POLITICA
DIARIO PERFIL

Fontevecchia y Verón: fundamentos discursivos del fenómeno antikirchnerista

El director de la Biblioteca Nacional y miembro del grupo Carta Abierta, dinfundió un texto crítico sobre EditorialPerfil.Solicitaba difusión y PERFIL se suma a la cadena publicando el texto.

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| Cedoc

Me demoro un momento en un artículo reciente de Noticias, repleto de mala fe y forjado con el modelo de los afiches del far west: “buscados”. Se trata en él de lo que denominan las “usinas intelectuales del Gobierno”. Además de estar concebido como una orden de captura, su molde es la clásica retórica del periodismo amarillo: la suficiencia de un saber (“cómo funciona”); la presuposición de una confabulación (“la usina”) y el anuncio perdonavidas de un concepto prejuicioso y potencialmente persecutorio (“ideológica” del Gobierno). No nos sorprende esta conocida fusión entre periodismo y cacería. Pero como verdaderas herencias del amarillismo de derecha, mantiene pretensiones culturales. Es necesario entonces hacer otras consideraciones.

La pregunta sobre cómo se financia la “usina” pertenece al campo del amarillismo semiológico: algo se haría en sigilo, a nuestras espaldas, y necesitamos saberlo. Dicho en otras palabras, este periodismo del bajo folletín es también una degradación de la investigación periodística, convertida en una transposición de lo que se llamó así en el pasado inmediato. No desentrañar secretos y olvidos que afectan a una verdad, sino enmarañar la verdad para que se olviden los efectivos poderes que están en juego. La vieja expresión, amarillismo, forjada hace casi más de un siglo, presupone trabajar con el color más intenso para despertar las sospechas oscuras del folletín.

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El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
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El sentido general de esta nota obtusa remite al esquema de fondo de la Editorial Perfil: las acciones sociales son investigables, por principio, en nombre de presuponerlas fundadas en una estructura general de corrupción. Quien las investiga es un neocruzado que hereda el amarillismo de la prensa puritana de finales del siglo XIX, en el que se piensa que el mundo sólo puede ser redimido por la homilía periodística. Todo ésto como recomposición del capitalismo ascético.

Las excepciones de Walsh en la Argentina y Raymond Chandler o Dashiell Hammett en Estados Unidos –donde la investigación la realiza un hombre débil, juguete de los acontecimientos y que termina pagando el precio de su osadía– no pueden ocultarnos que el poder periodístico más injusto y negligente es el que mantiene ahora el arquetipo de la revelación del escándalo.

(*) Sociólogo y director de la Biblioteca Nacional.

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