POLITICA

Juan Gelman: "La lucha continúa"

El kirchnerismo reconstruye los setenta como una disputa entre ángeles y demonios.

Fue considerado uno de los escritores más representativos de la literatura rioplatense.
| AFP.

Los contados artículos que se atrevieron a recordar la militancia armada del poeta Juan Gelman y su falta de autocrítica por tanta violencia en los setenta activaron los reflejos de los periodistas e intelectuales que se consideran los guardianes de una memoria histórica construida en forma maniquea, en los términos de una disputa entre amigos y enemigos, entre buenos y malos, entre ángeles y demonios.

“Favorece la Teoría de los Dos Demonios”, es la reacción preferida por quienes entienden que los periodistas no tenemos que referirnos, por ejemplo, al atentado contra José Ignacio Rucci, el secretario general de la CGT muerto el 25 de septiembre de 1973; el ataque al cuartel de Azul del que esta noche se cumplirán cuarenta años; o el fusilamiento del cordobés Fernando Haymal, el 2 de septiembre de 1975.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Estos guardianes de la memoria histórica construida por el kirchnerismo, con la imprescindible colaboración de la mayoría de los organismos de Derechos Humanos, consideran que de esos temas no hay que hablar. Comparten con Gelman el convencimiento de que no hay autocrítica que realizar; sostienen que, a lo sumo, fueron errores de una juventud motivada por nobles ideales.

De nada sirve que uno les explique que no cree en la Teoría de los Dos Demonios. Es que no quieren abrir un debate sino, por el contrario, cerrarlo.

¿Por qué lo hacen? Por un lado, siguen convencidos de que la lucha armada fue correcta porque era el mejor camino, en aquel contexto, para tomar el aparato estatal y llegar al socialismo. Por eso, entienden que deben honrar a todos los combatientes —no importa cuando ni dónde ni cómo murieron— y recompensar a sus herederos.

Hay razones que tienen que ver con el presente. Piensan, y lo dicen explícitamente, que “la lucha continúa”; es decir, los derechos humanos les sirven también para ajustar las cuentas con los malos de ayer y de hoy.

Además, muchos de estos periodistas e intelectuales ultra K han accedido a puestos muy bien pagados y a subsidios varios, a un cierto reconocimiento público, y participan de los oropeles del poder. Son cosas que se vuelven adictivas y que, comprensiblemente, quieren defender.

(*) Editor ejecutivo de la revista Fortuna y autor de ¡Viva la sangre!