Cultor del bajo perfil, celoso de su intimidad, poco se sabe de la vida privada de Ariel Lijo, el juez que procesó al vicepresidente Amado Boudou. Una de las aristas menos conocidas de este hombre de 45 años y padre de tres hijos es su pasión por la canaricultura, como se denomina al arte de criar canarios
Quienes comparten la pasión del magistrado revelan que es el espacio donde Lijo encuentra el refugio necesario para relajarse y poder hacer frente a la presión.
La canaricultura es una disciplina originaria de España que en el país cuenta con una gran cantidad de adeptos. Lijo es una reconocida figura en el ambiente y, hasta hace poco, se desempeñó como vicepresidente de la Federación Argentina de Canaricultura (FAC). Además, es director del Colegio de Jueces, frecuentemente asiste a las competencias más importantes y se encarga de evaluar a los mejores ejemplares de las aves que participan del concurso.
“Lijo es una persona muy respetada, superformal y un experto en la materia. Dentro de los canaricultores, es un buen tipo que además entiende muchísimo de canarios”, resume en diálogo con PERFIL un productor oriundo del sur santafesino.
Hasta hace dos años, Lijo criaba canarios en la casa de su padre. Más de 400 ejemplares conformaban uno de los “tesoros” más preciados por el juez, pero desde el fallecimiento de su padre, hace dos años, abandonó en parte la crianza y se volcó a sus tareas como evaluador de las características fenotípicas de cada ejemplar.
Hobby compartido. Lijo no es el único funcionario público cultor de esta disciplina. El ministro de Planificación, Julio De Vido, también es un experto en la materia pero desde otra institución: la Federación Ornitológica Argentina (FOA,)que en el ambiente mantiene una suerte de “superclásico” con la FAC, la entidad a la que pertenece Lijo. Sin embargo, algunos productores sostienen que De Vido, quien también mantiene pasión por la cría de palomas y aves exóticas, se habría pasado a las filas de la FAC, pero sin utilizar su nombre sino a través de un tercero.
“Nunca nos cruzamos, para nada. El pertenece a la Federación Ornitológica Argentina y yo estoy en otra. En Argentina hay tres federaciones distintas. Nunca nos vimos en ningún campeonato ni en alguna entrega de premios”, aclaró el juez en una entrevista radial en FM Identidad realizada hace algunos años.
En esa misma entrevista, el propio Lijo definió lo que representa la canaricultura en su vida. “Es un hobbie que no tiene significado comercial, con lo que se vende se financia el hobbie pero no se saca plata con eso”, dijo. “Aunque parezca algo raro o particular, es una actividad que la gente se toma con extrema seriedad. Es divertido, pero es una actividad importante, muy sana”, completó. El universo de la canaricultura en la Argentina se completa con la FOCI, entidad con menos socios que las anteriores y que nuclea entidades del interior del país.
Así, entre canarios, expedientes y su familia, pasa la vida del juez que puede pasar a la historia como el primero en condenar por corrupción a un vicepresidente en ejercicio.