Es imposible acercarse al Presidente ruso. A diferencia de Cristina Fernández, Dmitri Medvedev, posee una férrea custodia.
Tal cual como se lo esperaba, a las 12 del mediodía de ayer aterrizó el avión proveniente de Estados Unidos con toda la comitiva rusa. Luego de un pequeño acto de bienvenida, Dmitri Medvedev fue llevado en limusina al hotel Park Tower acompañado de una caravana de camionetas y utilitarios.
Durante el trayecto al hotel hubo un momento en que la comitiva quedó atascada en el caótico transito de Buenos Aires. De inmediato los agentes de seguridad se bajaron de sus utilitarios y se pararon al costado de la limusina, para proteger a su Presidente.
En el hotel, la seguridad fue extrema y cualquier persona ajena era mirada con recelo. Apenas arribó el Presidente ruso se creó un pasillo en el hall del Park Tower que permitió que Medvedev llegara al ascensor sin detenerse para subir a su habitación.
A las 15, ya cambiado, bajó para ir a almorzar. Otra vez su séquito de agentes de seguridad se preparaba para abrirle paso hacia La Cabaña, un exclusivo restaurant de Recoleta. Allí liberaron todo el primer piso para él y le sirvieron carne asada, ensalada y un malbec. De sobremesa hubo café. Luego partió hacia la reunión con empresarios y diplomáticos en el Jockey Club.
Con media hora de retraso, Dmitri Medvédev llegó a la Plaza San Martín para realizar la tradicional ofrenda floral al general José de San Martín. Su custodia estaba inquieta, el lugar era abierto y mucha gente se acercó a mirar. Los ojos de los agentes escaneaban todo el lugar y hasta había francotiradores listos para actuar.
Una vez que terminó el acto, partieron hacia la Casa Rosada y después del encuentro con Cristina, fueron a cenar al Palacio San Martín. Luego de un día agitado, la custodia de Medvedev estaba lista para llevar a descansar a su presidente y tratar que nadie se acerque.
(*) De la redacción de Perfil.com