POLITICA
en el banquillo

El juez se enfrenta con el retador que nadie esperaba

Había sobrevivido al menemismo tras enfrentar denuncias por sus vinculaciones con el mundo de la prostitución. Luego, trabó vínculos con el kirchnerismo. Ahora lo denuncia un financista.

Enfrentados. Arriba, el empresario que presentó la denuncia. | Santiago Cichero

Camisa desabrochada, cadenas doradas que le recorren el cuello, la frente sudorosa, una verborragia apabullante, Guillermo Greppi parece extraído de una cantina de Little Italy, es fácil imaginarlo frente a un plato humeante de espaguetis, gesticulando y hablando sin parar. Atiende tres teléfonos. Sonríe. Abraza. Vocifera. Habla con todos como si fueran amigos del alma. En las formas de Greppi, no hay términos medios.
“¿Vos te pensás que si quisiera armar una manganeta iría a la Casa Rosada?”, responde, mira alrededor, se ríe, toma aire y se lanza de nuevo por un tobogán de anécdotas, de historias de los hombres que pasaron por su oficina, personajes de la política, del deporte e incluso el sistema financiero tradicional que recurrieron a sus servicios.

Greppi es un exponente de los circuitos informales de las finanzas argentinas, de la proliferación de cuevas que cambian cheques, dólares, fondos de origen dudoso; un sistema circulatorio por donde fluye la economía menos confesable. “No somos carmelitas descalzas”, aclara, como si fuera necesario, un amigo del financista. Pero a veces las reivindicaciones justas aparecen a través del personaje menos pensado.
Greppi denunció públicamente que el juez Norberto Oyarbide envió a su financiera a un grupo de policías a pedirle plata a cambio de frenarle un allanamiento y secuestrarle todas sus computadoras. Dice que sólo se libró cuando intervino su amigo, Carlos Liuzzi, mano derecha del secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini.

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Grupo de tareas. La combinación de fuerzas judiciales y policiales usadas para la extorsión conforman un pelotón inexpugnable, una impunidad a prueba de balas. Una semana atrás, PERFIL publicó denuncias que sugieren que otros empresarios, a diferencia de Greppi, pagaron y continuaron manejando sus negocios en la tranquilidad del anonimato. Si los poderosos flaquearon, hiela la sangre imaginar las consecuencias de semejante extorsión sobre los más débiles. Es decir, la mayoría de los argentinos.

Mientras el mundo quedaba atónito por la voladura de las Torres Gemelas, la mayoría justicialista del Senado salvaba en septiembre de 2001 el pellejo de Oyarbide frente a la acumulación de denuncias por sus vínculos con el prostíbulo Spartacus y el mundo de la prostitución. Salían a la luz sus relaciones con la Policía Federal y el poder político.

Pero el menemismo pagó sus cuentas.
Durante la última década, Oyarbide sobreseyó a los Kirchner en la causa donde se investigaba el presunto enriquecimiento ilícito y selló nuevas alianzas. Su Señoría se mantuvo en el cargo. Parecía encaminarse sin sobresaltos hacia un retiro apacible.

Luego de semejante historia de éxitos, era impensado que el retador surgiera de una ignota financiera de Maipú 311, con cadenitas en el cuello y una carterita de cuero donde, a veces, se juntan cheques. En ciertas ocasiones, la justicia encarna en seres inesperados