El Gobierno quiere evitar que el intendente de Tigre, Sergio Massa, le robe votos. Para eso, Cristina Kirchner ordenó confrontar con él y no con Francisco de Narváez en el debate electoral. El riesgo es que se polarice el escenario y perjudique las posibilidades del oficialismo. “Los del Frente para la Victoria están con nosotros, los demás, son enemigos”, dijo Cristina Kirchner a un encumbrado dirigente kirchnerista, para alejar cualquier posibilidad de tratar con suavidad al jefe comunal. Lo que pretende, según dice, es defender a rajatabla el núcleo duro de votos kirchneristas, que según los cálculos de la Casa Rosada oscila entre el 30 y el 35%. La pregunta que se hacen algunos funcionarios es si con ese porcentaje alcanza para ganar, sobre todo cuando enfrente hay un opositor con una imagen positiva que supera el 50%.
Frente a la foto actual, el Gobierno reconoce un escenario negativo. Massa arranca con un techo muy alto, con el malhumor hacia el Ejecutivo en ascenso, y con las ansias del electorado de que haya una alternativa real al poder central. La combinación es funcional a una derrota kirchnerista, aunque sea por un margen mínimo.
Los más optimistas dicen que si Massa le saca una diferencia de 2 puntos es, igual, una victoria para la Presidenta. Ven el vaso demasiado lleno: una victoria del intendente es un virtual punto final para cualquier sueño reelectoral. Ante la película entera de las elecciones, en el kirchnerismo están convencidos de que Massa va a caer en intención de voto. Según la visión del oficialismo, la falta de un discurso claro debilita la postura de Massa. Y se esperanzan con que la lista de Massa expresa un “rejunte” que encierra contradicciones. “La única posibilidad de diversidad en las listas es cuando hay un conductor claro. El General (Perón) decía que hacen falta huevos para hacer una tortilla. Massa agarró los huevos y en lugar de una tortilla hizo una ensalada”, graficó con ironía un ministro en diálogo con PERFIL.
La otra esperanza del oficialismo es la economía. Creen que favorecerá a sus candidatos porque hasta las elecciones crecería cinco puntos, igual que en el trimestre anterior. Es decir que se llegaría a octubre con una situación económica benévola. Eso es, siempre, un factor clave a la hora de enfrentar una elección.
En la Casa Rosada estiman que Massa, en la elección, le robará 40% de los votos al frente de radicales y socialistas, 30 a De Narváez y el otro 30 al Gobierno. Es precisamente ese porcentaje el que pretenden reducir.
“Una interna peronista”
“Esta será una verdadera interna peronista”, graficó un encumbrado diputado kirchnerista en diálogo con PERFIL. Se refiere a la competencia que darán, en las primarias y luego en octubre, el intendente de Tigre, Sergio Massa, y el de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde. Massa va con un partido vecinalista y tiene el apoyo de varios intendentes del cordón norte del Conurbano. Insaurralde va con el FpV y cuenta con el tradicional aparato del PJ, que tiene su principal fortaleza en el segundo y tercer cordón del GBA. Massa fue tejiendo, desde hace unos años, redes con intendentes que le responden o con quienes mantiene buen diálogo como el de San Fernando, San Martín, Vicente López, San Isidro. En esos municipios se lo conoce como un buen gestor. Pero en La Matanza o Tres de Febrero, por nombrar algunas comunas, el Gobierno se cree más fuerte.