La despedida de Mauricio Macri de ayer constituyó el primer paso para intentar consolidar su figura como el líder de la oposición y, a la vez, armar un relato de su gestión. Por ello, el 7D fue festejado por su entorno como un hecho político clave para conservar el núcleo duro y sostener la base del 40% que supuso el resultado electoral de octubre. Además, una buena forma de mostrarse políticamente vigente.
En los últimos días como jefe de Estado, Macri confió a sus hombres más cercanos que siente “alivio” por recuperar “su vida familiar” y, a la vez, está convencido de que el presidente electo, Alberto Fernández, tendrá serias dificultades para torcer el rumbo de la economía. Es más: asegura que los primeros seis meses serán muy malos y que se revalorizará su gestión.
En ese marco, Macri sabe que la herencia –por la cual realizó su primera y única cadena nacional– será un tema de arduo debate y blanco de serias críticas del nuevo gobierno. Cada ministro empezó a difundir su balance de gestión y el propio líder del PRO trabaja sobre el relato M sobre su paso por la Rosada. Parte de ello será la cuestión de los “valores”, la libertad de prensa y de opinión, así como la idea de que Macri será el único presidente no peronista que termine su mandato en más de setenta años. Incluso, a pesar de la crisis económica, sin que la calle esté sitiada y anárquica como en Chile, Bolivia o Venezuela.
También, en el entorno presidencial afirman que la capitalización del 40% de octubre, con la marcha de ayer como una forma novedosa para el macrismo de hacer política con el “Sí se puede” que nació en septiembre, y la unidad parlamentaria, serán el corazón de la resistencia ante lo que, creen, será un tsunami de causas judiciales para algunos funcionarios.
Con todo, la marcha de ayer tuvo sus detractores: en primer lugar el temor a no llenar la Plaza, pero en segundo lugar la convocatoria que realizó Alberto Fernández, que promete ser multitudinaria. “Nos van a pintar la cara tres días después”, planteó uno de los diputados nacionales más leales del PRO. Con todo, el gerenciador de las marchas, Hernán Lombardi, pero sobre todo el jefe de Gabinete, Marcos Peña, alentaron la última movilización de despedida. Será la marca del último tramo del oficialismo saliente y un símbolo de una remontada –entre las PASO y las generales– que no se basó en la economía.
Unidad. Macri estuvo activo en sus pedidos de unidad. Tanto a Cristian Ritondo, jefe del bloque del PRO (ver página 25) como al diputado radical Mario Negri, presidente del interbloque de Juntos por el Cambio, para que sostengan la masa de 116 legisladores sin más desprendimientos, tras el escándalo que protagonizaron tres diputados esta semana.
Lo mismo ocurrió con las otras dos figuras rutilantes del PRO: tanto Horacio Rodríguez Larreta como María Eugenia Vidal se mantuvieron activos como nunca desde los primeros días de noviembre para evitar fugas. El primero se ocupó personalmente de sostener la unidad en la Cámara baja; mientras que la gobernadora lucha contra los intentos de salida de diputados provinciales disgustados con el cierre de listas que privilegió a muchos jóvenes sin experiencia política y con una disciplina total hacia los deseos de la gobernadora. Pero tuvo una razón de ser: por estos días en la Provincia se habla del radical Walter Caruso, que ingresó de la mano de Gustavo Posse (de San Isidro) como uno de los que quieren dejar el bloque de diputados provinciales.