Luis Aranda, extrabajador de Sueños Compartidos que denunció públicamente en Plaza de Mayo a Hebe de Bonafini, salía a comprar el pan con su mujer cuando escuchó el disparo mortal.
Su vecina, Marcela Díaz, yacía en el piso del pasillo a metros de la avenida Eva Perón y Piedra Buena, el sábado 18 de julio. Según la versión oficial, la mujer de 40 años quedó atrapada en una balacera entre bandas de narcos del barrio ubicado detrás del Elefante Blanco, en el que Rubén “Pocho” Brizuela es amo y señor.
Sin embargo, la única víctima fue la mujer que recibió un certero tiro en la cabeza. Díaz había denunciado complicidad de la comisaría 48 con los narcotraficantes y era testigo de una causa “armada” contra su pareja, Raúl Leopoldo Contreras “Pato” contra el hijo del puntero.
Por “intento de homicidio simple y amenazas agravadas por el empleo de armas de fuego”, la pareja de Díaz estuvo detenido dos años en la causa Nº3784. Marcela había sido una fuente fundamental en mi libro El negocio de los derechos humanos ya que había relatado con crudeza los negocios cruzados entre los punteros del barrio, Sergio Schoklender y la Fundación Madres de Plaza de Mayo pues había trabajado en el departamento de Compras de Sueños Compartidos durante años.
Contreras, antes de caer detenido por enfrentarse con el hijo del puntero, excustodio de Bonafini en las marchas en Plaza de Mayo, había sido chofer de la Fundación.
El 7 de abril del 2011, la humilde casa de Marcela fue baleada mientras ella colgaba la ropa. Antes, en otro tiroteo en la villa, un joven de 30 años llamado Juan Reate recibió un disparo en el tórax.
El sábado pasado, poco después del sangriento asesinato de Marcela, vecinos comentaban que el agresor de Díaz, “El Toto”, también había recibido un balazo; pero en el hospital Santojanni no hay registros de ello.
La familia del supuesto asesino huyó del barrio esa noche. Vecinos enfurecidos cortaron la avenida Eva Perón indignados por la “zona liberada” que, según ellos, la Comisaría 48 provocó. “Protegen a los narcos y a Marcela se la tenían ‘junada’”, asegura un vecino que prefiere el anonimato. En el pasillo lateral a la casa de “La Chuly” se “vende de todo, de paco, cigarros a cocaína” y “todos lo saben”.
Los vecinos no quisieron que la Federal se haga cargo de la situación. Hoy se aguardaba la presencia de Gendarmería Nacional. Ante la consulta de Perfil.com, la Comisaría 48 informó que “el crimen es responsabilidad de la 42, pues el deceso se produjo en el hospital Santojanni”. En la Comisaría 42 no sabían nada del asunto y en Prensa de la PF dijeron lo contrario: “Es problema de la 48”.
El 17 de julio del 2011, Díaz denunció en el Diario PERFIL que habían tiroteado su casa. A la semana siguiente, cuando se dirigía al juzgado para presentar fotocopias del hijo de “Pocho” armado, disparándole, junton con fotocopias de unos supuestos cheques por 84 mil pesos que habría recibido la jueza, María Gabriela Lanz, a cargo de la causa contra su pareja, cuatro hombres la bajaron del colectivo línea 50 y le robaron la mochila.
El 14 de noviembre la entrevisté por primera vez en su domicilio. Horas después, la mujer de Pocho, Graciela Miranda, le dijo que se “recatara y no hablara boludeces”. Una familiar y excustodia de Hebe de Bonafini en Sueños Compartidos me vio charlando con Díaz a comienzos del 2012: “Si te ve Pocho nos mata a todos”.
Inexplicablemente, la justicia jamás se presentó a realizar las pericias correspondientes. Cuatro veces rechazaron la excarcelación de Contreras de la cárcel de Ezeiza. Luego de dos años detenido, fue sobreseído. Los testigos que declararon en su contra fueron, por ejemplo, Carola Cerda, hermana de Dolores Sigampa y madre de Ezeiquiel Demonty (el chico que fue asesinado tras ser obligado a tirarse al Riachuelo por la Policía en la madrugada del 13 de septiembre del 2002).
Las casualidades no terminan allí. Contreras, pareja de la mujer asesinada el sábado pasado, es el tío paterno de Claudio Maciel, quien también trabajó en la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Maciel fue uno de los testigos fundamentales para que juzgaran a los policías implicados en el asesinato del joven Demonty.
El otro testigo fue Ismael Paz, quien también estuvo preso por otra extraña causa y murió dentro de un auto en los pasillos de la villa en el 2008. Dolores Sigampa, madre de Demonty, dirige un comedor que lleva el nombre de su hijo asesinado. Su hijo mayor, Félix, trabajaba en seguridad del Museo de la Memoria.
Por eso, Marcela Díaz, creía que a la familia “los compraron” y “nos plantaron testigos truchos contra mi pareja”. "Me van a terminar matando", me confesó Díaz la última vez que la vi. En aquella ocasión me entregó la documentación de la causa "armada" contra su pareja.
Tenía tanto temor que en la red social Facebook se había armado un perfil apócrifo para realizar denuncias a los narcos del barrio. Tampoco cobró la indemnización correspondiente en la Fundación Madres de Plaza de Mayo en la que trabajó durante años.
En los primeros años de Sueños Compartidos, los trabajadores cobraban en negro en la casa de Pocho Brizuela. Fue el puntero quien se hizo cargo de los servicios fúnebres de Marcela Díaz. Hoy será velada a las 18:30 en la casa "San Roque". “Se portó de diez”, dice un allegado al hombre fuerte de la zona. Otros recuerdan la película de Clint Eastwood, Río Místico.
(*) Especial para Perfil.com. En Twitter: @luisgasulla.