Eran siete personas en la habitación. Bruno, un perro de rastro específico, los olfateó a todos. Uno por uno, hasta que se quedó inmóvil al lado del principal sospechoso de un doble femicidio. Ese accionar fue clave para que el acusado confesara lo que había hecho con su novia y la pequeña hija de esta. “El Messi de los perros”, como lo llaman, otra vez volvía a ayudar a la Justicia a esclarecer un crimen de género.
Bruno es un perro de raza Waimaraner que trabaja para el escuadrón de canes de Secretaría de Seguridad y Prevención Comunitaria de Escobar. Participó en unos 230 casos con una efectividad del cien por ciento, según comenta su entrenador, Diego Tula, en diálogo con PERFIL. “Siempre llegó a su objetivo”, destaca.
“Bruno es especialista en buscar el olor de una persona en particular. No hay dos olores iguales en el mundo, es como una huella digital”, explica. La principal misión del perro es localizar a la persona que se esté buscando siguiendo el rastro de su olor, por eso la importancia de actuar rápido cuando se denuncia una desaparición para poder llegar a tiempo.
“Desde que desaparece una persona tenemos 36 horas de efectividad para seguir su rastro, ese tiempo varía según las condiciones climáticas: si llueve o hace mucho calor. Con Bruno vamos a la casa de la persona perdida, levanto el rastro de olor y se lo transfiero al perro”, destaca el entrenador. Ahí empieza la búsqueda.
Pero en los últimos casos más mediáticos, Bruno se caracterizó por ser una especie de “rastreador de femicidas”. Porque con su trabajo ayudó a los investigadores a dar con los presuntos victimarios.
El caso más reciente es el de Cristina Iglesias (40) y su hija Ada (7). Sus familiares llenaron las redes sociales con sus fotos para que los vecinos los ayudaran a localizarlas. Ada con su uniforme del colegio y caminando de la mano de su mamá es una de las imágenes que se compartieron. Abel Romero, novio de Cristina, era el apuntado por la familia.
Ambas llevaban desaparecidas dos días, cuando finalmente fueron encontradas enterradas en el fondo de su casa de Monte Chingolo, en Lanús. Horas antes Romero había dado una versión confusa del paradero de ellas. La aparición del perro Bruno fue determinante para que el sospechoso confesara: “Fui yo” (ver aparte).
“Antes de la búsqueda de Cristina y Ada estábamos analizando ir a Mar del Plata a buscar a Claudia Repetto (la mujer llevaba más de veinte días desaparecida) porque los perros que la habían buscado no la habían encontrado. Cuando estábamos por salir, recibimos el pedido de colaboración de altos funcionarios policiales para ayudar en la búsqueda de Cristina y Ada. Habían estado perros en la casa y no habían dado ningún indicio y no habían encontrado ningún rastro de ellas, como en el caso de Repetto”, detalló Tula.
Tenían que optar por uno de los casos. “Decidimos darle prioridad a la búsqueda de Monte Chingolo ya que estaba en peligro la vida de una nena”.
Una vez en la vivienda, el perro marcaba “un solo rastro de salida de la casa, que era el de la pareja, pero no había rastros de salida de las víctimas”.
En ese momento entró en acción otro de los perros con los que cuenta Tula y su esposa, Raquel Peralta. Max realiza búsqueda de cadáveres y el animal daba las alertas a la casa de las víctimas. Así fue como las encontraron enterradas en el fondo de la propiedad.
“Cuando la policía científica desentierra los cuerpos, el fiscal nos pregunta si se puede hacer una comprobación de olor de la manta que cubría el cuerpo de Ada y ver si había rastros de la pareja de la madre. El objetivo era saber quién había sido la última persona en cubrir con la manta el cuerpo de la nena”, describe.
Entonces, realizan un corte a la manta con la impronta de olor y en la comisaría le dan ese pedazo de tela a Bruno para que lo olfatee. “Después de oler la manta, se soltó a Bruno y marcó a la pareja de la víctima como el último que tocó la manta. Después de que Bruno lo marcó, él decide declarar y confiesa los crímenes de las dos mujeres”.
Bruno trabajó en otros casos y también colaboró para dar indicios de los presuntos femicidas. Por ejemplo, intervino en el crimen de Anahí Benítez (16) en Lomas de Zamora. Anahí desapareció el 29 de julio de 2017. Seis días después su cuerpo fue encontrado en la reserva ecológica de Santa Catalina, en el partido bonaerense de Lomas de Zamora. Según la autopsia, fue violada y asesinada entre 24 y 36 horas antes del hallazgo.
El olfato de Bruno fue determinante para establecer dónde había estado secuestrada y quién había tocado su cuerpo por última vez. El perro condujo a los investigadores hasta la casilla en la que creen que Anahí estuvo cautiva. Y, además, reconoció el olor del dueño de esa propiedad, Marcos Bazán, en el lugar donde la joven fue enterrada. Gracias a estos indicios, Bazán fue detenido y está siendo juzgado aunque el debate entró en receso por la expansión del coronavirus.
En 2015, Mía tenía 6 años y era intensamente buscada luego que se descubriera que su mamá y su hermanito de 3 años habían sido asesinados a puñaladas en su casa de El Palomar por el ex novio de la mujer. El trabajo de Bruno fue indispensable para localizar a la menor en la terminal de Junín. Estaba junto al autor del doble crimen, Enrique Alcaraz, que la había secuestrado.
A fin de año, Bruno se jubila. Por eso sus instructores están adiestrando a otros tres canes para que sigan su legado. ¿Qué pasara con él? Se desempeñará como perro guía para capacitar a futuros instructores.
La confesión del asesino
Abel Romero (27) confesó después de que Bruno, un perro de rastro específico, lo marcara como la última persona que tuvo contacto con Cristina Iglesias y su hija Ada, ambas encontradas enterradas en el fondo de la casa.
Romero fue detenido en la localidad de Rafael Calzada como principal sospechoso del doble femicidio luego de que la policía quiso identificarlo mientras caminaba por la calle e incumplía la cuarentena. “Lo agarraron y no quiere decir nada, se mantiene en sus mentiras y se contradice”, dijo entonces Fernando, hermano de Cristina.
Hacía unos pocos meses que Romero convivía con su pareja y la pequeña Ada en la casa de la mujer en Monte Chingolo, en el partido de Lanús. Cuando lo detuvieron e identificaron dijo que su novia y la nena se habían ido en auto con un amigo de ella. Luego que no sabía dónde estaban.
En la propiedad se encontraron rastros de sangre lavados. “El dice que no tuvo nada que ver con la desaparición pero encontraron ropa suya con sangre, se contradice pero se mantiene en sus dichos de que no sabe nada”, contaba el hermano de Cristina.
Todo terminó cuando el perro Bruno lo olfateó en la comisaría e identificó su olor en la manta con la que se envolvieron los cuerpos de las víctimas. Luego, ante el fiscal Jorge Grieco, a cargo de la causa, terminó confesando. “Fui yo”, le dijo.