Presenciar un discurso de Alfredo De Angeli en vivo, a pocos metros de distancia, es una experiencia interesante. De todos los ruralistas sobre el escenario, sólo él supo contagiar hoy a las 300 mil personas que abarrotaban el Monumento a la Bandera, erizándole la piel a más de uno. Sin embargo, la oratoria del "Melli", como lo conocen en su pago los chacareros, merece un análisis.
Era el más esperado en el acto, todos se preguntaban "¿Cuándo llega De Angeli?". A pesar de la expectativa, llegó sigiloso y así subió al escenario: timidez pura. Todo lo contrario al ruralista que se veía en los cortes de Gualeguaychú.
Primero recibió el saludo del Pampa Cruz y abrazó el calor de la gente agolpada en Rosario. Luego le tocó hablar, titubeó, pidió perdón por si algún furcio se colaba en su verba campechana y comenzó.
De menor a mayor, primero moduló y se mantuvo tranquilo, pero apenas nombró a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, se transformó. Pasó de una tranquilidad zen a la euforia en estado puro. Su voz se volvió ronca y empezó a hablar “de corazón”, como dice siempre. El De Angeli de los cortes había llegado a Rosario y la multitud así lo vivió.
Y así fue como generó los mayores aplausos: más fuerte era la respuesta del público mientras más ronca era su voz.
En cierto punto, su prédica de hoy simbolizó lo que ha sido la lucha del campo desde el 11 de marzo: comenzó tímido hasta convertirse en una verdadera revolución rural. El campo ha sido la única fuerza capaz de reunir a cientos de miles de personas sin poner un peso. El factor De Angeli, la metáfora del paro rural más largo de la historia.
(*) Redactor de Perfil.com