Con pruebas contundentes en algunos casos y sospechas en otros, distintas autoridades colombianas y de la Administración de Estados Unidos contra las Drogas (DEA) reconocieron que siete cabecillas entraron y salieron de Buenos Aires en el último año. ¿Quiénes? El recientemente ejecutado capo narco en el shopping Unicenter, Héctor Duque Ceballos, alias “Manoteto”; Carlos Mario Aguilar Echeverry, alias “Rogelio”, del ejército de sicarios de la “Oficina del Envigado” –hace unos días se entregó a la policía de su país–, y Juan Carlos Ramírez Abadía, alias “Chupeta”, el último patrón del cartel del Norte del Valle, quien vivió en Buenos Aires con un documento falso argentino; lo detuvieron el año pasado en Brasil y tiene pedido de extradición a una cárcel norteamericana. Justo el martes pasado organizó desde su celda el fallido secuestro del hijo del presidente Lula.
Los otros cuatro se encuentran prófugos y, según declaraciones del director de la Policía de Colombia, general Oscar Naranjo, varios grupos especiales los están buscando.
Uno, “Scooby Doo”, primo del líder paramilitar Carlos Mario Jiménez, alias “Macaco”, preso en los Estados Unidos. Dos, Edgar Guillermo Barrera, alias “Beto Giraldo”. Tres, Fabio Enrique Ochoa Vasco –el Departamento de Estado norteamericano ofrece 5 millones de dólares por su cabeza–; sus recientes domicilios aparecen en Buenos Aires y Guadalajara, México. Este narco es considerado “violento y peligroso”, presuntamente es el responsable de enviar entre seis y ocho toneladas de cocaína mensuales de Colombia a Centroamérica para su posterior importación a los Estados Unidos.
Cuatro, Daniel “El loco” Barrera, personaje clave en la muerte de “Manoteto”. Para Colombia, Barrera ya es el narco más poderoso en su país: sostiene alianzas con los “narcoparas”, personal de la Fuerza Pública y con líderes de las FARC –hizo negocios con el “Negro Aciacio”, comandante del Frente 16, y con “Jhon 40”, comandante del Frente 43–. Entre sus socios están “Rogelio”, Pedro Guerrero Castillo, “Cuchillo”, comandante de más de 2 mil hombres, y recientemente apresado. Por pactos o venganzas, la conexión entre los paras va más allá.
Los siete que han pasado por Buenos Aires son herederos –directos o indirectos– de los extintos carteles de Medellín y Cali, y del cuasi desbaratado cartel del Norte del Valle.
Leer la nota completa en la edición impresa de Perfil .