El Presidente de Rusia, Dmitry Medvedev, presentó al gobierno argentino la oferta para construir la Central Nuclear Atucha III, en medio de una nueva ola de desarrollo nucleoeléctrico en el mundo. Sin embargo, la operación despierta más sospechas que certidumbres toda vez que se trata de una oferta presentada por un proveedor que desató la mayor catástrofe en la historia de la explotación civil de la energía nuclear.
La tragedia de Chernobyl, Ucrania, de la cual se cumplen 24 años, se produjo por fallas técnicas -aumento de la presión en el reactor-, y por falta de inversión, provocando una liberación de material radiactivo 500 veces mayor que la de la bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945.
¿Pero cuál es el revés de la oferta de Moscú? De acuerdo con los expertos, la industria nuclear rusa quedó seriamente cuestionada después de Chernobyl. La política exterior de la era Putin llevó a Moscú a tratar de vender su obsoleta tecnología a países con menores exigencias. Los países que van a la vanguardia del desarrollo atómico sólo realizan transferencia de tecnología quedando a cargo del país comprador las obras civiles y el aporte de capital.
Como la Argentina no tiene acceso a los mercados de crédito, el gobierno busca alguien que le venda la central "llave en mano" y con el financiamiento incluido y los rusos se anotaron en esa competencia. Luego de haber participado en la cumbre sobre seguridad atómica, el gobierno argentino parece haber despertado y aunque concurrió a ese foro mundial, lo hizo con la improvisación de costumbre.
Mal que le pese a la administración Kirchner (¿o no?) tuvo que desempolvar el Plan Nuclear Argentino diseñado por la última tiranía militar a fines de los '70 y presentarlo nuevamente en sociedad, después de que la dirigencia política lo archivara groseramente con el advenimiento de la democracia. Al margen de quien diseñó ese programa, fue a partir de ese plan científico y tecnológico, que la Argentina se convirtió en una autoridad mundial en la materia, tanto en la investigación, el desarrollo, la construcción, la transferencia de tecnología y el control de la protección radiológica y de seguridad.
La figura del doctor Dan Beninson adquirió estatura internacional y se convirtió en una autoridad mundial llevando a la Argentina a un sitial de importancia en la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). La ratificación del uso pacífico de la energía nuclear y el desarrollo de centrales energéticas fueron suficientes cartas credenciales para que Buenos Aires retorne al selecto "Club Nuclear", algo impensado para el kirchnerismo. Ahora, el gobierno anuncia una tercera central nuclear cuando ni siquiera puede terminar la segunda, interrumpida en varias oportunidades. Si Yacyretá fue el "monumento a la corrupción", Atucha II no le va en zaga y Atucha III es, por ahora, una quimera. Pensar en obras multimillonarias en medio de un voraz proceso inflacionario mientras el gobierno echa mano a las reservas del Banco Central y a los ahorros de los jubilados para sobrevivir en el día a día es una ilusión.
El proceso inflacionario desatado desde hace tres años y medio en el que se combinan factores como elevado gasto público y presión fiscal sin precedentes, retraso tarifario, cambiario, salarial y una aguda caída de la inversión, está generando las condiciones para un próximo Chernobyl Económico.
Se trata de un mecanismo sustentado artificialmente en la falsificación estadística, la emisión espuria de moneda y un gasto público creciente que está llevando a que la economía se recaliente y aumente la presión de manera peligrosa. El escándalo del INDEC llega a límites absurdos. Mientras en el índice de precios la mayor ponderación corresponde a alimentos, según este organismo, los productos del índice al consumidor aumentaron menos que la canasta básica alimentaria. El IPC del primer trimestre llegó al 3,5 por ciento y la canasta dietaria aumentó 9,4 por ciento. ¿Cómo se puede concluir en tamaña diferencia? Sólo mediante falsedad en los datos.
Lo que no advierte el gobierno es que la falta de indicadores creíbles provoca incrementos de precios por expectativas que gira en torno de un mecanismo de retroalimentación y que no hace otra cosa que aumentar la presión del reactor. En otras palabras, si no hay índices confiables, los precios se corrigen "a ojo" o "por las dudas".
Al mismo tiempo, en un afán por disimular la presión, el gobierno aumenta peligrosamente la emisión de dinero, para mantener un gasto público creciente y meter más presión a la demanda. Este procedimiento, lejos de disminuir la presión sobre los precios, incrementa la puja distributiva y frente a un tipo de cambio estancado, transforma el alza de precios en pesos en una inflación en dólares. El tipo de cambio estancado hace que las tasas de interés en pesos sean positivas respecto del dólar pero negativas respecto de la inflación.
En línea simultánea, la mayor cantidad de dinero en el mercado no permite convalidar una suba de tasas de interés y, al fin de cuentas, esa mayor oferta de pesos, terminará con una baja sostenida de las tasas, lo cual hará menos atractivo tener pesos. Esto, indefectiblemente, llevará a los agentes económicos a cambiar los pesos por dólares para preservar el capital y ponerse a riesgo de la inflación en dólares. De resultas, el gobierno aumenta la presión sobre las variables económicas y no hay válvulas de escape...
(*) Agencia DYN