Cristina Kirchner se va del gobierno, pero permanece el consenso social que explica el predominio del kirchnerismo en estos últimos doce años, más allá de que varias políticas del oficialismo inspiradas en esas ideas fuerza estén haciendo agua. Ese consenso social surgió en la gran crisis de 2001, como explico en mi último libro, Doce Noches.
El sorpresivo giro de Mauricio Macri en su discurso electoral indica la admisión de que ese consenso social dura más que la propia Cristina. De allí, su anuncio del domingo por la noche: respetará varias políticas medulares del kirchnerismo, como la estatización de Aerolíneas Argentinas.
El “cambio” que promete ahora Macri se reduce a una gestión eficaz y transparente, cosa que, por ejemplo, la aerolínea estatal no dé pérdidas ni sea una fuente de trabajo para la militancia.
Y si le preguntaran qué piensa hacer con Fútbol Para Todos, diría, seguramente, que permanecerá en la órbita del Estado, aunque incorporando publicidad privada para reducir o cancelar las pérdidas que provoca en el presupuesto. Y que, claro, no hará un uso partidario de ese masivo programa.
El objetivo de Macri es evidente: captar los votos de los electores que quieren un cambio pero no tanto; que desean más transparencia y eficacia pero continuando con las políticas centrales del kirchnerismo.
Habrá que ver cómo le va con esta nueva apuesta, que tiene sus riesgos. Pero, primero habría que entender de qué se trata el nuevo consenso social que representa el kirchnerismo.
Las hiperinflaciones de 1989 y 1990 nos habían conducido a un modelo basado en el mercado, la estabilidad de precios, la inversión, las privatizaciones, la apertura al capital extranjero y la globalización.
Pero, la elevada y persistente desocupación de los noventa —provocada por el colapso de varios sectores productivos— nos empujó hacia el otro extremo.
Prevalece desde la salida de la gran crisis un consenso mayoritario basado en el Estado, el empleo, el consumo, las nacionalizaciones, la producción local y el cierre de la economía.
Por eso, ya no es cool hablar de mercado pero sí del Estado. Y no importa tanto si el Estado es eficaz o no; en nuestras invocaciones, nos referimos a un Estado protector, que por lo menos impedirá que el mercado nos destroce con su competencia feroz, sin límites.
La nueva noción del empleo, por su lado, no abarca solo al trabajo formal, público o privado, como en el pasado, sino también a los subsidios sociales; a esa obligación estatal de garantizar un ingreso mínimo mensual.
Es que el desempleo de la segunda mitad de los noventa y la ausencia de subsidios dejaron una profunda huella en nuestra sociedad. Por eso, varios planes sociales forman parte del empleo en las mediciones del INDEC, y no de ahora sino desde 2002.
Es decir que en algo más de dos décadas hemos ido de un extremo a otro, aunque siempre conducidos por el peronismo con un breve interregno opositor (dos años y diez días).
Pero, el kirchnerismo termina con varios problemas económicos y sociales: el país no crece desde hace tres años, varias economías regionales están en crisis, la inflación es alta y la pobreza subió al 28,7 por ciento según la última medición de la UCA.
La pregunta es si esos problemas se deben a una mala aplicación de las ideas que animan el nuevo consenso social o a que algunas de esas ideas están equivocadas.
(*) Editor ejecutivo de la revista Fortuna; su último libro es “Doce Noches”.