio sentó precedente

La sentencia a Gonzalo Lizarralde terminó en polémica. La familia de Paola tuvo que luchar para que el crimen fuera catalogado como femicidio y revocar los argumentos que había dado el juez en primera instancia. El 7 de octubre de 2015, el jurado popular de la Cámara 11ª del Crimen condenó a reclusión perpetua a  Lizarralde por el crimen de Paola calificado por alevosía y por tentativa de homicidio de su hija Martina. Pero los jueces no dieron lugar al agravante de femicidio argumentando que víctima y victimario no tenían una relación estable (se conocían desde hacía seis meses) y porque Paola “no era sumisa”.

“No se trataba de una mujer que se colocaba a sí misma en el rol fijado socioculturalmente para el género femenino, que tolera y soporta toda conducta abusiva del hombre, sino que se mostró como una persona decidida a defender su derecho y los de su hija”, resolvieron los jueces.

El abogado de la familia de Paola, Juan Carlos Sarmiento, apeló la resolución. En marzo pasado, el TSJ resolvió que fue un femicidio. En la resolución se fundamentó que “no es necesaria la existencia de un vínculo (de pareja) para que haya femicidio” y que “no es necesario centrarse en el análisis de si la víctima es vulnerable”.