La histórica conferencia en la era kirchnerista que se está llevando a cabo en Olivos no tiene ninguna sorpresa o novedad para la tapa de los diarios de mañana. Cristina Kirchner sigue en sus laberintos que la llevaron a la crisis interminable del campo. Ni la tensión social de esos tres meses, ni el enfriamiento de la economía, ni la derrota en el Senado en manos de su propio vicepresidente, parece haber hecho mella en la habitual soberbia de la presidenta.
Obligada por las circunstancias, estrena un nuevo plan de comunicación, pero debajo están firmes sus mismos lineamientos y prejuicios, sus aciertos y sus errores. El gesto de recibir en Olivos a casi 150 periodistas es parte de su debilidad actual, y no el "aquí no ha pasado nada", como parece decir cuando se le menciona el tropezón del Senado. Alguna vez, cuando se mudó a Olivos, declaró que en la residencia presidencial no iría a recibir jamás a funcionarios ni periodistas, porque su trabajo y el trabajo de Kirchner eran en las oficinas estatales y no en la casa familiar. Esa, como muchas otras promesas, quedó hecha trizas hace mucho tiempo.
Si la organización de esta rueda de prensa fue una manera de eclipsar al discurso del presidente de la Sociedad Rural, tal vez logre en parte su objetivo. Si la idea era imponer que el Gobierno ha dado un giro para remontar el pésimo presente continuo desde marzo pasado, hay que ser muy crédulo para creerlo. Con el tiempo es posible que sea evidente que ésta fue, una vez más, una oportunidad perdida para cambiar, de verdad, de rumbo. Al igual que ocurrió con la derrota en el Senado, preocupa que la Presidente esté mal asesorada, pero más aún que una vez pegado el porrazo no se levante con elegancia y acepte haberse equivocado. Hoy podría haber sido ese día. Nos hubiese gustado pecar de ingenuos.
* editor general de Perfil.com