Una imagen vale más que mil palabras. Y Cristina Kirchner lo comprobó el jueves en Caracas, cuando el gobierno cubano decidió difundir la foto que la muestra con el líder de la revolución, Fidel Castro. Aunque había sucedido un día antes, la reunión tomó real dimensión ayer con la aparición del retrato, que recorrió el mundo en pocas horas.
Fue casi una prueba de vida, que aplacó los rumores sobre el delicado estado de salud de Fidel, rompió con dos meses de ausencia del dirigente cubano en los medios, y lo reinstaló intencionalmente en la agenda internacional el mismo día que asumía Obama.
Pero en ninguno de estos hechos tuvo incidencia ni participación la comitiva argentina. Los hilos de lo que pasó en la isla los manejó Fidel, empezando por la determinación de no permitir testigos en el encuentro (ni su hermano Raúl fue autorizado a entrar a la habitación) y continuando con la resolución de dar a conocer la foto 24 horas después.
Cristina estaba entrando a la Facultad de Medicina a dar la charla y se acercaron a ella Raúl Castro Ruz y el hijo homónimo de Fidel. Fue este último el encargado de darle el mensaje: “Tengo órdenes de llevarla a ver a mi padre”. El episodio fue revelado a PERFIL por una alta fuente del Gobierno argentino que participó del viaje.
La imagen tomada en ese encuentro fue seleccionada por Castro y entregada en mano al canciller cubano, Felipe Pérez Roque. Fue el vicecanciller, Alvaro González Galeano, el encargado de viajar a Caracas para darle a Cristina el material fotográfico. “Vengo especialmente a entregarle las fotos”, le dijo cuando la vio en la cena que Chávez ofrecía en homenaje a la comitiva argentina en Fuerte Tuina, un complejo militar venezolano.
Semejante hermetismo disparó bromas entre los que asistieron al viaje. “Para mí la foto tiene un touch, Cristina parece diez años más joven”, dijo entre risas un funcionario.