Luego de vivir las 48 horas de mayor exposición mediática de su carrera política, Julio Cobos decidió ayer mandarse a guardar y esquivar el acoso de la prensa. “Pide perdón por no atenderlos, pero dice que necesita que lo dejen descansar”, aseguró uno de sus asesores.
Antes de desaparecer, Cobos le pidió a su hermana Alicia y al intendente de Godoy Cruz, Alfredo Cornejo, que se encarguen de atender a los periodistas. El viernes a la noche, luego del escrache que sufrió, el vicepresidente regresó a su casa. “Estaba tan cansado que tratamos de hablar de otras cosas, y escuchamos música: Silvio Rodríguez”, cuenta su hermana mayor.
Según pudo averiguar Perfil, Cobos pasó la noche fuera de casa, junto a su mujer, Cristina Cerutti. A las 9.15, Agustín Cleto, el hijo mayor, se asomó por la puerta. “Mi papá no está; me desperté y ya no estaba”, aseguró con cara de dormido. A las 10.05, volvió Cristina y 45 minutos después ya estaba saliendo, esta vez en compañía de Eugenia, la hija menor, que llevaba consigo material de estudio. La perra Bianca se fue con ellas. “No está y no viene”, contestó la madre, quien rara vez habla con los periodistas. Cerca del mediodía, los custodios cargaron el auto con unos pocos bolsos y con comida. En la casa quedó sólo Agustín, en compañía de la otra perra: Olivia.
“Me llamó y me dijo que iba a visitar a nuestra mamá y después se iba para la montaña”, contó Alicia Cobos. La madre, de 86 años, se encuentra internada en un geriátrico. El destino de “montaña” fue una cabaña en Uspallata. Allí, Julio Cobos tenía intenciones de descansar y relajarse, al aire libre.