En un principio, Carlos Fayt tenía previsto entregarle su renuncia como juez de la Corte Suprema al próximo presidente. Sin embargo, adelantó su renuncia y, según explican allegados, dejó en offside a sus colegas, en mejor relación con el oficialismo, y al Gobierno, con quien mantuvo un duro enfrentamiento.
Desde hace tiempo, Fayt se ha sentido solo en el Máximo Tribunal. De hecho, destacó a su entorno que en plena embestida del Gobierno para obtener su vacancia no fue acompañado por sus pares y sobre todo por el presidente del órgano, Ricardo Lorenzetti. La única que lo llamó para solidarizarse fue Elena Highton de Nolasco. También lo hizo el arzobispo de Buenos Aires Mario Poli, a través de una carta, en una señal de apoyo del papa Francisco.
De hecho, el oficialismo siguió el embate y llamó a declaración testimonial ante la Comisión de Juicio Político del Congreso a los secretarios letrados del ministro, que se resistieron a asistir.
Para Fayt, la Justicia “atraviesa un momento de extrema sensibilidad por la permeabilidad del Gobierno en sus decisiones” y no comparte ciertas políticas judiciales que se llevan adelante en la Corte.
Fue Margarita Escribano, su esposa, con la que tomó la decisión. “Existe una vida después de la Corte”, le habría sugerido ella, y él lo pensó. Se dedicarán a pasear por el país y disfrutar de su chacra y sus caballos, aunque el ministro en la intimidad insiste en seguir escribiendo y estudiando. “Sabe que su palabra cobrará relevancia desde afuera y tendrá mayor impacto”, explican familiares.
Mientras tanto, universitarios, juristas y abogados de todo el país se movilizan para organizar el “merecido homenaje a un juez que defendió la República sobre los intereses políticos”, explican los organizadores del evento, que se prevé para finales de noviembre o principio de diciembre.