Tensión e incertidumbre, es la sensación que se percibe en las calles céntricas de San Salvador de Jujuy y en los barrios de la periferia, tras una de las peoras semanas que vivió esta provincia. Dentro de la Casa de Gobierno aún reina la pesadumbre y la desazón. La noche después de la furia desatada en las calles, en la que los vecinos armados no durmieron esperando el malón de saqueadores, el gobernador Eduardo Fellner brindó una conferencia de prensa y dejó ver su angustia ante los hechos. Ya había firmado el aumento para los policías autoacuartelados, sabía que había un muerto y minutos antes había quedado atónito frente a la pantalla de TV de su oficina que le mostraba los enfrentamientos a tiros en la periferia de la ciudad.
Después del anunció, hizo una pausa y agregó, con los ojos llorosos: “Tomé esta desición porque no podía permitir que los jujeños siguieran defendiéndose a los tiros”. Inmediatamente después, bajó la mirada como un hombre derrotado. Todos en la provincia saben que ese aumento, la administración no lo podrá sostener si no le envían recursos extra desde el gobierno Nacional. Si hasta los más de 80 mil empleados públicos ya sabían de antemano, que se les complicaría el cobro del aguinaldo. En Jujuy, hasta antes del conflicto que desató la furia, un policía recién ingresado cobraba un básico de 270 pesos. No le alcanzaba ni para comprar la camisa del uniforme, que él mismo debe proveerse, y que en los locales autorizados cotiza a no menos de $ 400.
Lo que nadie puede explicarse es, ¿porqué no se actuó antes, frente a la postergada necesidad policial?
Es cierto que el gobierno provincial tenía en carpeta una oferta estudiada para hacerles a los policías. Sin embargo, se dejó estirar el tiempo, se tenzó la cuerda hasta el límite mismo, y permitió que la negociación se caldeara junto con los ánimos. Cuando el delicado equilibrio estaba a punto de romperse entre las partes, estalló el primer acuartelamiento en Córdoba. Y ante el fugaz y suculento descenlase, los policías jujeños supieron que hacer. En los negocios del centro, los comerciantes miran a todos los transeúntes con desconfianza. En los barrios, la policía entró a las casas por la fuerza a recuperar parte del botón. No lo ordenó ningún juez. En Jujuy, hubo una semana en que reinó el caos. Hoy lo que queda es la ausencia de la política, de los límites de los permitido y la desconfianza. En Perico, lloran a Javier, que cayó tras un disparo por la espalda. ¿Habrá justicia?.