Ante una tragedia, hay formas distintas de reaccionar. Mientras algunos se llaman al silencio, otros figuran en todos lados. A grades rasgos, estos dos estilos son los que caracterizan a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el gobernador de la provincia de Buenos Aires Daniel Scioli, respectivamente, ante lo imprevisto y lo catastrófico.
En estos días, muchos esperaban escuchar las palabras de la mandataria sobre la tragedia de Once, pero hasta el momento se remitió a enviar sus condolencias en un escueto comunicado. Por sus antecedentes, esto era anticipable y se podría especular que el gobernador hubiera actuado distinto (aunque no necesariamente mejor).
Sin ir más lejos, quizás el clímax de las reiteradas apariciones públicas de Daniel Scioli se dio en el caso del secuestro y asesinato de Candela Rodríguez. En esa ocasión, Scioli se "involucró" tanto en el caso que Francisco de Narváez lo terminó acusando de "contaminar" la escena del crimen. En esa ocasión, De Narváez dijo que Scioli había hecho un "uso mediático obsceno" del hallazgo del cadáver de la nena.
Scioli también se interesó por el caso del asesinato del niño Tomás Dameno Santillán y en la muerte de la familia Pomar, donde acudió de inmediató al lugar donde se encontraron a las víctimas para monitorear de cerca los trabajos forenses. Lo mismo sucedió en el caso del robo y ataque a Carolina Píparo, quien perdió su embarazo a causa de la balacera que recibió de parte de los delincuentes.
El gobernador no sólo los crímenes le apasionan a Scioli. El funcionario también se estuvo presente tras el accidente ferroviario de San Miguel el año pasado.
Por el contrario, la Presidenta se mueve con más discreción. Enemiga de las entrevistas, Fernández de Kirchner opta o bien por las grandes conferencias de prensa o bien el silencio más sepulcral.
No salió a hablar después de la tragedia de Once, aunque decretó dos días de duelo nacional y suspendió los corsos programados para esos días. Tampoco encabezó un acto público oficial tras el crimen del militante Mariano Ferreyra pero sí lo hizo de manera privada.
El propio hermano del joven asesinado, Pablo Ferreyra, relató que su familia fue recibida por la mandataria en la Casa de Gobierno, aunque el encuentro se mantuvo a puertas cerradas.
Algo similar ocurrió con el caso Candela: la Presidenta recibió a Carola Labrador en Casa Rosada cuando todavía era un misterio el paradero de la niña que luego apareció asesinada en un descampado. Aunque Fernández no se expidió sobre el tema en público, Labrador aseguró que recibió de ella "todo el apoyo" y que la escuchó "como madre".
La Presidenta no viajó al sur cuando se originó el caos por la presencia de cenizas volcánicas provenientes del volcán Puyehue aunque más tarde sí declaró la "emergencia agropecuaria" y hasta decidió que se otorguen beneficios fiscales y asignaciones para los afectados.
Uno de los últimos golpes para la mandataria fue la muerte de Iván Heyn, durante una cumbre del Mercosur que tuvo lugar en Montevideo. En ese momento, la Presidenta continuó con sus actividades protocolares y fue recién cuando regresó al país que se refirió al fallecimiento del economista durante un acto que se transmitió por cadena nacional.
Una muerte sobre la que Fernández no dijo nada fue la del ex gobernador de Río Negro Carlos Soria. El ex mandatario provincial fue asesinado y su viuda, Susana Freydoz, quedó procesada por homicidio calificado agravado por el vínculo y la utlización de arma de fuego.
Uno de los últimos episodios sobre los que mantuvo discreción la Presidenta fue su operación, sobre la que se fue comunicando mediante partes médicos. Fue recién cuando volvió a trabajar y cuando se confirmó que no tenía cáncer, que se refirió a lo ocurrido.