Si fuera por Cristina Kirchner, las funcionarias de su Gobierno deberían parecerse a su cuñada Alicia: claritos rubios, trajecito comprado en provincia y cartera marrón sería todo el look necesario para presentarse en los palcos cerca de la Presidenta. Sin embargo, hay una mujer que le nubla su plan de ser la más bella, elegante y, sobre todo, "con onda" de las mujeres del poder. Es María José Lubertino, la titular del Inadi, el Instituto Nacional Contra la Discriminación. "Que en los actos oficiales se vista como una funcionaria", le mandó a decir Cristina en las últimas semanas.
Feminista militante, promotora del matrimonio gay y el derecho al aborto, Lubertino cree en la rebeldía fashion. En los actos de Inadi o en las marchas del orgullo gay se la reconoce por sus llamativos cortes de pelo mitad punk mitad Cher (nada que ver con los aceptados rubios peronistas de Chiche Duhalde o Graciela Gianatasio), por su arito brillante en la nariz y por sus pronunciados escotes, que ganaron fama cuando apareció amamantando a su hijo recién nacido en la Constituyente porteña de 1996, donde participaba por la UCR, tras su paso por el socialismo y antes de llegar al PJ.
Algunos dicen que no es sólo su look sino su edad (tiene 48 frente a los 55 de Cristina) lo que le trajo los desplantes de la Presidenta, que quiere que la funcionaria modere sus raptos de peluquería y sus push-ups todo terreno. Pero Lubertino, admiradora confesa de Michelle Bachelet, la corre por izquierda y por machista y le responde: "A mí nadie me dice cómo me tengo que vestir. No hay novio ni marido ni ha nacido la persona que me indique cómo vestirme". Y después aprovecha para elogiar la firmeza de Cristina, su jefa política: "Decir que Kirchner puso a Cristina es ser machista", declara, para que no queden dudas de su fidelidad política y de género.
Con la derrota de Cristina en su afán educador, Lubertino reconoce que la mandaron a reprender por el ministro de Justicia, Aníbal Fernández, que ironizó: "También, tu peluquera, cortarte así… es un acto de discriminación". La jefa contra los discriminadores, entonces, lo apuró: "Mirá tu bigote, no creo que puedas hablar de capilaridades ajenas".
Sin embargo, los más cercanos a Cristina reconocen que -en realidad- lo que la Presidenta padece no es furia sino envidia, porque mientras ella prepara con detalle su vestuario formal-con estilo-elegante-pero con onda, y se encarga de cambiar el look en el avión presidencial para que después el campo la fulmine en sus discursos, Lubertino pasea con sus ropas violetas con gays, travestis y lesbianas que reclaman sus derechos mientras bailan arriba de camiones con arco iris extasiados en espíritu de rave. Eso, claro, es algo que las señoras funcionarias con perfecto look aprobado por Cristina, como Graciela Ocaña, Alicia Kirchner o Romina Picolotti nunca osarían hacer.