POLICIA
Le robaron 400 mil pesos de la casa del country que alquila

La novela del empresario asaltado en Tortugas

Recibió millones de su tío, un rico hacendado pampeano, que no tuvo hijos. Al menos oficialmente, ya que una mujer reclama ser la hija del terrateniente, cuya tumba fue profanada y su cadáver desaparecido.

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El robo de 400 mil pesos en joyas, relojes y efectivo (y de una pistola 40 milímetros) del cual fue víctima un empresario en el exclusivo Tortugas Country Club, trae a la luz una historia que tiene componentes dignos de una novela negra.

Es que la víctima del hecho, Darío Hernán Sarasola Arenaz, es un pampeano de la alta sociedad que protagoniza una batalla legal contra una humilde mujer que le disputa la herencia millonaria que recibió de su tío Rufino Otero, hacendado de General Acha.

Los análisis genéticos que debían hacerse para comprobar si la demandante es hija de Otero no pudieron concretarse ya que el panteón del terrateniente fue profanado y su cadáver cambiado por el de otro.

En este pueblo del sur de La Pampa que tiene 12 mil habitantes es un secreto a voces que "Don Rufino", concibió a Eva Paole como fruto de una relación extramatrimonial con su empleada doméstica, Josefa Paole.

Otero murió en 1983. Fue un poderoso productor agropecuario, propietario del almacén de ramos generales La Moderna y estaba casado con Elisa Arenaz, sin tener nunca hijos, al menos oficialmente, según informó el diario La Nación.

Al morir dejó a su esposa 26 campos con un total de 50.037 hectáreas, 15 inmuebles, miles de vacunos, un departamento en la zona de Barrio Norte de la Ciudad de Buenos Aires y dos aviones, de los cuales era fanático.

Uno los pilotos, Domingo Blanco -que ahora tiene 87 años- contó a Clarín que Otero le confesó tener una hija, pero que lo calló hasta ahora, que ya declaró ante la Justicia. "Una vez pasábamos por el campo de Eva Paole y me dijo: esa es mi hija. Yo lo callé hasta su muerte, pero ahora tengo que decirlo", dijo.

Cuando Elisa Arenaz falleció, en 1990, decidió dejar los cuantiosos bienes a su sobrino preferido, Darío Hernán Sarasola Arenaz.

Eva Paole reclama desde hace 7 años que se le reconozca su filiación con el hacendando. Es una mujer humilde de 69 años, que todos en General Acha conocen como "Chacha". Vive en una casita, con una pensión de unos 500 pesos. La acompañan algunos perros. Sólo hace unos años se entero de lo que para todo el pueblo era algo dicho hasta el hartazgo: su verdadero padre había sido el patrón de su madre.

En 1999, cuando la Justicia determinó hacer el análisis de ADN del cadáver de Otero y fue a buscarlo en la tumba hubo una sorpresa desagradable: el cajón fue abierto, y en su lugar, en vez de su cuerpo vestido, apareció el de otra persona, pero desnuda. La causa por la profanación quedó olvidada en el archivo de algún juzgado.

Paole consiguió en mayo del año pasado una pequeña victoria en su batalla legal: la Justicia ordenó que se exhumen los cadáveres de los padres de Rufino Otero, Ramón y Justina Portas, quienes en vida también fueron grandes terratenientes del sur de La Pampa. Se les extrajo muestras de ADN y el laboratorio de inmunogenética de la Fundación Favaloro las está comparando con las de la mujer que reclama su filiación y los millones.

Mientras se aguardan los resultados de los análisis genéticos, se produce este particular robo de la caja fuerte del Sarasola en la vivienda que alquila en el Tortugas Country Club, uno de lo más exclusivos del país, donde empresarios, banqueros, políticos y estrellas televisivas se sienten protegidas por la vigilancia privada, el moderno sistema de alarmas y el circuito cerrado de televisión. Sin embargo, esta vez la seguridad fue vulnerada y la novela policial negra alrededor de los millones de "Don Otero" agregó un capítulo más.