En estricto off the record, Julio Cobos avisaba una y otra vez. Iba a votar en contra de la 125 si le tocaba desempatar en el Senado. Era algo poco probable, incluso en esos días agitados de principios de 2008, pero en política todo puede pasar. Y pasó. No llevaba ni un año como vicepresidente de Cristina Fernández de Kirchner cuando tomó una decisión que lo convirtió en líder de la oposición para unos. Y en eterno traidor para otros.
— Perfil.com: ¿Cómo lo vivió?
— Cobos: Lo que más se recuerda es el desenlace. Fue muy complicado. El malestar no arrancó con la medida, sino que empezó en noviembre cuando Néstor Kirchner sube las retenciones antes de irse. Ya estaba complicado todo y cuando saca la 125, que iba atada solo al dólar y no contemplaba nada de costos, esto colmó la paciencia. Había un montón de alternativas para llevar adelante la medida. Luego empiezan las manifestaciones cuando Cristina habla de los piquetes de la oligarquía, D'Elía en la plaza, se sigue complicando cuando lo detienen a De Angeli.
— Un sábado.
— Si, ese día yo estaba en casa y me fui al Congreso. La llamé a Cristina y le pregunté que estaba pasando. Hablamos dos veces y le dije a los legisladores que iba a tomar una postura. Pedí la intervención del Congreso. Lo venía haciendo pero no me daban bolilla, quería sacarle el problema de encima a la Presidenta. El lunes vienen (Miguel) Pichetto y (José) Pampuro a verme y me dicen que no consulté nada. Les pregunté que pensaban y me dijeron que estaban de acuerdo. Al otro día Alberto Fernández me llama y ahí Cristina anuncia que lo va a tratar el Congreso.
— Ellos nunca pensaron que iba a estar del otro lado.
— Mire, a lo largo del conflicto pedí que vengan los gobernadores. Todos me dijeron que si pero luego me vaciaron la reunión, faltaron casi todos. O sea, ellos sabían mi postura de que había que cambiar esto. Después, no se esperaba que muchos del FPV también cambiaran de postura. Varios que ese día se le dieron vuelta, como Vicente Saadi, Carlos Reutemann, Teresita Quintela y Emilio Rached.
— El día de la sesión, ¿cuándo le cae la ficha que tendría que desempatar?
— Cuando aparece Rached, que es radical. El día anterior me dice "necesito un consejo de hermano". Viene al despacho y me cuenta que Alfonsín padre lo había llamado, que no podía votar algo así. Pero me decía que tenia acuerdos con Gerardo Zamora en Santiago del Estero y que se la iban a pudrir. Entonces no sabíaque hacer. Y me dice "si vengo es porque voto a favor de la 125". Al otro día aparece como a las cuatro de la tarde pero no me quería mirar en plena sesión (risas). Todos me preguntaban como iba a votar, y yo sabia que iba a hacerlo a favor del proyecto del Gobierno. Rached se levanta en un momento y se va a mi oficina. Ahí les dice a mis colaboradores que va a votar en contra. Y me avisan.
— ¿Qué hizo?
— Les dije a los del bloque que ya sabían mi postura, que iba en contra. Les expliqué que mantenerse así no era la solución. Con poco se podía arreglar, era cuestión de cambiar algunas cosas. Recibí sugerencias de que no vaya a la sesión, Pampuro se quería levantar para que yo no desempatara. Entonces pedí un cuarto intermedio. Me dijeron que no, hice votar de nuevo por reglamento y después llegó el momento.
— ¿Cuál fue su sensación cuando votó así?
— Yo le dije a Pampuro que si esto seguía no sabíamos que podía pasar en el país. Le dije "la única manera es cambiar o se vota en contra". Me dijo "hace lo que tengas que hacer y punto". Yo voté por la paz social.
— ¿Fue automático el exilio dentro del Gobierno?
— Mire, ese día recibí muchas cartas, entre ellas una chica joven que había votado por primera vez, me pedía que busquemos la unidad porque nos había votado a los dos. A la semana me junté con Cristina, tuvimos una reunión, le dije que no había que consultar todo, pero que era un gobierno de concertación, que había que escuchar. En esa oficina también estaban Massa y Randazzo.
— ¿Y qué pasó?
— Ella me dijo que no existía esa alternativa. Randazzo quiso hablar y no lo dejó. Massa anotaba todo. Después me dijo: "Cuando me pongo nervioso anoto todo".
— Pasaron 10 años. ¿Cómo analiza esto a la distancia?
— Fue un conflicto innecesario. Hay que ser racionales en política. Ahora las cosas se hablan, se modifican, se negocian. No hay que encapricharse.
— ¿Lo vio como un capricho de la expresidenta?
— Si. Era morir con las botas puestas.