Cuántas imágenes habrán pasado por su cabeza cuando lo soltaron en una calle de tierra desconocida, lejos de su casa y de su familia. Sebastián, de apenas 10 años, estaba durmiendo en el asiento trasero del auto de su papá cuando dos delincuentes lo robaron en la noche del martes. “Me asusté mucho y me puse a llorar”, confesaría después, con la tranquilidad de haber salido ileso, aunque con el recuerdo vivo de la terrible odisea que le había tocado vivir y que probablemente no olvide más.
La misma sensación de bronca e impotencia experimentaron otros dos chicos en los últimos días, una señal inequívoca que refleja que ya ni ellos se salvan de la inseguridad.
“Sebas” estaba en Villa Celina, en el límte con la ciudad de Buenos Aires, en calle Roosevelt casi General Paz, en la puerta de la remisería en la que trabaja su papá.
Dos falsos pasajeros llegaron hasta el lugar solicitando un viaje, pero en realidad tenían otros planes: uno de ellos amenazó con un arma a Florencio, el remisero y padre del chico, y comenzó a golpearlo para poder quedarse con su coche, un Renault Sandero Stepway de color negro.
El nene estaba sentado en la parte trasera del auto. Y no escuchó nada. La víctima les rogó a los delincuentes que no se llevaran a su hijo, pero ni lo escucharon. Y enseguida salieron a toda velocidad con rumbo incierto.
Florencio entró en pánico. Lo primero que hizo fue salir corriendo detrás del auto. Pero fue en vano. Recién cuando se calmó llamó al 911 para dar aviso a la Policía con la esperanza de que pudieran interceptar el auto.
La desesperación comenzó a aumentar con el correr de los minutos. Nadie sabía nada de su hijo ni del auto. Cincuenta minutos después, por una transmisión en vivo por Facebook supo que ‘Sebas’ había sido liberado. Y que estaba bien.
El nene había sido liberado en la localidad de Ingeniero Budge, partido de Lomas de Zamora, a unos diez kilómetros del lugar donde se lo habían llevado. Lo soltaron en la esquina de Giachino y Soldano Brito, cerca de un asentamiento.
“Me despertaron cuando me dijeron que me tenía que bajar. Ahí me asusté mucho y me puse a llorar. Después me ayudó una señora y yo estaba preocupado porque le habían robado a mi papá el auto con el que trabaja”, contó Sebastián.
Karina, la primera persona que lo auxilió, recordó que el chico “temblaba, estaba descalzo, no tenía buzo”. “Lo abracé de la espalda y le dije: No estás solo, estamos con vos, y acá te vamos a cuidar todos”, dijo en declaraciones al noticiero de Telefe.
“Enseguida los vecinos salieron todos, muy solidarios todos, sacaron zapatillas, le pusieron un buzo”, contó la mujer y añadió: “Yo me di cuenta de que cuando lo abrazaba, se calmaba”.
Carlos, esposo de Karina, contó cómo fue que lograron ponerse en contacto con la familia de Sebas: “Realizamos una transmisión en vivo por Facebook, que fue compartida por más de dos mil personas, con el objetivo de buscar al padre, porque el nene estaba desesperado. Ahí me manda mensaje un hombre, le pido que me llame y automáticamente le doy el teléfono al oficial”, señaló.
Luego relató que “cuando escuchó que su papá estaba bien, el nene fue un mar de lágrimas”, al igual que todos los presentes, ya que desconocían qué le había pasado al hombre tras el asalto.
Un arma en la cabeza. Este jueves, a las 6.30 de la tarde, dos motochorros interceptaron a un hombre que llegaba a su casa de Ramos Mejía, en el partido de La Matanza, a bordo de un auto cero kilómetros que acababa de retirar de la concesionaria. No les importó en absoluto que junto a él se encontrara su hijo de apenas 6 años: lo amenazaron con un arma y le gatillaron en la cabeza, aunque por milagro las balas no salieron.
El caso ocurrió en las calles Chubut y Almirante Brown. La víctima no solo entregó el auto, sino que también le robaron la billetera, el teléfono celular y hasta su alianza. Todo delante de su hijo que, lógicamente, entró en crisis.
Enterados del caso –uno más de una larga lista– los vecinos se concentraron en la puerta de su casa para pedir seguridad. Roberto, dueño de un corralón de materiales situado a solo dos cuadras, contó a la prensa que en la zona “hay robos a toda hora”. “Vamos a marchar a la comisaría de Ramos Mejía, ya no podemos seguir viviendo así”, anunció.
Otro caso de inseguridad reciente que revela la falta de códigos es el que sufrió un pequeño de apenas 5 años que estaba sentado en el banco de una parroquia del partido de General Rodríguez.
Hasta en la iglesia. El nene estaba jugando con un teléfono celular, mientras su papá y su hermano embolsaban mercadería con donaciones de Cáritas.
El momento del robo fue grabado por una cámara de seguridad. En las imágenes se ve cómo un hombre con el barbijo puesto pasa delante del chico y le arrebata de las manos el aparato, para sorpresa del menor.
“Desde hace meses venimos sufriendo robos, tanto pertenencias del lugar como de los servidores que se acercan a colaborar”, contaron los responsables de la iglesia, en diálogo con los medios.
“No sabía qué hacer”
El papá del nene de 10 años nunca olvidará por lo que pasó en la noche del martes pasado en la puerta de la remisería en la que trabaja. “No sabía qué hacer, me volví loco”, explicó en declaraciones a El Trece.
Florencio contó que cuando tiene que trabajar su hijo suele quedarse en la casa de una vecina amiga, pero esta vez se lo llevó a la remisería porque había tenido que pasar antes por un taller mecánico.
“Siempre cuando voy a trabajar lo dejo con una vecina para que lo cuide pero, el martes, como había llevado el auto al taller, se me hizo tarde y no pude volver a casa a dejarlo y lo llevé a trabajar conmigo”, señaló.
Sobre el robo, el hombre contó que los delincuentes comenzaron a golpearlo de entrada: “Me pegaron, uno con el arma y el otro me agarró de atrás y yo trataba de explicarles que mi hijo estaba en el auto, no me dejaban hablar”, apuntó. “No sabía si marcar al 911 o correr. Igual corrí y no alcancé, lo seguí pero se me perdió porque estaba oscuro”, declaró y explicó que “recién a los 50 minutos me di cuenta por Facebook que lo habían encontrado”.