“El frío de Malvinas es doloroso porque nos recuerda lo que nuestros hijos sufrieron. Si ahora, que estamos en octubre, el viento nos corta la cara y se nos congelan las manos, a las madres nos angustia pensar lo que soportaron nuestros chicos hace 27 años. Ellos llegaron acá en abril”. Delmira Haselener perdió a su hijo en 1982, pero aún se arrepiente de no haberlo podido retener. “Le supliqué que no fuera a la guerra, pero como era maestro me contestó: ‘Me convocó el ejército, cómo voy a hablarles a mis alumnos sobre la patria si no voy a Malvinas’. Tenía razón, pero nunca volvió”.
Delmira también tiene razón: hace frío en estas islas. Y mucho. Pero los 170 familiares de los caídos que ayer inauguraron el monumento a los héroes de la guerra soportaron estoicamente la helada embestida para ponerle fin a una etapa histórica. “Nunca antes dos comunidades que se enfrentaron por las armas lograron realizar lo que ahora estamos concretando. Esta es la construcción de un lugar santo, donde nos sentimos interpretados y contenidos”, sintetizó Héctor Cisneros, titular de la Comisión de los Familiares de los Caídos en Malvinas.
Todo comenzó a las 9.30, cuando una azafata de Lan Chile anunció que el vuelo que había salido desde Río Gallegos llegaba “felizmente a destino”, sin especificar si se trata de las Malvinas o de las Falklands para que el empate técnico no hiriera susceptibilidades. Entonces, un pesado silencio invadió la atmósfera del avión chileno. Era un anuncio de lo que estaba por venir.
Algunas minutos después, el cementerio de Darwin apareció custodiado por soldados británicos. “Este es un día muy importante para nosotros, los militares debemos mostrar respeto a los familiares de los caídos. Estamos para colaborar”, aclaró el comandante Gordon Moulds, jefe de la base británica en las islas. “La guerra es cosa del pasado. Algo que no volverá a ocurrir”, completó, enfundado en un impecable traje azul que destacaba sus condecoraciones.
Los isleños se mostraron siempre atentos y predispuestos. Serviciales ante cada pedido, pero visiblemente nerviosos. Esa mezcla de amabilidad impostada y deseo de que el acto fuera breve, se manifestó en la logística del evento: del aeropuerto al cementerio y del cementerio al aeropuerto. Los argentinos sólo estuvieron seis horas en las islas, sólo alcanzó para una misa. Muy poco para sentirse bienvenidos.
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