“La próxima vez, vengan con sus mujeres. Ya estoy cansado de cogérmelos a ustedes". La pornográfica frase retrata mejor que ninguna la personalidad de Guillermo Moreno, el controvertido secretario de Comercio Interior de la era K. Se la dijo a los representantes de las petroleras más grandes del mundo en nuestro país cuando visitaban su despacho.
Eso es a grandes rasgos lo que relata El buen salvaje. Guillermo Moreno. La política del garrote (Editorial Sudamericana), el último libro de los periodistas Diego Cabot y Francisco Olivera, autores de Hablen con Julio. De Vido y las historias ocultas del poder kirchnerista, quienes en esta oportunidad se meten con otro ícono del Kirchner: el "Napia", como se conoce a Moreno desde sus días de ferretero y militante del PJ en los 70.
Soberbio, mesiánico, feroz, insobornable, caprichoso, esotérico, implacable, violento y católico ferviente. Todos son, según la biografía, calificativos que le calzan al hombre que mantiene a raya la inverosímil inflación nacional y que es temido en círculos empresarios. Sin embargo, detrás de éste duro del gobierno que "se cargó a cuatro ministros" -como disfruta repetir- los autores aseguran que se esconde un frágil militante que jamás ganó una elección (salvo una del centro de estudiantes de la UADE) ni fue al frente de batalla durante los años oscuros de la Argentina. Y, vaya paradoja, también un hombre incorruptible, incapaz de pedir y aceptar una coima, afirman Olivera y Cabot.
Pistola. Otra anécdota presente en el libro muestra su modus operandi a la hora de negociar. Cuando era secretario de Comunicaciones, tres ejecutivos de telefónicas entraron a su despacho y lo saludaron. No hubo respuesta. Moreno estaba de espalda y tenía la camisa afuera del pantalón. Esperaron hasta que se diera vuelta. Al ver lo jóvenes que eran, los hizo mostrar las suelas de sus zapatos y remató: “Están sin gastar, no han caminado nada”.
“Les voy a explicar una cosa: esta nueva gestión se va a manejar con pelotas y el que tiene las pelotas más grandes soy yo. ¿Me escucharon?”, los retó. Los ejecutivos sólo atinaron a asentir y ahí fue cuando uno de ellos asegura haber visto un arma en el escritorio de Moreno. Ese día nació otro de las ficciones que cimenta su fama de duro y malevo a la hora de negociar. Y con ella, un nuevo apodo: "Pistola".
En síntesis, el libro de Cabot y Olivera deja ver cómo Guillermo Moreno es alguien que ha construido un mito en torno a su persona en base a mentiras, como su pasado montonero y su exilio en Brasil, y a anécdotas políticamente incorrectas, entre las que se acumulan sus famosos aprietes, que se recopilan a lo largo de la obra.
Es el relato de cómo un hombre común logró acumular poder en el kirchnerismo gracias a la obediencia debida de todo buen soldado, a pesar de fracasar sistemáticamente en todos sus proyectos. El ejemplo más acabado del “buen salvaje” domesticado por y para el poder, un funcionario implacable que sólo responde a su instinto en pos de cumplir el rol que se le ha asignado: ser el verdugo de los hombres de negocios.