Las elecciones no se ganan votando. Se ganan contando. Y el peronismo, partido predominante del sistema político argentino y principal maquinaria electoral del país lo sabe de memoria.
Ahora, lo que no esperó el peronismo es que la oposición, entre tanta elección consecutiva, aprenda los trucos de fiscalización y movilización de recursos para ganar en múltiples categorías electorales en todo el país.
Todo comenzó el viernes cuandoCambiemos decidió no enviarle a la Dirección Nacional Electoral las boletas que debían ser enviadas por el Correo Nacional a determinados municipios de alta densidad del conurbano y el interior bonaerense.
Ccon una organización hercúlea, Cambiemos armó una logística con militantes y voluntarios que hicieron de fiscales de mesa y fiscales generales a lo largo y a lo ancho del país pero que especialmente se focalizó en la madre de todas las batallas, la Provincia de Buenos Aires. Sin importar la cantidad de categorías (ocho) en la boleta, una enorme cantidad de votantes cortó en la quinta parte de la misma para darle a María Eugenia Vidal la elección más trascendente de los últimos 28 años para la oposición bonaerense.
Hay que estudiar si las fotos en las boletas introducidas en elecciones recientes ayudaron a este corte tan inverosímil como contundente. De hecho, el bastión donde Aníbal Fernández surgió quedó en manos de un novato como Martiniano Molina, pero no sólo eso. Cambiemos apareció triunfante en grandes centros urbanos de la Provincia como La Plata, Mar del Plata, Pilar, Tandil, Bahía Blanca y otros. El gran batacazo lo dio Gerardo Morales en Jujuy dando cuenta que la UCR dentro de Cambiemos se potenció mas allá de criticas internas.
En lo relativo a la categoría presidencial nada está definido aún y no hubo mejor indicador que el
discurso ambivalente de Scioli de que hay balotaje.
El gobernador bonaerense salió después que algunos voceros de Cambiemos le coparan la parada mediática aventurando triunfos rutilantes en intendencias, especialmente en el interior bonaerense. Scioli no solo apeló a su fe y esperanza sino a múltiples y muy variados próceres y figuras actuales. Nombró a
Perón, a Alfonsín, al socialismo, a los Kirchner y hasta al Papa Francisco. Con toda esta mezcolanza variopinta estaba anunciando tácitamente que iba a necesitar de todos aquellos que no lo votaron a él ni aMacri para llegar a la presidencia de la Nación. Increíblemente llamó a un cuarto intermedio, dejando vacuo todo el anuncio porque no tenía números para anunciar ni proclamar. De hecho, al final de su discurso tuvo un equivoco de nerviosismo. Dijo que la juventud no es el presente para después volver a arreglarlo diciendo que son el futuro y el presente.
Pero lo más llamativo fue que a Aníbal Fernández no se lo vio en el estrado mayor del Frente para la Victoria dando cuenta así que la gobernación estaba en peligro y que quizá se le endilgue ser el padre de la derrota olvidando quién le dio el visto bueno para esa candidatura.
Los argentinos deberemos ir una vez más a las urnas para elegir definitivamente al octavo presidente electo después de la vuelta a la democracia. Fue un año lleno de elecciones y la gente que no vive el micromundo político ya está cansada de tanta campaña política. El 24 de noviembre, el peronismo tiene una gran posibilidad de imponerse nuevamente, pero esta vez ya sabe que una amplia gama de militantes y voluntarios le dará pelea a su maquinaria. Hay otro aparato en marcha.
*Politólogo (Universidad de San Andrés)
@martinkunik