POLITICA
La audiencia retoma a las 10 AM

Causa ESMA: escalofriantes testimonios contra Febres

Una testigo recordó que el ex represor los trasladó a una isla del Tigre para ocultarlos durante una visita de la OEA y otra que el ex prefectoles hacía escribir a las embarazadas dónde querían que llevaran a sus bebés.

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El relato de una testigo volvió a comprometer hoy al ex prefecto Héctor Febrés en la causa en la que se investigan delitos de "lesa humanidad" cometidos en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) durante la última dictadura militar.


Dora Laura Seoane, ex esposa de Víctor Basterra, relató que Febrés fue el encargado de trasladar a un grupo de prisioneros de la ESMA a una isla del Tigre para "ocultarlos" de una visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en septiembre de 1979; además de otro testigo que señaló su compromiso con las embarazadas en el centro clandestino de detención.

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"Los trasladaron a la medianoche, pegándoles mucho y estuvieron como una semana en la casa del río. Después que la gente de la OEA pasó por la ESMA, los llevaron de vuelta y el " Gordo Daniel" (apodo de Febrés) era el jefe del operativo", narró la mujer.

Seoane, quien había sido secuestrada junto a Basterra y su hijita de dos meses el 10 de agosto de 1979 en su vivienda de la bonaerense localidad da Valentín Alsina, fue liberada tras cinco días de cautiverio, lapso en el cual fue torturada.

"Me llevaron a un cuartito y me dijeron que me desnudara. Pero uno me dijo que dejara la ropa interior porque hacía poco había sido mamá. Ahí conocí lo que es la picana eléctrica…", relató entre lágrimas y detalló que le aplicaron paso de corriente " en los pechos y en la ingle".

La testigo recordó que luego de unos días fue liberada, pero que su marido –Basterra– quedó prisionero en el centro clandestino, donde confeccionaba documentos falsos para los marinos, hasta diciembre de 1983, con permisos de salidas intermitentes para visitar a la familia.

"Víctor iba trayendo las fotos que les sacaba a los represores adentro de la ESMA y las guardábamos en casa. Sabíamos del riesgo que corríamos si ellos nos descubrían pero pensamos que valía la pena", confió. Seoane detalló que en la ESMA, además de a Febres, conoció a quien actuaba de jefe del centro clandestino, capitán Luis D' Imperio; más los capitanes y tenientes Victor Donda, Raúl Peyón, y Ricardo Cavallo, quien justamente está detenido y procesado en España a la espera de ser enjuiciado allá por los delitos de "genocidio" y "terrorismo".

Una de las partes más emotivas de su testimonio fue cuando Seoane, con evidente emoción, refirió que "pese al miedo" con la llegada de la democracia, en 1983, hicieron las denuncias ante la Comisión Nacional Sobre Desaparición de Personas (CONADEP) porque " valía la pena hacerlo". La testigo también hizo una referencia a que "a 22 años del juicio a las juntas y luego que el fiscal (Julio) Strassera dijera “nunca más” hoy Jorge Julio López está desaparecido, por eso creo que vale la pena declarar", lo que provocó aplausos en la Sala de audiencias.

Seoane fue la primera testigo de la sexta jornada del primer juicio oral por gravísimas violaciones a los derechos humanos en la ESMA, tras la derogación y declaración de "nulidad insalvable" de las leyes de obediencia debida y punto final. Luego de un cuarto intermedio, los camaristas Guillermo Gordo, Ricardo Farías y Daniel Obligado, integrantes del Tribunal Oral en lo Federal Cinco, escucharon también los testimonios de otros testigos clave:  José Orlando Miño, Beatriz Tokar di Tirro y Manuel Fernando Franco.

Beatriz Toker de Girro, una de las víctimas que pasó por ese campo de concentración, desmintió así lo que Febres dijo frente al tribunal el primer día del juicio, cuando aseguró que no sabía que hubo embarazadas allí. Además, reveló que los cadáveres de varios de sus compañeros fueron calcinados en el campo de deportes del gigantesco predio, y en ese marco la querella solicitó que se remitan esos dichos al juez federal Sergio Torres, que investiga la megacausa aún no elevada a juicio contra el resto de imputados por secuestros, torturas y homicidios de víctimas que desfilaron por allí.

Otro ex prisionero de ese centro que desfiló hoy por el tribunal, Manuel Fernando Franco, de 54 años, acusó a Febres de capturarlo y torturarlo y se quejó por los pocos casos que se le están achacando al represor en este juicio. “He visto mucha gente que jamás volvió a aparecer y, aunque valoro este juicio me sorprende que aquí sólo acusemos a Febres por tan poquitos casos. Quiero justicia”, dijo el testigo.

Secuestrado en octubre de 1979 por ser parte de la última tanda de Montoneros que operaba en Capital Federal pese a la dictadura, Franco contó que fue secuestrado cuando salía de la casa de su madre en Almagro y allí lo vio por primera vez “en medio de la calle dando órdenes” a otros seis agentes. “Me tiraron adentro de un auto, con una capucha y un pie en la cabeza y me llevaron a la ESMA. Me tuvieron esperando cuatro horas solo en una salita y después vinieron, me tiraron en una cama para someterme a tortura”, contó.

Incluso, relató que podía escuchar “a Febres diciendo que subieran el voltaje de la picana que me daban”. La tercera vez que lo vio fue cuando lo llevaron a una sala donde desde una mesa, contó, Febres y otros dos represores lo instaron a llevarlos a su casa para secuestrar a su esposa, bajo la amenaza de entrar a los tiros si no colaboraba. Franco contó que tenía un bebé de pocos días y decidió abrirles él mismo la puerta de su casa para volver secuestrado con su mujer a la ESMA.

En este juicio Febrés es el único imputado a quien se responsabiliza por los tormentos a cuatro ex prisioneros de la ESMA y solo concurrió la primera jornada en la que se leyó el "auto de elevación a juicio" con los cargos en su contra. Luego solicitó que se lo eximiera de concurrir a las audiencias, permiso que –de acuerdo a lo que autoriza el Código Procesal– le fue concedido hasta el momento de los alegatos y el veredicto cuando deberá volver a sentarse en el banquillo de los acusados.

Según los sobrevivientes, Febres se jactaba en la ESMA de "dar máquina", o sea atormentar a los prisioneros mediante aplicaciones de 'picana' eléctrica y, a la vez, estaba encargado del ajuar de los bebés nacidos allí que iban a ser apropiados. El centro clandestino que funcionó en la ESMA está considerado como el mayor campo de la muerte de la dictadura ya que, según algunos sobrevivientes, habrían pasado por allí 4.500 víctimas rumbo a los escalofríantes " vuelos de la muerte", en los que desde aviones navales los prisioneros eran arrojados vivos y narcotizados al mar. El juicio continuará mañana a las 10 y se espera que sobre la semana del 20 de noviembre se escuchen los alegatos.


Fuente: Télam y DyN